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Historias de San Valentín

Amor en el palacete

Por San Valentín, los amantes se regalan rosas y desayunos en la cama. Domingo Rodríguez Quegles prefirió obsequiar a su amada con la mejor casa de la ciudad, un palacete de los que jamás se olvidan

Los Rodríguez Quegles tuvieron dos hijas, Isabel y Juana Teresa. ÁNGEL MEDINA

La vida de los Rodríguez Quegles se parece mucho a un cuadro impresionista, plagada de matices, de brochazos luminosos, de atardeceres menguantes sobre un campo de violetas. Su historia es como una de esas pinturas de Van Gogh que miras y vuelves a mirar para descubrir entonces nuevas pinceladas que dan otro enfoque. La vida de esta familia de Gran Canaria es como esa habitación del artista en la que todo termina por tener una dimensión más compleja. Descubrir sus secretos resulta una tarea realmente tentadora.

Siempre se ha dicho que el hermoso palacete de estilo modernista de la calle Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria fue el regalo que el rico empresario Domingo Rodríguez Quegles le hizo a su entonces prometida María Teresa González Díaz. Sin embargo, detrás de esta verdad también aparecieron una serie de reseñas exageradas que convertían esta interesante historia en un típico culebrón de principios del siglo veinte. Así, el personaje principal de la trama, Domingo, millonario y hombre poco agraciado físicamente, según decían las crónicas, se enamoraba perdidamente de una guapa damisela de buena familia pero con escasos medios económicos. Para conquistar su amor y vencer sus reticencias, él le prometía hacerle un palacio en una de las zonas más importantes de la ciudad. Como culebrón no tiene desperdicio, pero la realidad es algo diferente.

El historiador Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, después de siete años de investigación sobre los avatares de esta familia, y que ha recogido en un amplio volumen que muy pronto saldrá a la venta, logra refutar algunas de estas falsas creencias sobre todo vinculadas a la familia de María Teresa.

Díaz de Quintana señala que "se ha llegado a comentar en diversas ocasiones que la elegida por don Domingo era una jovencita de condición humilde, procedente de los aledaños del risco de San Nicolás, y que por esta razón, su enamorado ofreció fabricarle una bella y suntuosa mansión. Sin embargo, hay que señalar que estas especulaciones son tan inexistentes como absurdas, ya que en el momento que se produce el compromiso la novia del joven abogado era una de las señoritas más distinguidas de la ciudad y el entorno de su familia figuraba entre las capas más elevadas de la sociedad de Gran Canaria".

Lo que sí es verdad es que Domingo se enamora de María Teresa, diez años más joven que él, y cuando pasea con ella por el barrio de Triana (la familia de la joven vivía por esta zona), le promete que le hará una de las mejores casas de la ciudad. Y así será, diferente a todas, y con los materiales más selectos y caros del mercado, pues su familia es una de las más poderosas de Canarias. Lo malo de esta historia de amor es que ella podrá disfrutar muy poco de su hermoso palacio: su muerte repentina rondará para siempre como una nebulosa en la vida de los Quegles.

De Tetir a Puerto Rico

El patriarca de esta familia, Juan Rodríguez González procedía de Fuerteventura. Había nacido en Tetir y emigró a Puerto Rico junto a su mujer Juana Quegles González, donde hizo una gran fortuna. El profesor de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de la Laguna, Fernando Carnero Lorenzo, considera que este empresario fue uno de los impulsores de la modernización económica de Canarias, y mantuvo un entramado poderoso de empresas además de vincularse con la banca.

Entre sus grandes logros cabe destacar que participó de manera muy activa en la reclamación de una sucursal del Banco de España para Las Palmas de Gran Canaria, circunstancia que se produciría el 24 de mayo de 1888. Para entender la trascendencia de este hecho hay que tener en cuenta que fue la primera sucursal que se abría en una localidad que no era capital de provincia. Sus herederos van a disponer de una fortuna considerable.

La boda

Domingo Rodríguez Quegles deja en manos de su hermano Juan la batuta de las actividades financieras que había liderado su padre. Él prefiere ocuparse de las explotaciones agrícolas y de la exportación de plátanos. Más adelante también se dedicará a la política. Cuando se casa tiene 29 años y una holgada situación económica.

La ceremonia se celebra el 27 de febrero de 1893 en la ermita de San Telmo. Fueron padrinos del enlace su hermano Juan Rodríguez Quegles, y la madre de la novia, la elegante Isabel María Díaz de Aguilar.

Tal y como recoge el historiador Díaz de Quintana, una vez casados, y cuando aún quedan algunos años para que termine la construcción de su palacete, el matrimonio va a residir a una vieja y emblemática casa de la calle mayor de Triana.

Esta antigua edificación canaria data del siglo XVII y en ella residió la legendaria Clara Isabel de Austria, una nieta bastarda del infante Juan de Austria, que fue hijo del emperador Carlos V. En esta casona de Triana, envuelta en leyendas, nacerá la mayor de las hijas del matrimonio Juana Teresa. La pequeña, Isabelita, nace en la residencia de los abuelos maternos en la calle Perdomo.

Antonio Gaudí

A María Teresa González Díaz la definen como una mujer sensible y exquisita. Amante de la música, la pintura, la literatura y de todo aquello que podía acercarla a Europa sobre todo a los nuevos aires que llegaban de París.

El matrimonio comparte muchas aficiones, y entre todas les encanta viajar. Precisamente en París se quedan encandilados con las propuestas arquitectónicas que están de moda en la capital francesa. Juntos deciden que la nueva casa o palacete de la calle Pérez Galdós se parecerá mucho a las construcciones que ven en Francia. Él quiere cumplir la promesa dada y decide no reparar en gastos. De hecho, al primer arquitecto al que pide que se encargue de realizar los planos es nada menos que a Gaudí. El genial artista catalán se encontraba en esos momentos al frente de una de sus obras más emblemáticas, la Sagrada Familia en Barcelona, y rehúsa el ofrecimiento.

Al final, a través de contactos familiares de María Teresa contratan los servicios del arquitecto madrileño Mariano Belmás Estrada. Él se encargará del diseño de los planos, pero nunca viaja a Canarias. La ejecución de esta gran obra correrá a cargo de Fernando Navarro. Con posterioridad se ha reconocido que gracias al técnico canario pudo acabarse esta pequeña joya de la arquitectura ecléctica insular: sólo hay que detenerse un instante y ver el resultado.

Para el interior de la casona se emplearon ricas maderas de caoba procedentes de Guinea y de Cuba, mármoles italianos de Carrara, estucados de Venecia y cristalerías de Francia. También se trajeron delicados tapices, cerámicas, hierros forjados y magníficas vidrieras de colores.

La casona guarda algunos secretos, entre ellos las huellas de la ideología masónica que Rodríguez Quegles quiso dejar en una de las estancias del palacio. En el techo de su dormitorio pintado de azul añil y oro se distribuyeron piezas alegóricas a la logia, que posteriormente fueron cubiertas con otra pintura, sobre todo cuando los masones pasaron a ser perseguidos por la dictadura de Franco.

Precisamente, cuando aún se está edificando la casa llega a Canarias la noticia de la próxima visita a las islas del rey Alfonso XIII. La familia Rodríguez Quegles trata de agilizar los trabajos para terminar cuanto antes la mansión. Existían grandes posibilidades de poder alojar en el palacete a un ministro que venía en la comitiva real. En 1906 se da por terminada la nueva residencia de Domingo y María Teresa, y la casona de la calle Pérez Galdós se convirtió en lugar de importantes reuniones, con visitas asiduas de los más ilustres de la sociedad isleña.

Apenas han transcurrido dos años desde que la familia pudo al fin vivir en la casa de sus sueños cuando se produce la mayor de las tragedias. El 16 de octubre de 1908, un día después de haber celebrado su cumpleaños, María Teresa muere de un infarto con apenas 35 años.

El viudo no volvería a casarse, Domingo Rodríguez Quegles sigue dedicado a sus negocios y a la política. Llega a ser concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y consejero del Cabildo.

El palacete de la calle Pérez Galdós siempre fue para sus vecinos la casa de don Domingo. En 1972, el Gobierno de Canarias adquiere la propiedad por 11. 500.000 pesetas. El Ayuntamiento capitalino acogió estas instalaciones para albergar el Conservatorio Superior de Música. En la actualidad, el edificio, rebautizado oficialmente como el Palacete Rodríguez Quegles, acoge de forma habitual multitud de actos culturales, que no podrían tener un marco más adecuado.

Los rumores vuelven a planear sobre esta casona, y así, hay quien asegura que la silueta del señor de la casa se pasea de vez en cuando por sus deslumbrantes recovecos.

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