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100 años del hundimiento del 'Príncipe de Asturias'

Los canarios del 'Titanic' español

El buque de la naviera Pinillos, rebautizado como el 'Titanic' español, naufragó el 5 de marzo de 1916 tras chocar contra un arrecife cerca de Brasil. Todos los isleños que estaban a bordo fallecieron

Los canarios del 'Titanic' español

Los descendientes de la grancanaria María del Pino Rodríguez que iba a bordo del Príncipe de Asturias en compañía de sus hijos Ezequiel y Carmen, siguen recordando esta tragedia. La realidad es que todos los canarios que subieron a bordo de este barco, en la escala que hizo en el Puerto de la Luz y de Las Palmas, perdieron la vida al producirse el hundimiento de este transatlántico, apenas cinco minutos después de chocar contra un arrecife frente a las costas de Brasil. Eso ocurrió en la madrugada del 5 de marzo de 1916.

Detrás de este desastre, solapado por otros naufragios más novelados, se esconde la vida truncada de cinco canarios que subieron a ese navío con el único propósito de llegar a Buenos Aires. Sólo la voluntad y el cariño inquebrantable de la familia Benítez Rodríguez y Perdigón han logrado mantener vivo su recuerdo. Cada año, cada vez que llega el mes de marzo, vuelven a poner en algún periódico de La Palma, isla en la que acabaron residiendo todos, el recordatorio de aquellos antepasados que hace 100 años se subieron a bordo de aquel vapor de lujo.

Mal agüero

David Carballo es el tataranieto de Pino Rodríguez, uno de esos descendientes que se ha preocupado de indagar en la historia de su familia, en este drama personal que los marcó para siempre, como muestra esa fotografía en la que aparece su bisabuelo, Agustín Benítez Rodríguez, secretario del ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, vestido de negro, y junto a él, también de luto, sus tres hijos pequeños.

El drama, y sobre todo la ausencia de los que no estaban, formaron parte de su casa como un elemento más. No hay que olvidar que los Benítez y los Perdigón, entrelazados por varios matrimonios, no sólo tuvieron que afrontar la muerte de la matriarca, María del Pino y de dos de sus hijos en el desastre de 1916, sino que tres años más tarde, cinco integrantes de esta misma familia fallecieron en el naufragio del Valbanera, entre ellos la viuda de Ezequiel Benítez, que había perdido la vida en el Príncipe de Asturias.

Un destino tan cruel y dramático llegó a transformarse en La Palma en una especie de aurea de mal agüero que ha acompañado a estos descendientes. David Carballo reconoce, ahora ya sin resquemor, que cuando alguien veía a un Benítez o un Perdigón con una maleta para subirse a un barco o a un avión decidía cambiar de planes ante el temor de poder sufrir un fatal accidente.

La viuda de Benítez

María del Pino Rodríguez Torres había nacido en Las Palmas de Gran Canaria, al igual que su marido Agustín Benítez Hernández. Durante los primeros años de su matrimonio vivieron en Santa María de Guía, Agustín era el secretario del ayuntamiento. Después lo destinaron a Santa Cruz de la Palma, una isla que los acogió de forma plena y en la que crecieron sus hijos. De hecho, el mayor de su prole, Agustín Benítez Rodríguez, acabó siendo secretario del Ayuntamiento de Los Llanos.

David Carballo, a pesar de sus numerosas indagaciones, no sabe exactamente por qué su bisabuela y sus hijos decidieron embarcarse con destino a Buenos Aires. Supone que se trataría de hacer negocios en Argentina, con el ánimo de volver a la Isla.

Días antes de su partida, el 22 de febrero de 1916, María del Pino, que ya se encontraba en Gran Canaria esperando la llegada del barco, escribió una carta a su hijo mayor: "Hoy hemos sabido que ayer a las tres de la tarde salió el Príncipe de Asturias de Cádiz y creen que llegará esta mañana a las dos de la tarde. A la hora de la salida pondremos un telegrama". Y además, de forma curiosa quiere saber cómo están las flores de su patio: "Las niñas no me dicen si vendieron la palma y en cuanto al rosal y la flor de mundo de las dos macetas tampoco sé lo que han hecho". Despide su carta mandando muchos besos para sus nietos, también de parte de Ezequiel y Carmen, los hijos que la acompañaban en este viaje.

Además de estos tres canarios también suben en el Príncipe de Asturias en la escala que hizo en el Puerto de Las Palmas otros dos amigos de la familia, Higinio Carmona Pérez y Néstor Arozena y Arozena. Tampoco se descarta que hayan podido acceder a este vapor otros viajeros, pues en aquellos tiempos era habitual que muchos emigrantes de forma legal o no intentarán buscar un mejor destino en el llamado nuevo mundo. Lo único que se sabe, después de una comunicación de la naviera Pinillos, es que ningún pasajero con origen en el Archipiélago sobrevivió al naufragio.

El hundimiento

El 4 de marzo el navío está llegando a la costa de Brasil. Tanto las informaciones aparecidas con posterioridad en distintos periódicos de las islas cómo en el libro publicado por el escritor García Novell bajo el título de Naufragio, tratan de hacer una pormenorizada aproximación a lo que ocurrió en esas últimas jornadas de travesía.

En el barco se celebraba una fiesta de Carnaval, y se llega a insinuar que el capitán y parte de su tripulación se distrajeron con este divertimento. La única verdad es que el navío en la madrugada del 5 de marzo choca contra un arrecife y en apenas cinco minutos se produce el hundimiento del transatlántico. Sólo se salvan los pasajeros que están en cubierta, la mayoría muere encerrados en sus camarotes.

Las cifras resultan estremecedoras: de las 450 personas que se tenga constancia que estaban en el navío - no hay que olvidar los polizones-, se salvaron 243, entre pasajeros y tripulación. El capitán Lotina y su primer oficial se suicidaron pegándose un tiro en la cabeza, al darse cuenta de la catástrofe de la que se sintieron culpables.

María Vitoria Hernández recuerda que la noticia se convirtió en duelo y en consternación en La Palma. Se confirmaba la fatalidad cuando Antonio Cabrera de las Casas, consignatario de la naviera en la capital palmera recibió un telegrama remitido desde Cádiz, a las 14,20 horas del 8 de marzo, que decía: "Sentido pésame. Entre los salvados no figura ningún pasajero embarcado en Las Palmas".

Robos y pillaje

Durante varios días se desconoce la identidad de los supervivientes, de hecho hasta el Gobierno de Canarias publicó una nota en la que pide a los pasajeros de las islas que hagan saber su situación, pues también se pensaba en los viajeros clandestinos que pudieron subir a bordo. La confusión se produce por el modo en el que se lleva a cabo las labores de rescate. Muchos de los supervivientes llegan nadando a la costa, y también tiene lugar un hecho lamentable ya que algunos de estos pasajeros son objeto de robos, y pillaje. Y lo peor, una vez que se habían salvado del hundimiento mueren en la playa, asesinados por aquellos delincuentes que tratan de llevarse las joyas, y el oro que sabían que acompañaba a aquellos viajeros.

De hecho, estas sustracciones de bienes y también de documentación llevan al Gobierno de Brasil a calificar de clandestinos a la familia Benítez, al haberse percatado de la presencia de personas que circulan por el país con los papeles de estos canarios, a los que habrían usurpado su identidad.

El escritor García Novell, que mantiene una gran relación con los descendientes de los Benítez, se encargó de ponerse en contacto con las autoridades brasileñas para que subsanaran este tremendo error.

David Carballo reconoce que para ellos ha sido muy doloroso tener que ver cómo su tatarabuela María del Pino y sus hijos aparecieron durante algún tiempo en algunos medios como clandestinos.

El nieto de María del Pino Rodríguez, Miguel Perdigón Benítez, volvió a recordar a los suyos, el pasado 5 de marzo de 2016, y en su memoria se celebró una misa en la iglesia del Salvador de Santa Cruz de La Palma.

La historia detrás del naufragio del Titanic español merece un lugar destacado. El comienzo y el fin de este drama no deben seguir en el olvido, a pesar de la sombra alargada de otros naufragios. La vida de los Benítez y Perdigón tiene tantos enfoques que al detener la mirada sobre ellos da la impresión de estar observando un mágico caleidoscopio multicolor.

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