La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las otras capillas sevillanas

Cuando los pasos de Semana Santa descansan, las obras de Murillo y Velázquez esperan en los museos y la cerveza presagia la bulla de cada noche

Calles iluminadas por cirios, ecos de pasos de costaleros por las callejuelas, marchas procesionarias al calor del sol y aroma a azahar confundido con el incienso. A partir del Viernes de Dolores (este año el 18 de marzo), Sevilla cambia de piel, se viste de nazarena y bulle de capillitas.

Así llaman los nativos de la ciudad a esa legión de congéneres que viven por y para los días del año en los que la Pasión del Señor sale a las calles, colapsa cada rincón y monta una gran fiesta desparramada por la ciudad. De Nervión a Santa Cruz, de Triana al Arenal, si a usted le gusta la bulla la capital andaluza es su lugar. Si no es así, también. Siempre es posible encontrar un refugio más tranquilo, tampoco demasiado. El truco para no enloquecer entre el gentío es caminar a contra corriente. Llegar a los bares cuando ya se fue el paso. Salir a buscar a la Macarena cuando va de recogida y, sobre todo, mezclarse con los sevillanos sentados en los bordillos de la Cuesta del Bacalao, la más cofradiera de Sevilla, con la cervecita en la mano, consultando El Llamador, un librito con los horarios y rutas de las 57 cofradías de la Carrera Oficial. Así se llama el recorrido de penitencia que parte de la plaza de la Campana, sigue por Sierpes, atraviesa la plaza de San Francisco y la avenida de la Constitución para entrar a la Catedral. En esta Sevilla llana como la palma de una mano abierta, como Pedro Salinas, las pasiones dulces se convierten en torrijas, pestiños y nazarenos de chocolate que rivalizan en los escaparates de la Campana, que cada año reproduce una procesión a escala, y en Filella, entre la plaza Nueva y la Catedral, en una de las esquinas más bellas de la ciudad. Penetrar en los locales es más sencillo por la mañana, sobre todo a partir del Miércoles Santo, cuando las hordas de turistas invaden el centro.

El Archivo de Indias es un buen refugio para aislarse del gentío y, de paso, conocer la historia de la Sevilla que fue la Puerta de América, cuando las naos subían cargadas de oro y plata, por el Guadalquivir, desde Sanlúcar, la antigua Casa de Contrataciones. Guarda el mejor archivo histórico sobre el Descubrimiento y el posterior comercio. Se imponen unas tapitas de espinacas con garbanzos en Casa Plácido, cerca de Mateos Gagos. En Las Teresas, sin salir del barrio, sirven chacinas y raciones, entre jamones colgados del techo, azulejos y fotos taurinas. Antes de abandonar la judería hay que visitar la Fundación Focus-Abengoa, en el Hospital de los Venerables, sede del Centro Velázquez. Allí aguardan Santa Rufina y la Imposición de la casulla a San Ildefonso, también Zurbaranes y Murillo que, a decir verdad, alcanzan su culmen en el Museo de Bellas Artes.

Antes de emprender camino será grato almorzar en el restaurante San Marco, ubicado en unos baños árabes del siglo XII, que inspiraron a Quevedo en El Buscón. Y de camino al museo, doble visita al Baratillo: la iglesia y el bar del mismo nombre, en la calle Adriano, con algunas de las mejores sombrererías de España. Muy cerca, en La Maestranza, el mesón Serranito ofrece bacalao y solomillo de ternera con vinos del Condado de Huelva.

Y aunque el museo tenga que esperar un poco, apetecerá mirar hacia Triana, pasando por el mercado del Barranco, sede del mejor postureo sevillano, en un edificio de Eiffel.

Compartir el artículo

stats