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La aspirina renovada

Un reciente estudio le encuentra nuevos beneficios anticancerígenos: tomar una a la semana durante seis años reduce el riesgo de sufrir un tumor hasta un 19%

Las sociedades son experimentos no planeados con resultados diversos en distintos ámbitos. Aunque nada es trasladable, podemos aprender de otros. De Suiza por ejemplo podemos aprender la convivencia entre lenguas, culturas y religiones dentro y entre cantones independientes. Y de su capacidad empresarial. Tiene una industria potente desde el XVIII, que nace a la par que la inglesa, en la que se basó una banca industrial. Hoy la farmacéutica es la más floreciente del país. Todo empezó en 1804 cuando se fundó la primera industria química farmacéutica, una actividad todavía balbuciente. Fue la industria de los tintes químicos la que dio lugar a la explosión. En 1859 se funda la Industria Química de Basilea, más tarde la CIBA, actividad que imitó el Sr. Geigy en 1861 en la misma ciudad y el Sr. Sandoz unos años más tarde en la región de Lausanne. Roche y Novartis son otras de las más importantes. El progreso sustituye a la química por la biología y hoy la farmaindustria recoge patentes de las start up y spin off. A esa transformación se une la necesidad de demostrar un compromiso social. Novartis presumía en la reciente reunión de la Cruz Roja Internacional de su apoyo a la asistencia en entornos frágiles. Su objetivo es puramente altruista, tal como me dijo la directora de la Fundación. Bienvenidas sean estas fundaciones aunque sólo sean para lavar la imagen de depredación que se han ganado.

Bayer tiene la suya, cuyo lema es la ciencia por una vida mejor. Esta industria nace también de los tintes y tiene en la aspirina su fármaco bandera. La sintetizó Felix Hoffman junto con Adolf Eichengrün, un químico judío que se quedó en el anonimato. El nombre aspirina es el acrónimo de "A" por acetilo, Spirea por sauce, de cuya corteza se obtenía desde tiempo inmemorial este producto, y la "In" que es la terminación que entonces se daba a los fármacos. El objetivo era aliviar el dolor, casi lo primero que supimos hacer con farmacopea moderna: la anestesia ya en la segunda mitad del siglo XIX y la aspirina en 1897. Pronto se supo que además tiene propiedades antiinflamatorias y antitérmicas. Pero su reconocimiento mayor llegaría cuando se descubrió que inhibe la agregación plaquetaria, la base para los infartos.

Los infartos nunca, o casi nunca, se producen por el cierre total de la arteria debido al crecimiento de la placa de ateroma. Ocurren cuando esta placa se rompe y los trozos viajan en el torrente sanguíneo hasta enclavarse en una rama. Allí llegan las plaquetas rápidamente a recubrir el émbolo dando lugar a la obstrucción total. La aspirina actúa evitando la acumulación de plaquetas y la formación del trombo. Por eso las personas que han sufrido un infarto o tienen alto riesgo de hacerlo toman aspirina en pequeñas dosis. Y por eso lo primero que hay que hacer ante un infarto es dar aspirina. Pudimos certificar la utilidad de la aspirina, cuya capacidad se conocía en el laboratorio, en un famoso estudio con médicos americanos. Se demostró que evitaba infartos al coste de producir hemorragias, algunas serias en el cerebro. Desde entonces se valora el riesgo y los beneficios de cada persona antes de decidir si se recomienda o no a partir de los 50 años.

Son cientos de miles los que toman aspirina regularmente y de sus efectos cada vez sabemos más porque cada vez se recoge mejor la información. Desde hace años se especula con la posibilidad de que su acción antiinflamatoria tenga propiedades anticancerígenas.

Hace tiempo que se aprecia una reducción del riesgo de cáncer colorrectal con los antiinflamatorios, aspirina entre ellos. Sin embargo, un análisis reciente de la agencia americana de prevención dictaminó que no era recomendable su uso para ese fin, pero que podía añadir un beneficio a los que la tomaran para el riesgo cardiovascular. Lo confirma ahora un estudio potente que examina la experiencia de 135.000 profesionales de salud seguidos más de 35 años. Se recolectaron 28.000 casos de cáncer. Recogieron la frecuencia y duración del uso de aspirina para diferentes problemas: dolor, prevención cardiovascular, etcétera. Encuentran que tomar aspirina al menos una vez por semana durante 6 años reduce el riesgo el 3%. No afecta al de mama, pulmón y próstata; son los gastrointestinales en general los más beneficiados, con una reducción del 15% y, sobre todo, el de colon y recto: el 19%. También han encontrado una relación dosis-efecto tanto en relación con la cantidad como con el tiempo.

La quimioprevención en cáncer vivió un momento de gloria a finales del siglo pasado: vitamina A o betacaroteno para cáncer de pulmón y piel, tamoxifeno para cáncer de mama, finasteride para cáncer de próstata, etcétera.

Los ensayos clínicos no certificaron los hallazgo de estudios de laboratorio o las observaciones clínica sistemáticas. Hay ensayos clínicos en marcha con aspirina. Veremos. Hasta entonces, hay que seguir la prudencia aconsejada por la agencia americana.

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