El videojuego que lo cambió todo ha regresado a lo grande. Mucho se esperaba del remake de Doom, el título que supuso un antes y un después en la historia de los videojuegos. Y siendo honestos, no solo no ha defraudado, sino que ha superado con creces las espectativas del personal. Y es que doce años son muchos, ya que la última entrega de esta serie de videojuegos -Doom 3- data de agosto de 2004 -aunque hubo una expansión de la versión remasterizada de 2012 que pasó sin pena ni gloria-.

Debo reconocer que un servidor no es especialmente aficionado a los juegos de disparos en primera persona. Salvo honrosas excepciones, suelen ser excesivamente repetitivos y llegan a ser algo cansinos cuando llevas varias horas jugando. Eso y tener la sensación de que siempre juegas a lo mismo... Como diría Homer Simpson: "Me aburrooooo..." Pero eso no ocurre con Doom. No ocurre en absoluto.

Con Doom, los chicos de ID Software no han querido hacer un producto con pretensiones de obra faraónica. Han querido hacer un videojuego que sea puro entretenimiento, volviendo a los orígnes de la saga. Y vaya que si lo han conseguido.

Doom es la quintaesencia de los videojuegos divertidos, gamberros y cachondos que hacen... no, que te obligan a que te lo pases de cine. Aquí no hay que montarse estrategias raras ni desenmascarar a los malos que parecen buenos. Aquí lo único que hay que hacer es correr, matar a todo bicho viviente y tener cuidado de no quedarte sin munición o sin vida. Puro gozo.