La Provincia - Diario de Las Palmas

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JOSÉ LUIS PÉREZ TALAVERA

Ingeniero Industrial

José Luis Pérez Talavera en el Machu Pichu

"Cuando un turista amante de la Historia y de la Arqueología, visita un país como Perú o como Egipto, el encuentro con la realidad y su comparación con las ideas preconcebidas conduce naturalmente por un lado a decepciones, y por el otro a descubrimientos agradables siendo estos últimos los que prevalecen como resumen del viaje", puntualiza José Luis Pérez Talavera, ingeniero industrial, ex profesor de la ULPGC y uno de los profesionales españoles más prestigiosos en materia de depuración y potabilización de aguas. Diseñó y puso en funcionamiento la mayor planta de desalación de Israel, ubicada en Tel Aviv, años después de una densa experiencia con una multinacional estadounidense, además de conferenciante en Chile, Japón y otros países sobre conocimientos de su especialidad. No duda en señalar a la Medicina, la Historia y la Arqueología como sus otras debilidades vocacionales. El entusiasmo por las dos últimas le llevaron de Canarias a Perú, como antes le empujaron a Egipto.

"La primera impresión que se recibe al llegar a Perú -recuerda José Luis Pérez Talavera- es el encuentro con una población mayoritariamente indígena, y un idioma hablado con un acento particular. A continuación los nombres conocidos van llegando en avalancha: Callao, Lima, Cuzco, Ayacucho, Cajamarca, y tantos y tantos más que pasan de ser una idea a una realidad. Al viajero de Las Palmas le resultan familiares los balcones de madera de las casas coloniales, como los nuestros del barrio de Vegueta".

Al igual que otros miles de turistas, uno de sus mayores impactos fue "el viaje estrella al Machu Pichu. Despierta un gran asombro por la belleza, no de la reconstruida ciudad, que también la tiene, sino por el increíble entorno que la rodea, especialmente en el recorrido de acceso a través del Valle Sagrado, acompañando al río Urubamba. Un paisaje de singular belleza que el visitante jamás ha tenido la suerte de ver y sentir antes, con una vegetación virgen y maravillosa imposible de describir, acompañado siempre por el rugir del río en el cañón. Al viajero le vienen a la mente las imágenes del comienzo de la famosa película de Herzog "Aguirre, la cólera de Dios"

José Luis Pérez Talavera evoca otros sentimientos que perduran en la mente del turista "como son el miedo sufrido en guaguas de turismo, conducidas algunas por kamikazes del volante a grandes velocidades por estrechos caminos de tierra, al lado de precipicios, o el dolor de cabeza o asfixia, en algunos casos, producidos por la altura. Solo se mitigan mascando coca, a cambio de perder la sensibilidad de la boca, como si estuviéramos en una visita sin fin al dentista. Bien es cierto que no todo el transporte posee la urgencia de los chóferes de guagua. El tren, por ejemplo, se detiene a su paso por un pueblo en fiestas. Ocurre que algunos de los asistentes han aparcado sus coches sobre las vías y no reanudamos la marcha de nuevo hasta que un grupo de pasajeros voluntarios recorrió la fiesta para localizar a sus propietarios y despejar la vía férrea".

"Nos sucedió también que el tren, en un viaje nocturno, no podía acceder a una pequeña estación por estar la valla de entrada cerrada. El maquinista tuvo que bajarse e ir en busca del encargado del apeadero que estaba en su casa. Tales situaciones se viven con una cierta tranquilidad y buen humor por parte de los locales, lejos del comportamiento airado que se podría esperar de acontecer en nuestro país", aclara este inquieto turista insular.

Aprovecha, asimismo, para poner el acento en otro aspecto de su visita al país andino: "Aunque los canarios estamos acostumbrados a vivir al lado de una gran masa de agua, no deja de sorprendernos un lago como el Titicaca, más extenso que el Archipiélago Canario, con el gran contraste de una parte importante del paisaje que lo rodea: árido y sin vegetación debido a la gran altura a la que se encuentra, la misma que el pico Teide. Los pocos signos de vida vegetal están representados por los juncos de totora, que crecen en la proximidad de las orillas, donde la poca profundidad permite su desarrollo".

Dos cuestiones más apunta finalmente José Luis Pérez Talavera sobre sus recuerdos de Perú: "Una particularidad que asombra es la profusión de estatuas de los militares peruanos de la guerra del Pacífico. Se hallan en casi todas las poblaciones del país. Es algo que desconcierta teniendo en cuenta que fueron ellos, los peruanos, los derrotados. El ejército chileno llegó hasta Lima, y Perú perdió entonces una superficie de su territorio. Por último, resulta obligada una visita al increíble Museo del Oro y las Armas, donde se expone una inmensa colección de todas las épocas y lugares, abarcando desde la espada de Pizarro hasta un uniforme de Franco, entre otros objetos. Entrar al sótano del mismo recinto, donde se muestra una serie de artículos de oro de la civilización precolombina, deja al visitante la extraña sensación de haberse internado en la cueva de Alí Babá. Tal es el esplendor y belleza de las obras de arte que allí se exhiben, donde el brillo amarillo inunda toda la estancia".

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