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Entrevista

Ubani: "Hemos conseguido que el público sienta suyo un teatro como el Cuyás, que se abrió para ellos"

El principal espacio escénico del Cabildo alcanzó la semana pasada las 2.000 funciones propias -El director repasa las obras que han impulsado el posicionamiento de la marca y algunos fracasos en la taquilla

Gonzalo Ubani, director artístico del Teatro Cuyás, en la terraza del restaurante 'El patio del Cuyás'. YAIZA SOCORRO

Usted empezó ha trabajar en el Cuyás en 2001, con el Guiniguada y el Galdós cerrados. ¿Cómo recuerda esta escena?

Yo llegué el 1 de enero de 2001 con Manuel Gutiérrez como director y, efectivamente, hubo un tiempo que la Sala Insular era la única que funcionaba y el Cuyás vino a cubrir un hueco enorme. Pero la afición existía, gracias, sobre todo, al Pérez Galdós. Por eso, el Cuyás apareció en el momento y en el lugar oportuno. Pero yo no era la persona responsable de la programación (asumió este rol en 2004). Lo mío era una labor de marketing y funcionamiento interno. Pude estar en un segundo plano para conocer bien la realidad de un teatro isleño y de la escena canaria. Y creo que el Cuyás ha colaborado en la mejora de las compañías ya existentes e, incluso, en la creación de nuevas productoras, puesto que siempre ha estado con la calidad. Aquí la había y se intentó mejorar.

¿Cuáles eran las premisas?

Este teatro se abrió con unas líneas muy claras. Era y sigue siendo público, no especializado y generalista. Sus miras no son las estrictamente económicas. Tiene muchos públicos distintos y es eminentemente de exhibición no de producción. Aunque, una vez cumplido el primer quinquenio vimos que existía una necesidad de producción en la isla e iniciamos una labor con compañías canarias.

¿Cómo valora la apuesta continuidad desde el Cabildo?

Una buena parte del secreto del éxito está en que siempre ha sido respetado por el abanico de partidos que han ostentado la consejería de Cultura. Esto siempre ha sido un entente muy cordial entre Cabildo, público y nuestro equipo, del primero al último. Con todo, se ha conseguido que el público de esta isla haga suyo un teatro que se abrió para ellos. Un ejemplo. Cuando se quemó el Liceu vi llorar a gente de Barcelona que nunca había pisado su interior, pero que lo sentían suyo. Y mi sensación y orgullo es que los grancanarios sienten este teatro como suyo. Es fantástico, sobre todo para el que programa.

¿Recuerda su primera obra?

Fue un musical de Dagoll Dagom que se llamaba Cacao. Después hubo una legendaria versión de La Vida es Sueño, con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y dirigida por Calixto Bieito, con un descomunal espejo de varias toneladas que me hizo pensar que este teatro iba a ser muy importante.

¿Qué obras sirvieron para impulsar el nombre del Cuyás?

Hay muchas, afortunadamente. La llegada de Robert Lepage, casi recién abierto el teatro, con La cara oculta de la luna, fue sin duda un acontencimiento y nos permitió agarrarnos al Festival de Otoño de Madrid. No podemos olvidar que somos un teatro en una isla a más de 2.000 kilómetros de distancia para los actores, actrices y técnicos, y traer la carga es muchas veces una odisea. Necesitábamos convertirnos en una referencia y a base de grandes títulos y coproducciones con los 'popes' más importantes de las artes escénicas conseguimos estar en el circuito.

¿Cómo fue este proceso?

Empezamos con la relación que estableció Manuel Gutiérrez, por entonces director artístico, con el Teatro de la Abadía y coproducimos varios espectáculos con ellos. También establecimos una relación con la productora de Pilar Izaguirre, que es la fundadora del Festival de Otoño de Madrid, y con Isabel González trajimos grandes espectáculos de danza. Hemos traído tanta gente que sería más sencillo hablar de quien no ha venido.

¿Cree que el público del Cuyás tiene rasgos que lo definan?

Tenemos muchos públicos, desde lo multitudinario a lo minoritario. Como teatro publico no especializado tenemos que trabajar para todos y al margen de los números. Hay espectáculos que llenan tres días u ocho pero no podemos escorarnos hacía ese lado y si traemos un espectáculo con menos demanda tenemos claro que hay que hacer el mismo esfuerzo.

¿Cuáles son sus prioridades a la hora elaborar un programa?

Lo más difícil es elegir. Programar no significa llenar un calendario. Es preparar un menú completo, que lleve varios platos y muchos ingredientes. La prioridad está en la calidad y también nos apoyamos en estudios para conocer cada día más a nuestro público.

¿Cuales sería los platos principales en ese menú?

Teatro y danza. Cuando se abrió se hizo con esa premisa puesto que había otros recintos que se dedicaban a otros aspectos de las artes escénicas y no sería inteligente solaparse ni hacer competencia porque esto no es Londres. Debemos complementarnos, no competir.

¿Cómo ve la escena teatral española en la actualidad?

La crisis ha sido demoledora, devastadora. El 21% de IVA no lo puedo definir más allá de una venganza. Es una venganza. No tiene otra explicación. Esto ha hecho que desaparezcan cientos de empresas dedicadas a la producción teatral, la danza y de musical. Ha sido una puntilla trapera, una puñalada por la espalda. Quien lo hizo sabe por qué lo hizo y la historia le pondrá en su sitio. Aparte de esa masacre, han quedado restos de mucho calidad y en el caso de la escritura teatral de Canarias estamos en una época brillante.

¿Cómo explica esto?

El teatro, como toda arte imprescindible, siempre sobrevive, a pesar del empeño de algunos en que desaparezca. Hay gente que no conoce a Shakespeare y cree que se puede vivir sin Shakespeare pero no se puede vivir al margen de este autor aunque no lo conozcas. Esto ocurre con las artes escénicas. Es ocio, pero culto. Ya lo dijo Churchill cuando un ministro le pidió que rebajara el presupuesto de Cultura. "¿Y para eso hemos ganado la guerra?", fue su respuesta. E insisto, estamos en un momento importante respecto a la dramaturgia hecha por canarios. No lo digo yo, lo dicen en todos los teatros de este país.

¿Nombres?

Antonio Tabares, Irma Correa, José Padilla y toda una pléyade de gente de otra generación que viene detrás y que son tan buenos o mejores que ellos.

¿Hay una cuota canaria en el Teatro Cuyás?

No. Recuerdo un programa en Asturias con un apartado titulado Los nuestros con otros precios y pases entre semana. Me pareció obsceno. ¿Por qué otras fechas, otros precios? ¿Qué pasa? ¿Son malos? Aquí nunca ha habido cuota canaria ni nadie que nos imponga un porcentaje. Y no lo voy habrá. Aquí se programa espectáculos canarios porque estén a la altura de la calidad que ofrece el teatro y cuánto más haya mejor. Al final las cuotas van en contra de lo que el que las impone quiere conseguir.

¿Lo que sí hay es una atención especial al público infantil?

Nosotros empezamos con un proyecto que se llamaba Toca Teatro. Pero era una exhibición al público general que después incluía pases escolares. Nos dimos cuenta de que no se podía hacer así. Le dimos la vuelta y creamos Teatrae con cuatro espectáculos durante toda la temporada y con todo el aparataje de charlas, cursos, cuadernos, etc. Son de la máxima calidad posible, porque lo que queremos es crear adicción al teatro, que es lo que realmente nos interesa por egoísmo puro (risas).

Si existiera un ranking de ciudades españolas activas en la oferta escénica, qué lugar ocuparía Las Palmas de Gran Canaria con el Teatro Cuyás?

Estaríamos entre los primeros, sin duda. Hay diez o 12 teatros imprescindibles y el Cuyás está entre ellos. Está Madrid y Barcelona; lo que en el País Vasco se llama el Fondo Norte, con Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Logroño; el Lope de Vega de Sevilla y alguno de las dos Castillas. No hay mucho más comparables al Cuyás.

¿Supondría una ayuda para el Cuyás que existiera otro teatro igual de potente en Tenerife?

Ojalá. Y, de hecho, lo hubo. Hace unos cuantos años el Teatro Guimerá era nuestra segunda pata en Canarias. Y estas alianzas son en algunos casos imprescindibles porque para a muchas compañías no le salen los número solo con Gran Canaria. Yo soy de la opinión de que cuanto más competencia mejor. Funciona. Si en una calle se abre un bar, detrás se abre otro y otro. Acaba siendo la calle de los bares y todos ganan. La competencia es buena. Lo que no puede pasar es que se programe todo el mismo día y a la misma hora en la misma ciudad. Esto lo tratamos de evitar. Pero ojalá hubiera en Tenerife, otro en Lanzarote, en Fuerteventura y en La Palma, que lo hay. Entonces podríamos hacer nosotros un Fondo Norte. Podríamos negociar un calendario y un caché. Nos saldría más barato y gana la gente.

¿Se siente, en parte, canario?

Sí. Es mi casa, la de mi mujer y mi hija. Yo comento off the record que estoy dispuesto a cambiar de gremio antes de marcharme. He encontrado mi lugar en el mundo.

¿Qué se puede hacer de cara a las próximas 2.000 funciones?

Pues no lo sé. El teatro no se pueda hacer más grande. Dado que es público debemos mantener una política de precios para que no sea una barrera insalvable. Aquí el que no viene es porque no quiere. No hay excusas. La entrada más cara fue de 45 euros por un musical. Y las tenemos de seis euros. Hay que tener en cuenta que un tercio de nuestro presupuesto sale de la venta de entradas. Después, está el aspirar a tener más público; recuperar el tercer pase de los domingos si la demanda lo permite y que tuvimos que quitar; volver a los grandes espectáculos de hace diez años... Ojalá. Lo que tengo claro es que en el momento en que vea que estamos estancados tomaremos decisiones drástica. Por el momento, estamos bien.

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