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Formaciones rupestres en canarias

Lo que esconden las cazoletas

Los científicos analizan construcciones rupestres visibles en las costas canarias P Los expertos creen que pudieron servir como un medio de comunicación mágico entre los aborígenes y sus antepasados

Siempre habían estado ahí, en los espigones más próximos al mar, en esos salientes de la costa que bañan las olas en un vaivén cotidiano. Son formaciones redondas, perfectas, de tamaños diversos. Hay algunas diminutas, de escasos centímetros, otras en cambio pueden llegar a medir hasta más de un metro, con una profundidad considerable: son las cazoletas de mar, el gran enigma que persigue en la actualidad a los arqueólogos del Archipiélago.

En un reciente estudio sobre estos 'sitios', o yacimientos rupestres, reconocidos expertos en el patrimonio insular y en los restos aborígenes admiten que hasta los años noventa ningún investigador se había planteado la opción de analizar estas curiosas formaciones que serpentean las costas incluidos los islotes.

Al principio fueron muchos los que pensaron que se trataba de hendiduras naturales. También se barajó la hipótesis de que estos agujeros fueran hechos por viejos pescadores para guardar la carnada, o meter el pan duro con el que engodar a los peces. Pero entonces aparecían las primeras preguntas sin respuesta, todos los marineros consultados advertían que las cazoletas o pocetas siempre habían estado ahí, y muchos reconocían que nunca las utilizaban, en realidad para la mayoría pasaban desapercibidas. Y otra gran incógnita, para qué hacer tantas, qué sentido tenía esta sucesión diversa de formaciones redondeadas, bien torneadas, junto al mar. En La Palma hay una zona, en el municipio de Garafía, en la que se han contabilizado 300 cazoletas.

En Lanzarote en la costa norte de la isla, en menos de tres kilómetros desde Mala a Punta Mujeres se han encontrado 195. Pero estas manifestaciones rupestres también pueden verse en La Garita en Gran Canaria, en La Restinga en El Hierro, en La Graciosa, Lobos y en Alegranza. Todas las islas mantienen restos bien conservados de cazoletas, pilones, o pocetas, tan extrañas que también reciben distintos nombres, y lo más sugerente: su uso aún está por descubrir y confirmar.

Y en este interesante proceso hay que destacar el papel jugado como pionero por el investigador lanzaroteño Marcial Medina, quien hace 20 años advirtió sobre la existencia de estas unidades, localizando muchas de ellas, mientras otras han desaparecido sepultadas o arrasadas por obras arquitectónicas.

Los aborígenes y el mar

Una vez detectada la importancia que podían tener estas formaciones en la costa de las islas, un grupo de expertos, liderados por los doctores en Prehistoria María Antonia Perera Betancor, de Lanzarote y Felipe Jorge Pais Pais, de La Palma se propusieron la tarea de encontrar sentido y sobre toda respuestas ante este cúmulo de enigmas aún por resolver, que además podrían aportar nuevas luces ante el comportamiento más desconocido de los aborígenes canarios.

Hay que advertir que en el interior de las islas también existen estas formaciones. Pero en este amplio estudio se entendió que se dedicarían los esfuerzos a valorar las que se encuentran en las zonas costeras, por resultar más abundantes y tener características similares. Como punto de partida se inició la tarea de contabilizar y medir todas las cazoletas, en sus distintas localizaciones.

Todos los historiadores que se han acercado a la realidad de los antiguos habitantes de Canarias señalan que la población aborigen mantenía un gran vínculo con el mar, y no sólo como un medio que les permitía poder alimentarse en aquellas etapas en las que el ganado o la agricultura de subsistencia escaseaban.

José Viera y Clavijo en su libro sobre Noticias de la Historia General de las Islas Canarias al hablar sobre la forma de actuar de los antiguos pobladores acredita que "tenían la facilitad de entrarse por las noches en el mar, armados de teas encendidas y de largos garrotes, daban con ellos muerte a muchos peces? Si divisaban algunas bandadas de sardinas, lisas o chicharros se echaban inmediatamente a nado hombres y mujeres, cercaban la tropa por la parte de afuera, y azotando con algunas varas el mar, las espantaban y conducían a tierra".

Esta sociedad fue capaz de realizar determinados útiles destinados a la captura de peces y a la práctica del marisqueo. Concretamente en Gran Canaria se ha certificado la existencia de anzuelos, hechos con cuernos de carnero que exponían al fuego y después sumergían en agua caliente, con lo que lograban útiles de pesca mejores que el acero.

La información facilitada por distintos historiadores confirma el gran conocimiento que tenían los aborígenes para acceder a los bienes del mar.

Siguiendo esta línea de investigación parece probable que estas manifestaciones rupestres, estas hendiduras fueran hechas a base de golpear con piedras de forma persistente en los salientes de la costa hasta lograr estas formas bien pulidas. Como uno de sus usos, pero no el más importante, no se descarta que se utilizara para escachar erizos, o recoger lapas, guardar pescados. Pero detrás de estas cazoletas hay mucho más, y ahí radica el enorme interés que está despertando, esos otros usos más desconocidos, más difíciles de probar.

Los aborígenes habían venido del mar y allí se encontraban sus antepasados, allí acuden cuando se trata de hacer algo importante.

La costa representa un escenario ideal en el que poder materializar su mundo religioso, mágico y cultural. Se realizan prácticas funerarias, lúdicas, adivinatorias y también se llevan a cabo ajusticiamientos atroces. El individuo que comete algún tipo de delito recibe el peor de los castigos: con una piedra golpean su cabeza hasta que muere. Por qué hacer este ritual en la costa. Para los expertos está claro que muchas de las respuestas vienen de la importancia que tenía para ellos el mar, "el medio marino es el que debe contribuir a darnos las claves para poder interpretar estas intervenciones rupestres", señalan en la investigación Las cazoletas del mar benahoarita (aborígenes de la isla de La Palma) y maxie de Fuerteventura y Lanzarote, una comunicación que será publicada el próximo año, y que ha sido elaborada por doce especialistas, liderados por los doctores en Prehistoria Perera Betancor y Jorge Pais.

Rituales mágicos

En ese estudio se recuerda que la sociedad aborigen procede "de una cultura que llega por mar, es trasladada desde el norte del continente africano hasta este Archipiélago, por lo que el mar es también lo que les separa de su lugar de origen, pero también es el medio que les une, la vía, el itinerario o el camino que posibilita un viaje de retorno. Además de un ecosistema que les proporciona recursos es un espacio de comunicación y contacto con sus antepasados".

El capellán Pedro Gómez Escudero que participó en la conquista de Gran Canaria dejó escrita una crónica que resulta bastante esclarecedora sobre estos sucesos: "Parece que los Maxoreros i Canarios creían, admitían la inmortalidad del alma, que no sabían luego explicar. Tenían los de Lanzarote y Fuerteventura unos lugares o cuevas a modo de templos, donde hacían sacrificios según Juan de Leberriel, donde haciendo humo de ciertas cosas de comer?dicen que llamaban a los Majos [Magos] que eran los espíritus de sus antepasados que andaban por los mares i venían allí cuando los llamaban?"

Se trata de un párrafo muy expresivo y de importante contenido, prestándose a diferentes lecturas: la población aborigen llamaba a los majos o magos, los espíritus de los antepasados que estaban por los mares. También los llamaban encantados, y según la crónica de Gómez Escudero, "los veían con forma de nubecillas a las orillas del mar los días mayores del año, cuando hacían grandes fiestas aun siendo contrarios".

Estaban en el mar y sus dioses o antepasados venían cuando ellos los llamaban. Los arqueólogos se preguntan: ¿Cómo los llamaban?, ¿cómo se les daba aviso?, ¿golpeando el mar con ramas, percutiendo las cazoletas? Gómez Escudero también refiere que hacían grandes fiestas en las que participaba toda la población, aunque fuese enemiga. Es decir, fiestas de ámbito insular, a las que acuden todos, los de uno y otro bando o las distintas facciones o jefaturas. Para Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria resultaba un hecho muy importante.

La doctora en Prehistoria y arqueóloga, María Antonia Perera, considera que los aborígenes podrían utilizar las cazoletas como un lenguaje, como una forma mágica de comunicarse con sus antepasados, con sus orígenes, por eso estas hendiduras, estas formaciones rupestres se hacían en los salientes más próximos al mar, ese lugar del que habían venido.

La Palma

Todavía queda mucho camino por recorrer. Los propios arqueólogos canarios reconocen que sobre las cazoletas existen más enigmas que resultados, pero de momento las investigaciones que se llevan a cabo parecen tan apasionantes y llenas aún de tantas incógnitas que habrá que esperar a nuevos hallazgos.

Las formaciones rupestres más analizadas son las que se encuentran en la isla de La Palma. De hecho sobre estas hendiduras redondeadas y perfectas se han publicado varias tesis doctorales. También llama la atención la gran cantidad de cazoletas que se han localizado en la costa palmera, hasta 300 en una zona, lo que supone una notable diferencia con respecto a las que aparecen en otras islas.

En torno a estas manifestaciones también hay que destacar distintos planteamientos de investigación, desde la posible teoría que se trata de formaciones posteriores a la conquista, en tal caso, con qué objeto y para que hacer tantas. Y también los que ven en esta sucesión de agujeros redondeados posibles vinculaciones con la Astronomía. Una vez más el mundo aborigen y su realidad parece tan enigmático y sugerente que habrá que esperar nuevas teorías y variados razonamientos.

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