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Estrellas de cine en lanzarote

La partida que ganó Omar Sharif

La leyenda cuenta que el actor perdió en una noche una maravillosa casa que había comprado en el pueblo lanzaroteño de Nazaret - La única verdad es que Sharif jugó al bridge y que, además, ganó

Omar Sharif en la famosa partida de cartas que se celebró en un local de Arrecife.

Las leyendas suelen acompañar a las estrellas de cine como una parte esencial de su biografía. Sobre Omar Sharif han circulado varias de estas historias, la mayoría reales y contrastadas, como su larga lista de conquistas femeninas, sus colosales enfados, su pasión por el bridge, y esa sana y envidiable costumbre de empezar siempre la mañana después del mediodía. Tal vez para compensar tanta verdad, el actor egipcio también ha tenido que soportar alguna que otra fábula hecha con tal maestría que ha pasado a la posteridad como una de esas secuencias tan sublimes que tenían que haber ocurrido. Y como enorme anécdota enriquecida con el paso de los años aparece esa famosa partida de cartas que Omar Sharif jugó en Lanzarote y en la que se cuenta que perdió la maravillosa casa que se había comprado en el luminoso pueblo de Nazaret, en el municipio de Teguise.

La verdad es que el actor egipcio estuvo en Lanzarote en los años 70, para rodar la película La isla misteriosa en la que interpretó al capitán Nemo, y también participó en una partida de bridge que había organizado Slavenburg, un amigo holandés de Sharif, que residía en la isla y que compartía con la estrella de cine su fervor por este juego. De hecho este holandés había sido campeón del mundo de bridge.

Slavenburg había llegado a Lanzarote como otros muchos extranjeros, que por aquellos años venían en busca de apetecibles negocios turísticos. Un mundo aún por explorar y en el que aquella isla de los volcanes destacaba por sus grandes posibilidades. Además, todos los que conocían a la estrella sabían de su enorme pasión por el bridge, siempre estaba dispuesto a dejarse tentar si le proponían participar en una interesante partida. En alguna rueda de prensa llegó a confesar que en alguna de esas exclusivas veladas pudo llegar a perder un millón de dólares. Su amigo no quiso dejar pasar la ocasión de ofrecerle a Sharif, durante los días que pasó en Lanzarote, uno de esos entretenimientos que tanto le fascinaban.

Slavenburg fue el que se encargó de elegir a los jugadores, en estas partidas suelen participar cuatro contendientes, y también reservó la mesa en un pequeño restaurante de Arrecife, próximo a la playa del Reducto.

Entre los invitados a esta sugerente velada se encontraba el promotor inmobiliario, Joe Hassan, un gibraltareño afincado en Lanzarote, que también había venido a la isla atraído por el turismo incipiente que afloraba en aquellos años.

Hassan entusiasmado ante la idea de ganar al actor y salir victorioso en un enfrentamiento tan inesperado como atractivo, no calculó los riesgos. Al final, precisamente su ímpetu lo llevó a plantear mal una de las jugadas y acabó por perder ante la maestría de Omar Sharif y de su compañero de juego.

Joe Hassan reconoce que sobre esta partida se han escrito ríos de tinta, algunas exageraciones, por no decir inventos, que con el paso de los años han llegado a formar parte de la memoria colectiva de la isla. Siempre fue una historia tan emocionante que merecía la pena creer que efectivamente ocurrió. Hassan desvela, al fin, lo que pasó en aquella larga noche, de cena, copas, puros y baraja.

Pasión por el juego

Omar Sharif llegó al local acompañado de dos chicas, una de ellas trabajaba de azafata, y la otra tenía una pequeña perfumería en Puerto del Carmen, a las dos mujeres las había conocido durante los días que había pasado en la isla. El grupo que asistió a esa partida y a la cena estaba formado por ocho personas.

El actor siempre mantuvo a lo largo de su vida esa aureola de exótico seductor que tanto encandiló a compañeras de rodaje y a las miles de fans que seguían sus pasos.

Omar Sharif saltó a la fama mundial con su inolvidable papel del jerife Alí en Lawrence de Arabia. La secuencia en la que aparece por primera vez en pantalla resultó tan espléndida que sin duda representa una de las escenas que no se olvidan: en pleno desierto, mientras el personaje que interpreta Peter O'Toole descansa junto a un guía beduino, a lo lejos como un punto que se agita en el horizonte se acerca una figura envuelta en polvo. Sobre un camello engalanado y vestido de negro hace su aparición el enigmático Sharif. Desde entonces su carrera sería meteórica, y su fama de galán se extendería del uno al otro confín.

Con estos antecedentes, nadie duda que aquella noche se vislumbrara como una de esas citas inolvidables que pocos querrían perderse. Joe Hassan recuerda que una de las escasas condiciones de aquella partida fue que había que apostar dinero. Al parecer, a Omar Sharif le gustaba jugar con el atractivo añadido de poder llevarse o de perder algún premio.

En este caso, en ningún momento se trató de apostar una casa, ni un coche. Aquella noche lo único que se jugó fue el precio de la cena, que tampoco fue poco. Joe Hassan, el jugador que perdió en aquella partida tuvo que pagar 4.000 pesetas, "fue una gran cena, y ten en cuenta que éramos ocho personas, eso fue lo único que se apostó, y que yo tuve que pagar".

La casa de Nazaret

Hassan, que conocía perfectamente los negocios inmobiliarios de aquella época, explica con detalle el origen real de esa extendida leyenda en la que se cuenta, ha sido así durante más de cuarenta años, que Omar Sharif había comprado una de las casas que se estaban construyendo en Lanzarote. La realidad es que el amigo del actor, Slavenburg colaboraba con el promotor del Oasis de Nazaret, la nueva urbanización que se estaba edificando en este pueblo de Teguise, y le pidió que si podía decir como publicidad que Omar Sharif se había interesado en una de esas viviendas de lujo. El actor egipcio aceptó por ayudar a su amigo, y de ahí salió está extendida fábula. No sólo se decía que adquirió uno de esos chalets sino que además lo había perdido en una partida de póker.

Esa famosa casa se transformó en un reconocido restaurante que siempre mantuvo como uno de sus atractivos que en algún momento había pertenecido al actor egipcio. Y para culminar la trama se apuntaba que César Manrique intervino en el diseño de esta construcción, algo que la Fundación ha negado en reiteradas ocasiones.

Lo que sí es verdad, en esta peculiar secuencia de claros y oscuros, es que el gran colaborador de Manrique, Jesús Soto, autor entre otros trabajos del diseño interior de la Cueva de los Verdes, sí participó en la distribución de las luces que hay en este restaurante, una vieja cantera, a la que nadie puede negar su gran encanto.

Al final de tanto repetir esta mentira, la mayoría terminó por aceptar que se trataba de una verdad incontestable. La historia impagable de esta partida de cartas resultó tan entretenida, que cuando alguno de los participantes en aquella velada quiso comentar lo que realmente ocurrió, la mayoría prefirió seguir creyendo que sobre aquel tapete, cuatro hombres enigmáticos, ricos y reservados decidieron emular a los más grandes, y enfrascados en una lucha titánica, decidieron apostar gran parte de sus bienes a una sola mano. Como en las grandes películas, en aquel instante, cuando la cámara mantiene ese plano fijo sobre las miradas de los combatientes, sólo valía ganar o perder. Y así, a altas horas de la madrugada, aquel hombre elegante, moreno, con esa aureola que debe acompañar a las estrellas de cine se marchó satisfecho, había vuelto a ganar y de paso, ayudaba a un buen amigo.

Tal vez Sharif nunca sospechó que aquella vieja y hasta simple anécdota, si se observa su ajetreada vida, al final acabaría por agotar su paciencia. Cansado de que los periodistas le preguntaran por esta leyenda, en el último festival de Las Palmas de Gran Canaria al que asistió, quiso cerrar para siempre este capítulo, dejando claro que nunca había perdido una casa en Lanzarote, porque nunca la había comprado.

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