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La lanza española de la OTAN

Un día de entrenamiento con los militares del Regimiento 'Príncipe', unidad de élite de la Alianza Atlántica que puede actuar en 48 horas en cualquier conflicto del mundo

Un soldado del Regimiento 'Príncipe' durante un ejercicio. MARÍA GÓMEZ

Una selva tropical, un bosque de la Europa del Este, un poblado afgano o el zoco de una abigarrada ciudad de Oriente Próximo... Los soldados del Regimiento español Príncipe se preparan para cualquier escenario en jornadas continuadas de adiestramiento que pueden durar día y medio o incluso dos. El batallón San Quintín del regimiento es el núcleo de la brigada Punta de Lanza de la OTAN y puede ser movilizado en 48 horas a cualquier conflicto y cualquier preparación es poca. El coronel jefe del regimiento, Raimundo Roca, pasó once años en las fuerzas especiales y ha inculcado algo de ese espíritu.

Cada disparo del HK G36, el fusil de asalto reglamentario, deja un hiriente pitido en los oídos. Saber que de ese cañón sale un proyectil real, capaz de matar, eriza el vello. Estamos en una práctica, pero el peligro es letal.

Un pelotón de la primera compañía del batallón San Quintín está apostado en el foso de tiro, un laberinto que recuerda a una trinchera de la Gran Guerra. Al doblar cada esquina aparece una silueta, el objetivo, que es preciso neutralizar. Se hacen necesarios dos disparos, lo que en el argot militar se denomina doble tap. Cualquier error en la postura del soldado hace que el segundo disparo se aleje del primero, se vaya al hombro o a la cabeza. Es un error que hay que corregir. Y solo se corrige repitiendo la acción, una y otra vez, hasta conseguir que salga de forma automática, sin pensar.

El ejercicio lo supervisa el capitán de la primera compañía, Roberto Fernández Blanco. Estuvo en Afganistán con las fuerzas de montaña y aún tiene grabado el frío y el barro. Afganistán no entra en los planes de la OTAN, que apunta a los bosques, colinas y llanuras de la Europa del Este. De ahí que el teniente Martínez, uno de los hombres de Blanco, prepare un ejercicio de avance a través de un bosque en el campo de maniobras, donde se aprecian las huellas de los jabalíes, corzos y yeguas salvajes que campan por el recinto. Dos escuadras ensayan cómo responder ante una emboscada. Las frondosas márgenes del Noreña sirven de escenario al siguiente ejercicio, una infiltración a través de un río.

Un soldado del Regimiento Príncipe, durante uno de sus ejercicios tácticos en la zona de La Belga.

El estrés del soldado: fatiga física, frío, hambre, sueño

La imagen de los soldados avanzando en silencio, lentamente, por el río Noreña recuerda la de los norteamericanos avanzando por los cauces de Birmania o Vietnam. Los soldados del teniente Martínez se sumergen hasta la cintura. El coronel Roca asegura que este ejercicio refuerza el liderazgo y la cohesión del grupo. La idea es someter a los soldados a diferentes tipos de estrés: frío, hambre, sueño y la fatiga física inherente a los continuos ejercicios. Situaciones habituales durante las operaciones y, por supuesto, en combate.

Nada más estresante que un ataque frontal. Durante la jornada continuada se hacen varios, uno con fuego real. Los soldados recorren sus buenos 400 metros a tiro limpio, avanzan y se arrojan al suelo, en medio de la lluvia, afinando los disparos al objetivo, y apoyados por una ametralladora ligera MG4. En una situación real, los soldados estarían apoyados en su asalto por los morteros, incluidos los Cardom montados sobre el vehículo de alta movilidad táctico (Vamtac), que fueron la admiración de las tropas polacas, inglesas y norteamericanas en las maniobras en Zagan (Polonia) que supusieron la puesta de largo del batallón San Quintín como núcleo de la brigada Punta de Lanza.

Pero este avance no da idea del riesgo que corren los soldados en campo abierto. Se hace precisa una prueba de "duelo", que muestre al soldado que puede ser alcanzado por una bala enemiga. El teniente Mera, también de la compañía de Fernández Blanco, se encarga del avance, en la vaguada de la sección, una especie de embudo por el que deben subir. Un escenario perfecto para una masacre.

Los soldados avanzan sin conocer la posición del enemigo, cuatro efectivos que se agazapan en la espesura. Se usa munición de fogueo, menos hiriente para los oídos, pero igual de impresionante. Las armas llevan un láser, y cada soldado, cuatro sensores en el casco y el pecho que se activan con un pitido cuando son alcanzados por el haz.

Una vez tocado, el soldado ya no puede seguir disparando su arma. Ha habido algunas bajas. En un combate real sería una tragedia. ¿Qué hay que tener para ser un oficial? Fernández Blanco lo tiene claro: "Sentido común, abnegación, mano izquierda y mano derecha". Y, sobre todo, determinación.

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