La cuenta es extraordinariamente llamativa. Por cada millón de euros de beneficios que Apple tiene en Europa solo paga 50 en impuestos. Un chollo. Pero el de la marca de la manzanita mordida, famosa por ir marcando tendencia con muchos de sus productos, no es un caso aislado. Otras grandes empresas tecnológicas (Google, Microsoft, Amazon y Facebook) han encontrado diferentes vías de agua en las dispares normativas de impuestos de Europa, generalmente gracias a las ventajosas condiciones fiscales que ofrecen Irlanda, y otros países como Luxemburgo, Holanda o Bélgica. Aunque los patrones para encontrar estas vías con las que pagar menos al Fisco son muy similares, ahora la Comisión Europea quiere cortar la avería por lo sano tras años haciendo la vista gorda. De momento, la empresa fundada por Steve Jobs tiene que pagar al gobierno irlandés 13.000 millones por mandato de Bruselas. Es el dinero que se calcula que no ha pagado en impuestos. Google también está en la picota después de que los inspectores hayan registrado en varias ocasiones algunas de sus sedes en el Viejo Continente. Silicon Valley no solo exporta tecnología, también ingeniería financiera.

¿Cómo hacen estas empresas para pagar menos? El camino es similar para todas, e incluye ventajosos viajes transoceánicos. En el caso particular de Apple, la propiedad intelectual de los nuevos productos y diseños que se realizan en Cupertino, una pequeñita ciudad del condado de Santa Clara, en el estado de California, están transferidos a una sociedad europea, ubicada en Cork, la segunda ciudad más poblada de la República de Irlanda. Esa compañía tributan en un paraíso fiscal. Es decir, un producto se inventa a escasos metros del Océano Pacífico, pero las ganancias que generan estas patentes pagan impuestos en unas islas del Atlántico (generalmente las Bermudas, Islas Caimán o Puerto Rico) donde estas tasas están por los suelos, previa escala por el sur de Irlanda. Un viaje de miles de kilómetros y un flujo de miles de millones que en el argot financiero se conoce como "doble irlandés" y que, de cierto modo, está amparado por la legislación del país celta. Así, Irlanda distingue entre domicilio y sede fiscal (el primero hace referencia al lugar donde está físicamente la compañía, y el segundo al sitio donde se pagan los impuestos) de tal manera que la filial de una empresa se considera irlandesa aunque esté abonando sus tributos a miles de kilómetros.

Pero hay café irlandés para todos. Apple, Google o Facebook fijaron, por ejemplo, en Irlanda sus domicilios, pero llevaron sus sedes fiscales a sitios mucho más cálidos. Paraísos de playas tropicales y bajos impuestos. Se estima que, por ejemplo, la red social de Mark Zuckerberg, movió mil millones de euros en derechos de propiedad intelectual entre las dos empresas que tiene en Irlanda, una de ellas controlada desde las Islas Caimán.

La ingeniería no se queda ahí. Apple gestiona todas las ventas que hace en Europa, o África, a través de su filial irlandesa. Sus diáfanas tiendas en estos territorios son meras comisionista de las dos sociedades que la tecnológica tiene en Cork, da igual en qué lugar del Viejo Continente se compre un iPhone, un iPad o un Mac, que los impuestos se van a pagar en tierras celtas. Esta filial compra todos estos productos a sus fábricas de China para así poder gestionar las ganancias que sus ventas dejen. Allí, la tasa de sociedades que grava la actividad de las empresas está en el 12,5%, muy lejos del 25% con el que la legislación española impone a este tipo de actividades, que además se suma a alguna rebajilla extra que consigue gracias a un acuerdo con el Gobierno irlandés. Unos pactos que han enfurecido a la propia Unión Europea. La ventaja fiscal es notable, y el primero en verla fue el propio Steve Jobs, que abrió su sede irlandesa allá por 1981, unos años antes de sacar a la venta sus ordenadores, de nombre Macintosh, que fueron un tremendo éxito de ventas. Pero para no ser acusada de crear sociedades fantasmas en Irlanda la compañía americana dotó a su filial de muchos empleados. Tantos, unos 5.000, que la tecnológica es el primer empleador de la comarca, por encima de la fábrica de la farmacéutica Pfizer, donde hace la Viagra.

Estos sistemas financieros han ido sofisticándose y cambiando a lo largo de los últimos años, y algunos otros países han reclamado su cuota de mercado. Algunas de estas tecnológicas, como Google o Facebook, han mejorado el sistema utilizando lo que se en el argot financiero se conoce como el doble irlandés con sandwich holandés. Aunque sugerente, el apelativo no tiene nada que ver con las costumbres gastronómicas de estos países. Se trata de un entramado de empresas, dos en Irlanda, pero una de ellas controlada desde un paraíso fiscal, como se ha descrito líneas atrás, y otras dos ubicadas en Holanda, una de ellas también con sede en alguna isla tropical, que tiene el único objetivo de pagar menos impuestos. Los ingresos van moviéndose de una a otra de estas sociedades hasta conseguir que los tasas que se han de abonar sean casi irrisorias.

Todo es legal y limpio, como el propio presidente de Apple, Tim Cook ha defendido en una carta a sus empleados después de conocer la multimillonaria multa que le quiere imponer Bruselas, que no ha sentado nada bien a la tecnológica. De hecho, ya ha amenazado con recortar inversiones y plantilla en Europa, si la comisaria de Competencia, M. Vestager, no da marcha atrás.

Una de las principales competidoras de Apple, Microsoft, es también otra especialista en trasladar los derechos que genera toda su propiedad intelectual a paraísos fiscales. Por dos vías, sus fábricas y dentros de I+D de EE UU ceden estas creaciones a Puerto Rico, y desde Singapur hace lo mismo a una sociedad que tiene en las Bermudas, según desvela el medio estadounidense Wired. Así, logra ahorrarse unos diez millones en impuestos al año. Otra que tiene la amenaza de la multa sobre su nuca es Amazon. Desde su sede en Seattle la compañía vende sus derechos de propiedad intelectual a Luxemburgo, donde tiene un acuerdo con el Gobierno para obtener ventajas fiscales adicionales.