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Un largo y miope silencio

Ángeles Caso rescata en su último ensayo, 'Ellas mismas. Autorretratos de pintoras', la brillante obra artística de ochenta mujeres oscurecidas por una historiografía escrita bajo una mirada "patriarcal, cuando no misógina"

Frances Benjamin Johnston.

"El arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues esas cosas sólo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre rara en ellas". La cita, de Boccaccio, escritor y humanista italiano del siglo XIV, no difiere mucho de la opinión manifestada a un periodista por el pintor impresionista francés Renoir, que vivió a caballo de los siglos XIX y XX : "Considero a las mujeres escritoras, juristas y políticas como George Sand, Madame (Juliette) Adam y otras, tan absurdas como monstruos, poco más que terneros con cinco patas. La mujer artista es meramente ridícula, aunque yo estoy a favor de las cantantes y las bailarinas".

Ambas citas, que la escritora Ángeles Caso recoge en su último libro Ellas mismas. Autorretratos de pintoras (Libros de la Letra Azul), sirven como ejemplo del desprecio que la historia del arte ha tenido con el trabajo artístico de las mujeres. Apenas unas pocas son mencionadas en los manuales. La mujer fue objeto del arte, posando para retratos, exhibiendo su desnudez para que los artistas modelaran su cuerpo o sirviendo de inspiración, pero escasas veces fue sujeto. Y la realidad es que muchas fueron artistas, se esforzaron por aprender y por dominar las técnicas, pese a que durante mucho tiempo los mejores centros de enseñanza les prohibieron el acceso; sólo se salvaron las que eran hijas de un pintor y podían realizar el aprendizaje en el taller de su padre o, ya en el siglo XX, las que se podían permitir viajar a París.

Ángeles Caso, que ya rescató a creadoras en su ensayo Las olvidadas, centra este último en mostrar los autorretratos -algunos magníficos y todos interesantes- de ochenta mujeres, setenta y dos pintoras y ocho fotógrafas, a lo largo de toda la historia.

Todas, excepto la archiduquesa María Cristina de Austria, fueron profesionales y la gran mayoría tuvieron carreras brillantes y exitosas que, en opinión de la autora, pone de relieve lo injustificado de su ausencia en la historiografía tradicional y en el canon. Las obras que se incluyen están catalogadas y pertenecen a colecciones públicas -o privadas con acceso al público- de los mejores museos del mundo.

Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Artemisia Gentileschi, Elisabetta Sirani, Angelica Kauffmann, Elizabeth Butler o Frida Kahlo son algunas de las pocas que se conocen, pero fueron muchísimas las que pertenecieron a ese mundo. "La mirada de los historiadores ha sido patriarcalmente miope. Incluso, en algunos casos, misóginamente miope", afirma Ángeles Caso en la introducción.

Ellas mismas, un libro editado gracias a una campaña de micromecenazgo, en la que han colaborado 1.600 personas, museos, librerías, empresas e instituciones -el único gobierno que se ha implicado es el de Cantabria-, rescata para el gran público la vida y la obra de un grupo de artistas ocultas que poco a poco se van incorporando a la historia

del arte, aunque muchas veces, como advierte la autora, las investigaciones deban moverse en la marginalidad de los "estudios de género".

La última obra de Ángeles Caso se inicia con las pintoras de la Prehistoria, ya que según recientes estudios sólo la mitad de las manos de las pinturas rupestres, aproximadamente, son de hombres, y finaliza con la fotorreportera y corresponsal de guerra Lee Miller, que fotografió la liberación de París y la de los campos de Dachau y Buchenwald, entre otros acontecimientos.

Entre las mujeres prehistóricas y las fotógrafas, se incluyen otros seis capítulos: las atrevidas monjas medievales -en la Edad Media se autorretrataban en los códices y uno de los más antiguos recoge el nombre de Ende, la primera artista con nombre propio en la historia europea-; las pintoras del Renacimiento y el Barroco, las artistas del siglo XVIII, las románticas, las rebeldes y las modernas. En el grupo sólo figuran dos españolas, la catalana Lluïsa Vidal y la mallorquina Pilar Montaner, que vivieron a caballo entre los siglos XIX y XX.

En este reportaje se ha seleccionado la obra de diez artistas del grupo de ochenta mujeres creadoras que Ángeles Caso rescata de un olvido histórico, pero es de justicia citar a algunas más: Clara Peeters, de la que se conservan 31 obras firmadas y fechadas entre 1607 y 1621; Rosalba Carriera, la retratista más aclamada de Europa en los siglos XVII y XVIII; Anna María Mengs, a quien se atribuye un retrato de Jovellanos que está en una colección privada; Elisabeth Vigée-Lebrun, pintora oficial de María Antonieta y que a su muerte dejó casi 900 lienzos; Elizabeth Southerden, una de las mejores pintoras de batallas; Mary Cassat, la más poderosa de los impresionistas franceses; Suzanne Valadon, probablemente la primera pintora en representar los cuerpos masculinos y que dejó a su muerte 450 óleos catalogados y más de 300 dibujos, y Gabriele Münter, a quien en el año 1901 se le denegó el acceso a la Escuela de Bellas Artes de Múnich.

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