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Reapertura de un innovador centro cultural

El Almacén de las delicias

César Manrique quiso que Arrecife fuera un faro de la cultura más vanguardista de los setenta - El centro acogió lecturas de poemas de Alberti, exposiciones surrealistas y unas transgresoras fiestas

Manrique junto a su hermana Juana y Alfredo Matallana, preparados para la fiesta. CEDIDAS M. D. L.

Delante del 'Jardín de las delicias' del Bosco la gente se arremolina como si fuera imposible poder escapar a su embrujo. Unos se quedan boquiabiertos, otros tratan de observar con cierto disimulo la variada gama de personajes que sobrevuelan la obra más conocida del maestro flamenco. Al final, todos sucumben ante la delicia que supone contemplar a esa jauría de seres diversos, unos lujuriosos, asexuados y junto a ellos, esas figuras derretidas, extrañas que han servido para la inspiración de otros pintores como Dalí o directores de cine como George Lucas en su saga de la Guerra de las Galaxias. Salvando las distancias, algo así tuvo que pasar cuando en 1974, el artista lanzaroteño César Manrique arropado por sus amigos Pepe Dámaso, Gerardo Fontes y Luis Ibáñez decidió abrir en aquella pequeña y alejada Arrecife un centro de vanguardia similar al que podía existir en Londres o en París.

Fontes, uno de los impulsores de esta innovadora apuesta cultural, recuerda que fue en uno de los viajes que hizo a Inglaterra cuando vio un pequeño centro comercial con gran encanto, y entonces pensó que algo similar se podía hacer en su isla. Manrique, de cuya muerte se cumplieron el viernes 24 años, llevaba tiempo tratando de crear en aquel apagado Arrecife un centro que sirviera para atraer y mostrar toda esa cultura que conocía tan bien después de haber vivido en Madrid, y Nueva York, además de estar en contacto con los más destacados creadores de aquella época. El lugar ideal para levantar lo que sería El Almacén no fue difícil de localizar. Cerca de la Plazuela se encontraban varias viviendas, en aquellos momentos en desuso, y que habían servido para acoger la sede de la antigua Escuela de Artes y Oficios. Dispuestos a iniciar los cambios que fueran necesarios para comenzar con su nueva aventura, en 1973 los cuatro amigos compran estas casas y se inicia la remodelación. Un año después abre sus puertas este nuevo centro polidimensional, concebido para desarrollar la cultura contemporánea en sus múltiples facetas.

El Almacén aparece en la escena pública de Lanzarote y del mundo sin caretas ni dobleces. Aún con Franco vivo, los promotores de esta idea deciden ponerle al bar que hay dentro de esta sala el nombre de Picasso, la librería se llama Federico García Lorca y el cine Luis Buñuel. La Administración del Estado, como dice Fontes, "nos pone el ojo".

Gerardo Fontes era el encargado de llevar ante el Delegado del Gobierno la programación prevista, "lo miraban todo, teníamos que llevarle hasta los discursos de los artistas, y muchas veces nos tiraban abajo las cosas, decían que eso no se podía ofrecer. Aunque ya era la última etapa del régimen, todavía no estaban preparados para lo que nosotros proponíamos".

Muchas veces es el propio César Manrique el que tiene que llamar a sus conocidos para que las autoridades relajen sus exigencias y así puedan exponer o leer sus poemas algunos de los artistas 'mal vistos' durante aquella oscura etapa, contaminada por los últimos estertores del Franquismo.

Fontes sostiene que los dos primeros años fueron maravillosos. Los actos se sucedían de una forma imparable, con exposiciones novedosas, impresionantes. Se pudieron ver obras de Pierre Alechinsky, Manolo Millares, Óscar Domínguez o Antonio López.

Nadie decía que no, todos querían venir a El Almacén. Alfredo Kraus, cada vez que visita la isla, se pasaba por allí. Actores como Lee van Cleef, que rodó en Lanzarote 'Por la senda más dura' disfrutó de largas veladas en el bar de este centro, lo mismo que Omar Sharif.

Las casas pintadas de blanco que acogían a este refugio de las vanguardias se convirtieron en el lugar de paso obligado de personalidades, turistas y miles de curiosos que querían ver de si aquello que contaban era de verdad.

Envuelto en la salsa de lo prohibido, El Almacén repuntaba como un icono imparable. También ocupan un lugar destacado en la memoria de los conejeros las famosas fiestas que se siguieron organizando en estos locales. Sobre todo los carnavales alcanzaron un nivel de libertad casi plena. Como muestra de aquellas jaranas, las fotografías que recogen a varios integrantes de la familia Manrique, entre ellos a la incansable Juana, hermana de César, vestidos para la ocasión con los disfraces más llamativos. Entonces, todos los que querían divertirse o simplemente aparecer en aquel escaparate de modernidad y trasgresión tenían que pasarse por aquellos salones.

Ajenos a cualquier consideración que no fuera promover la cultura en todas sus variables, hay que destacar el papel que desempeño la librería. Sobre todo en los setenta se convirtió en el lugar especial para los que confiaban en leer textos difíciles de localizar en otros puntos de la isla, incluso en el resto de Canarias.

La fotógrafa Carmela García recuerda pasar por allí y quedarse un buen rato leyendo un libro, "es que te lo dejaban, era maravilloso. Y además, podías ver a César, de un lado a otro, acompañado de otras personas, que entonces nos resultaban extrañas, distintas a lo que estábamos acostumbrados".

Era lo normal, entrar en alguna de las salas y tropezarse de pronto con la vehemencia de Pepe Dámaso, de Lola Massieu con esa aureola de colores arrebatados, que tanto llamaron la atención, y los carteles que anunciaban la próxima exposición del pintor japonés R. Kozakai.

En ocasiones se ha criticado a Manrique al considerar que no apoyó a los creadores de la isla. Sin embargo, la puesta en marcha de este centro contradice estas versiones. Muchos pintores, fotógrafos, escritores bebieron en ese gran lujo que fue este centro. Se les brindó la oportunidad de presenciar la obra de artistas consagrados, que de otra forma hubiera sido imposible. En muchos casos, como reconoce Carmela García fue el punto de partida de generaciones posteriores de pintores lanzaroteños como Gopar, Pedro Tayó o Carlos Matallana y de escritores como Félix Hormiga.

Como plantea el poeta, ensayista, Lázaro Santana, El Almacén fue una apuesta personal de Manrique, "el éxito y la repercusión que tuvo este centro se debe a su trayectoria, a su fama como artista consagrado. De lo contrario, si detrás no hubiera estado César, crees qué hubiera venido a leer sus poemas Rafael Alberti, venían porque él se los pedía".

Lázaro Santana, gran conocedor de la obra del artista conejero, tuvo la suerte de asistir a la inauguración de El Almacén. Y reconoce que para Arrecife aquello fue todo un acontecimiento, pero desde lejos también cree que este fenómeno se ha exagerado mucho, además de ser un centro muy idealizado por los lanzaroteños. "Para César fue una obra más en su biografía, y sin lugar dudas está muy lejos de ser su creación preferida".

Para Gerardo Fontes, uno de los fundadores de esta iniciativa, sí cree que el espíritu de El Almacén, "lo que significó para la isla, y para Canarias fue muy importante para César, en realidad dice mucho de su forma de ser. Además, nunca he entendido porque la Fundación (FCM) no valora como merece este centro, como una de sus creaciones". Con la llegada de la Democracia, se perdió esa salsa de lo prohibido y aunque siguió siendo un lugar de referencia, ya no es el único espacio abierto en el que acceder a todo lo que huele a vanguardia.

El Almacén ha tenido una vida larga y dilatada, con muchos tropiezos, cierres ocasionales y también con cambios en la dirección. En 1989 Manrique vende el edificio al Cabildo, y una parte considerable de este espacio se convierte en las nuevas dependencias del área de Cultura. El centro continuó su actividad hasta 2009. Bajo la dirección de Alejandro Aguilar se siguió apostando por mostrar la obra de artistas locales y se proyectaron excelentes ciclos de películas.

Después de nueve años en los que parecía que había caído su telón, el próximo jueves, 29 de septiembre, este icono y faro de la Cultura más vanguardista volverá a abrir sus puertas.

Seguramente la grandeza de este edificio radica en todas esas historias personales que hay a su alrededor, pintores que hoy colaboran en su remodelación recuerdan que allí se bebieron su primera cerveza y vieron una de esas películas que siempre recordarán.

El propio consejero de Cultura, Óscar Pérez, pudo disfrutar de los últimos estrenos que llegaban a la sala Luis Buñuel desde la sala de proyecciones. Su hermano Juan fue durante años el encargado de poner la cinta. Y así en una especie de Cinema Paradiso particular, El Almacén reaparece como uno de esos recuerdos tan cálidos que nunca se olvidan.

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