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La amante asturiana de Galdós

El escritor tuvo una hija con Lorenza Cobián, a la que conoció en Santander - La joven, tan atractiva como reacia a aprender a leer y escribir, nunca se quiso casar

Don Benito siempre está de actualidad. Al encontrarse tres especialistas de la obra galdosiana, entre los que destacan el cartedrático Smith de la universidad de Boston y una licenciada de la de Nueva York recopilando las correspondencia privada que Galdós siempre quiso ocultar, nuestro universal novelista está adquiriendo en América un relive más acusado.

Cada año se conmemoran con entusiasmo las efemérides más sobresalientes del autor de los Episodios Nacionales, tanto a base de congresos, ofrendas florales, ciclos y conferencias en su casa-museo de la calle Cano; y, de igual modo, su extensa parentela canaria es asiduamente señalada, indicándose con orgullo en los textos sus nexos de consanguinidad. Sin embargo, los descendientes directos del laureado escritor, residentes entre Madrid y Santander, se lamentan al comprobar que nunca se les mencionan ni se les tienen en cuenta en la ciudad natal de su ilustre y venerado antepasado cuando tienen lugar las referidas celebraciones.

Recordando la trayectoria amorosa de nuestro paisano en tierras peninsulares, resalta el nombre de la parragesa Lorenza Cobián González, una atractiva e inculta modelo asturiana que fue pintada por los artistas Emilio Sala y José María Fenollera, cuyos cuadros llegaron a ser expuestos en la Exposición Nacional de Pintura de Madrid. En los medios artísticos de Santander, en donde Lorenza pasaba largas temporadas en casa de unos tíos, conoció a don Benito, soltero y cuarentón, por lo que el escritor comenzó a complementar su entusiasmo con la moza con el deseo de que la modelo y amante aprendiera a leer y escribir. Pronto se quedó embarazada, dando a luz un niño que falleció al poco de nacer.

Mediados los años 1880, don Benito, establecido en Madrid, le puso casa a Lorenza en la capital de España y también en Santander para pasar los veranos. Parece que Galdós se burlaba de ella porque no le interesaba leer sus libros, alegando la modelo que no leía ni los de él ni de ningún otro escritor. Sus descendientes acreditan que Galdós le pidió varias veces a Lorenza que se casara con él, pero ella no quiso porque no creía en el matrimonio, añadiendo "que cuando uno se casaba perdía la ilusión".

Depresiones

El 12 de enero de 1891 nace en una casita de la Cuesta del Hospital, a las diez de la mañana, en Santander, su segundo hijo, María, a la que solo se dio el apellido Cobián, la cual viviría en Madrid con su madre hasta el trágico fallecimiento de la progenitora. Lorenza, de 55 años de edad, comenzó a sufrir depresiones y otros síntomas de inestabilidad y ya empieza a intentar suicidarse. El 26 julio de 1906 es detenida por intentar arrojarse sobre la vía al paso de un tren en la estación madrileña del Príncipe Pío. Llevada inicialmente por la policía a la Casa de Socorro, donde diagnosticaron que padecía enajenación mental, la trasladaron luego a los calabozos del Gobierno Civil. Cuatro días más tarde apareció ahorcada con un pañuelo en la lúgubre celda madrileña. Los galdosianos están convencidos que el carácter y suicidio de Lorenza le sirvieron a don Benito para inmortalizar a sus personajes femeninos, especialmente en Fortunata y Jacinta, donde la hembra protagonista es inculta y fuerte y de dramático final.

Tras el fallecimiento de su madre, María Cobián, de 15 años de edad, pasó a formar parte del coro de mujeres que atendía el hogar de don Benito en la madrileña calle de Hilarión Eslava. Su padre biológico le dio su apellido, se ocupó de su educación y convivió con ella hasta su muerte. El escritor poco antes de morir tuvo la satisfacción de dar su consentimiento para que María Pérez Cobián contrajera matrimonio con el madrileño Juan Verde Rodríguez, jefe de Estadística del Ayuntamiento de la capital. Los apellidos unidos de Pérez-Galdós arrancan de una Real Orden de Alfonso XIII, tras los informes favorables del Consejo Supremo de Guerra y Marina, que tuvo a bien autorizarlo para que quedaran perpetuados en la memoria de los descendientes del hermano del escritor, Ignacio Pérez Galdós, Capitán General de Canarias.

Doña María y su esposo Juan Verde hermosearon la casa familiar de verano de la finca de El Gallán, en la localidad de Parres, fabricada por el escritor, tan impregnada de recuerdos galdosianos y cuya relación sigue aún muy viva. Por sus aposentos, al decir de su bisnieta Ángeles, pasaron otras muchas mujeres que estuvieron relacionadas a lo largo de la tormentosa y secreta vida privada del fogoso e ilustre canario, como la novelista Emilia Pardo Bazán, la actriz judía Concha Ruth Morell, de la que hay un rizo de su cabello guardado en la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas y de la que se dice que fue la inspiradora de Tristana; y, entre otras, Teodosia Gandarias, con la que al parecer don Benito tuvo otro hijo que nació muerto.

Los nietos

Benito Pérez Galdós tuvo tres nietos. El último nació el 28 de octubre de 1919, pocos días después de que el escritor sufriera la grave crisis de uremia de la que ya fue imposible levantarse de la cama y la causa de su ceguera y, además, de la arteriosclerosis con hipertensión . El primero de sus nietos se llamó Lorenzo, en honor a la difunta asturiana, fallecido siendo un bebé, luego vinieron Rafael y Benito. Entre ambos natalicios nació muerta una niña. La familia residía en Madrid y estuvo muy integrada, en donde la madre solía cantarle a los hijos las melodías infantiles transmitidas por don Benito y aprendidas en su niñez. La cita obligada de cada verano era la visita a la Santina de Covadonga y a los predios galdosianos.

Los nietos de don Benito que alcanzaron mayoría de edad fueron dos reputados doctores ingenieros de Minas, y Rafael, un brillante profesor de la Escuela de Ingeniería de Madrid. Ambos llevaban con orgullo de segundo linaje el apellido Pérez-Galdos. Los dos contrajeron matrimonio y lograron darle al autor de Doña Perfecta cuatro bisnietos: la citada María de los Ángeles y Rafael Verde Franco, también doctor ingeniero; y Luis y Juan Verde Muntan, los primeros asentados en Santander y los últimos en la capital de España.

Doña María tuvo cierta relación con nuestra ciudad. El 4 de enero de 1931 una Junta nombrada en el Círculo Mercantil de Las Palmas preparó una Semana Galdosiana. Asistió su hija acompañada de su esposo Juan Verde y su nieto Rafael. Entre los actos, se colocó la lápida con su apellido en la calle de Pérez Galdós (que también se dice que es relativa a su hermano Ignacio), y en el monumento que un año antes se levantó en el muelle de Las Palmas debido al cincel de Victorio Macho se depositaron flores. En el agradecimiento de despedida de aquel emotivo acto, Luis Doreste Silva dijo: "¿Por qué no reposan los restos mortales de Don Benito en su tierra natal?"

Sobre este asunto su hija doña María no accedió a ello. En el panteón del cementerio de la Almudena que compró don Benito en 1901 para sepultar a su cuñado, José Hermenegildo Hurtado de Mendoza, reposan muchos miembros de la familia. Doña María llevaba con frecuencia flores tanto a su madre Lorenza como a su padre, y su deseo era seguir dedicando ante las tumbas de sus progenitores sus oraciones.

La hija de don Benito falleció en su domicilio madrileño de Conde de Aranda, a los 81 años de edad, el 24 de septiembre de 1972, y yace con su padre en la sepultura familiar, un sepulcro que a pesar de ser propiedad a perpetuidad, una medida legal de 1964 del Ayuntamiento de Madrid estableció que era necesario renovar cada 99 años su uso. Tras conversaciones mantenidas entre el consistorio, los bisnietos de don Benito, y el Cabildo Insular de Gran Canaria que mediaron para que se resolviera la propiedad definitiva de la tumba, el ayuntamiento madrileño resolvió donar en 2005 los terrenos del mausoleo a la familia con el fin de evitar que los restos del mas universal de los escritores españoles fueran a parar a un osario común.

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