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el guardiÁn de las maretas de arrecife El jardín de Argana que vigila noche y día y para el que paga de su bolsillo las semillas, es como un pequeño oasis en el desierto

Dieciséis aljibes con mucha historia

Lanzarote siempre fue una isla sedienta. La escasez de lluvia convirtió a esta tierra en un lugar miserable, agónico. El destino de muchos lanzaroteños fue pasar hambre o emigrar en busca de simple supervivencia. A principios del siglo XX, las autoridades canarias pidieron al rey Alfonso XIII que aprobara la puesta en marcha de una obra hidráulica importante, con la que suplir esta escasez. Las maretas del Estado, situadas en Argana baja, representaron un gran avance. Sus dieciséis aljibes sirvieron para canalizar y recoger el agua que corría por los barrancos y también a través de una tubería acogía el agua de las galerías de Famara. Gracias a las maretas se logró responder a las demandas de la población, no de manera total. Lanzarote necesitó que de otras islas trajeran en barco agua potable que se repartía por los pueblos a través de carros y camellos, cargados de bidones.

Sólo hasta que el ingeniero Manuel Díaz Rijo hizo posibles instalar en Arrecife la que sería la primera desaladora de Europa, y ofrecer agua corriente a los vecinos, las maretas y sus aljibes habían tenido que jugar un papel esencial en el desarrollo de la isla. Lanzarote tuvo que esperar al año 1965 para tener luz y agua, procedente del mar. Desde mediados de los años sesenta, la importancia de esta obra fue perdiendo cada vez un mayor protagonismo hasta convertirse en una mera anécdota. Finalmente se olvidó y el espacio pasó a transformarse en un gran vertedero que la gente confundió con un punto limpio, en el que se podían depositar todo tipo de desechos. Sólo la incansable labor de León Tejera impidió que una montaña de basura llegar a ocultar la realidad de un patrimonio histórico.

En 1997, el artista Juan Gopar impulsó un proyecto para reconvertir el espacio en el Centro de Cultura Contemporánea de Lanzarote y el Centro Lanzarote en la Biosfera.

Cada uno de los depósitos de agua, que hay debajo de este gran solar, acogería una sala de exposiciones, un cine-auditorio para trescientas personas, varias aulas didácticas de restauración, arte, música, vídeo y fotografía, una tienda, una cafetería y una zona de administración. También un centro de documentación y un observatorio sobre sostenibilidad y calidad de vida.

Sobre el proyecto Maretas, hace años que no se tiene noticias. En el Ayuntamiento de Arrecife se aprobó hace unas semanas una propuesta que hizo el grupo Ganemos no sólo para reconocer el trabajo de León Tejera, sino que se pedía enviar un equipo de jardineros que colabore en el mantenimiento del jardín y de la limpieza de la zona. La moción, presentada por Leticia Padilla, recibió el apoyo de todos los grupos. También han logrado que desde Alcaldía se comprometan a insistir ante el Cabildo para que se retome el proyecto Maretas.

La Corporación insular mantiene que esa propuesta se está ejecutando, de hecho el año pasado se llevaron a cabo trabajos de rehabilitación del interior, aunque de momento, el acceso a estas naves sigue cerrado. Con la puesta en marcha de este ambicioso proyecto también se buscaba relanzar la vida de barrios periféricos de Arrecife como Argana, Titerroy o Maneje. Mientras tanto, la realidad es que sólo un señor de 90 años, León Tejera, sigue empeñado en poner algo de orden y belleza en esta parte de la ciudad.

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