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Frankenstein y el año en que no hubo verano

La novela romántica de Mary Shelley nació hace dos siglos en una Europa sacudida por el frío y la guerra

Ilustración de "Frankenstein", la novela de_Mary Shelley. LP/DLP

Se han cumplido dos siglos del año en que no hubo verano. El tiempo se volvió frío y lluvioso: la erupción de un volcán indonesio había alterado, al parecer, la meteorología. Entonces, unos cuantos amigos en una casa en Suiza se acercaron al fuego de la leña ardiente de una chimenea y acordaron escribir una historia sobrenatural. El resultado, como ya algunos saben porque la historia es conocida, fue asombroso.

En el inclemente verano que no fue de 1816, Mary Shelley tenía dieciocho años y estaba enamorada del poeta Percy Bysshe Shelley, que visitaba frecuentemente la casa de su padre William Godwin, político radical, librepensador y novelista. Su madre, Mary Wollstonescraft, autora de "Vindicación de los derechos de la mujer", una obra protofeminista, había muerto de una infección poco después de dar a luz. Godwin, que desaprobaba la institución matrimonial y logró sobreponerse a ello para casarse, volvió a hacerlo de nuevo al quedarse viudo. Mary Shelley, entonces Godwin, despreciaba a la madrastra que irrumpió en su vida junto a sus dos hijos Charles y Jane, que más tarde elegiría llamarse Claire. Jane, impulsiva e inquieta, coqueteaba con Percy Shelley y acabó convirtiéndose en una pesadilla de la vida conyugal temprana de Mary. Pero no la única.

En realidad nunca había sido una relación fácil para nadie. El poeta estaba casado y era padre de un niño cuando se volvió loco por la hija de Godwin. Luego surgió Claire Clairmont, con quince años. No hay triángulo en el amor emocionalmente estable. Todos ellos se fugaron de Londres en dirección al Continente y vivieron bajo condiciones adversas, al borde de la miseria.

Por si las desdichas no fueran suficientes, Mary dio a luz a un niño que nació prematuramente y murió al cabo de unos días. Aquel verano del volcán indonesio se fueron a descansar, los tres, a orillas del Leman, en la Villa Diodati, donde Lord Byron se convirtió en amante de Claire. El grupo lo completaba John William Polidori, médico de Byron, que había planeado, igual que el resto, disfrutar de las bellezas del paisaje y del lago.

Cuando el tiempo se torció buscaron la forma de entretenerse. Habían estado leyendo relatos de fantasmas traducidos del alemán y, tras largas horas de conversación en torno a la hoguera, por sugerencia de Byron, se pusieron de acuerdo para escribir sus historias sobrenaturales.

Como recrea Emmanuel Carrère en "Bravura" -una de las novelas de los inicios que acaba publicar en castellano Anagrama- la única que cumplió el desafío fue Mary. Shelley se puso manos a la obra y al final arrojó la toalla; no se encontraba cómodo con la prosa, y trasladar a ella sus versos resultaba misión imposible. De Byron y Polidori no salió nada en limpio salvo la historia de un vampiro que el primero había esbozado y el segundo llegó a plasmar por escrito atribuyéndoselo al poeta, que posteriormente lo desmintió. Polidori, que entonces tenía 21 años, se suicidó poco después, a los 25, bebiendo ácido prúsico y harto de litigar con los editores.

Ninguno de los veraneantes de Villa Diodati tuvo un final feliz. Shelley se ahogó en 1822 en La Spezia tras una incursión temeraria en la bahía, Byron contrajo el tifus en Mesolongi dos o tres años después. Mary vivió hasta los cincuenta cuidando del legado de su amado Percy Shelley, y murió a causa de un tumor cerebral en 1851; y únicamente Claire sobrevivió 63 años para ver el éxito obtenido por Frankenstein, el relato que se convirtió en una de los espectros más inquietantes de la ficción de todos los tiempos. En la Europa de1816 se amontonaban los cadáveres de las campañas napoleónicas. Mary había tenido la oportunidad de visitar en el Rin el castillo de Frankenstein donde, según la leyenda local, un joven llamado Konrad Dippel intentaba reanimar los cuerpos robados en los cementerios mediante la inyección de una mezcla de sangre en la médula. Obsesionada por la idea de la inmortalidad y la vuelta al principio de la vida, una de aquellas noches tuvo la visión estremecedora del estudiante y del horrible fantasma, y a partir de ese momento se dedicó a transcribir los terrores de su almohada. Acabó su novela romántica "Frankenstein", el moderno Prometeo, un año después, en una espiral de violencia, dolor, soledad y miedo, inmersa en el remordimiento y la culpa.

Todo tiene su explicación: en el ínterin, Mary y Percy regresaron, desde el mundo de las sombras de Villa Diodati, a Inglaterra. En octubre, la media hermana de Mary, Fanny Imlay, se suicidó. La misma Mary experimentaba ansiedad por su segundo embarazo, el primero, recuerden, se había saldado con una muerte prematura de su hija, y su madre había fallecido en el parto. Al final de 1816, los Shelley se casaron en Londres gracias a que la esposa de Percy, Harriet, se había quitado la vida, con veintiún años, arrojándose al Serpentine, en Hyde Park. Todo ello después de que un volcán en Indonesia llenase los cielos del mundo de ceniza y azufre y ocasionase en la lejana Europa el verano más frío del milenio.

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