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los antecedentes canarios de fidel castro

El nieto revolucionario de Dominguita la santera

El isleño Fidel del Pino apadrinó al hijo de Lina Ruz que tomó ese nombre

El nieto revolucionario de Dominguita la santera

El propio comandante revolucionario lo confirmó durante su breve paso por el aeropuerto tinerfeño Reina Sofía en junio de 1996. Fue a recibirlo Manuel Hermoso, y al estrecharle la mano, con gesto de satisfacción Fidel le espetó: "Mis antepasados procedieron de esta brava tierra. Yo soy más canario que gallego. Antepasados por parte de mi madre nacieron aquí".

El controvertido líder cubano debió de recordar, al pisar suelo insular, los humildes antecedentes canarios de su castigada y ofendida progenitora por el hacendado gallego, Ángel María Castro que, según era opinión de la colonia campesina isleña, la marginación padecida a lo largo de su adolescencia fue el detonante que marcó el carácter y la rebeldía de aquel revoltoso y corpulento muchacho criollo.

Como se sabe, la colonia canaria es una de las comunidades más numerosas en Cuba. Se fecha que los primeros isleños que se establecen en la isla llegaron en el 1492. Incluso, cuando se construyó el cuartel de Mata, su costó se financió con la venta de la primera remesa de esclavos negros implantados en la isla caribeña, Se ha llegado a decir, que los canarios representaron a lo largo de los siglos el 25´6 por ciento de los inmigrantes de La Habana.

Así es que en el transcurso del siglo XIX, la pobreza endémica campesina del Archipiélago convirtió a nuestras islas en el principal país de emigración que, junto con Puerto Rico, absorbían a la mayor parte de los inmigrantes canarios que llegaban a América para mejorar sus condiciones de vida, algo que, a pesar de todo, conseguían a duras penas en la otra orilla del Atlántico.

En la guerra de la independencia cubana, participaron numerosos isleños y descendientes de ellos en el bando libertador, entre los que destacó el admirado prócer José Martí, también de origen canario, participando también muchos insulares en las llamadas filas realistas, que luego llegarán a arrepentirse cuando Cuba les cerró sus puertas por no haber luchado por su causa.

Esto último debió de ocurrirles a Domingo González y a su mujer Isabel Ramos, naturales de las medianías de Gran Canaria, que junto con su pequeño retoño, Dominguita González Ramos, alias la santera, se establecen en el prometedor país antillano durante el último tercio del siglo XIX. La nueva tierra no les fue próspera, y el matrimonio vive asentado en una finca de cañaverales en la cual trabaja duro por un escaso salario que solía abonarle sus exigentes patronos.

Dominguita la santera, como buena canaria, es físicamente agraciada, y entre los trabajadores de la hacienda se encuentra Francisco Ruz Vázquez, un cubano de Pinar del Río de origen andaluz que por sus rasgos cordobeses le apodan el turco. Del turco, transportista de cañas en su carreta de bueyes, y la isleña Dominga, nacen dos hijas, destacando, entre ellas, la guapa Lina Ruz González, que viene al mundo¨en la llamada localidad de Las Catalinas en septiembre de 1903. Pero como la belleza no siempre da para comer, la adolescente Lina, con catorce años cumplidos, entra a servir de criada en el cortijo del gallego Ángel María Castro Argiz, un ex combatiente que había participado en el bando libertador de la guerra de Cuba en 1895, y que al regresar de nuevo a su tierra para contraer matrimonio con la novia que había dejado en Lugo, la encontró casada.

Después de un breve tiempo de ejercer de panadero en Madrid, el ex soldado sintió añoranza por la isla caribeña y las ardorosas muchachas de la Perla de Las Antillas. En el vapor francés Mavane, el joven gallego, de 24 años de edad, arriba por segunda vez al puerto de la Habana en diciembre de 1899.

El ahora campesino Ángel Castro pronto encuentra consuelo en la joven María Luisa Argote Reyes, una maestra de Banes, de la provincia de oriente, con la que alcanza durante el matrimonio cinco hijos: Manuel, Lidia, Pedro, Antonia y Georgina. La familia vive en la localidad de Birán, una salvaje comarca de cañaverales del oriente cubano, en una chabola de madera levantada sobre pilares de piedra al estilo gallego, y en cuya heredad, rodeada de animales, el rústico aldeano se convierte en capataz de los obreros y con el tiempo adquiere cierta prosperidad de latifundista y terrateniente aislado. Tiene por socio al canario de la Vega, Fidel del Pino.

Mientras la satisfecha pareja y sus hijos viven en la casa familiar de la finca de Manacas de Birán, en la provincia de Holguín, el resto de los trabajadores campesinos tiene su humilde acomodo en los chamizos que para su habitación les ha destinado el patrono. Los encantos de la mestiza canaria, que ahora se cuida de los fogones de la cocina de la residencia de su jefe, no pasan desapercibidos, y el amo y patrón, posiblemente ejerciendo el derecho de pernada de los dueños de las haciendas, la deja preñada. Lina apenas tiene veinte años cuando en el chamizo da a luz a Angelita, la primogénita de una larga saga. Luego vendrán Ramón, Fidel, Raúl, Juanita de la Caridad (la hermana díscola del comandante que colaboró con la CIA), Emma y Agustina. El impetuoso gallego también compartía el tálamo con Generosa Mendoza, de cuyo enredo nació en 1930 Martín.

De todos estos hijos, las malas lenguas afirman que Raúl, el actual presidente cubano, no lleva sangre de los Castro, pues su madre, que entonces era soltera y sin compromiso que la atase, lo tuvo con otro señor de la colonia campesina de Canarias.

Al designado presidente lo apodan los exiliados cubanos de Miami, la China, porque dicen que su fisonomía se aleja bastante de los agraciados rasgos del resto de sus hermanos. Toda aquella prole se apellida inicialmente Ruz González y es acusada con saña de bastarda.

Refiriéndonos a Fidel Hipólito Ruz González, el niño nace un 13 de agosto de 1926. Su padrino y homónimo es el citado isleño Fidel del Pino, que es quien a hurtadillas lo lleva a la iglesia a bautizar y en cuyo honor llevará su propio nombre. Casualmente, otro canario, habitual de la prensa isleña y cura párroco que fue de la iglesia de Santo Domingo de Vegueta, Santiago Pérez Mesa, se divertía refiriendo que había nacido el mismo día y a la misma ahora que Fidel Castro, pero en una finca de San Fernando de Camarones, en Santa Clara. Cuando Fidel cumplió 18 años anuló su segunda onomástica de Hipólito por el de Alejandro, ya que estaba obsesionado por la legendaria figura de Alejandro Magno, a quien se propuso desde entonces imitar.

Fidel y sus hermanos se educan en el colegio católico que regentan los jesuitas. Es un brillante e inteligente estudiante, pero su mácula de ilegitimo le granjea antipatías entre el resto de sus compañeros y profesores. En 1918, Cuba había sido el primer país latinoamericano en aprobar la Ley de divorcio. La novedad produce en la isla el mayor indice de separaciones, agravada por una escasez enorme y creciente de viviendas. El requisito logra que don Ángel Castro, cansado de compartir las sábanas con la maestra, se divorcia de su legítima esposa, la señalada María Luisa Argote, y contraiga definitivo matrimonio en abril de 1943 con Lina, la castigada mestiza canaria, cargada ya de hijos, que cifraba los 40 años de edad. Será en este momento cuando la saga de hermanos Ruz González adquiera por ley el apellido Castro, incluyéndose en la nómina registral al actual presidente que, como se ha sugerido, parece que proviene de otra camada.

Legitimado a los 17 años de edad, Fidel Alejandro emprende con entusiasmo estudios en la Universidad de La Habana y se licencia en Derecho Civil. Tiene carisma, deslumbra y una buena caligrafía, como lo refleja la foto firmada que me envió hace más de cuarenta años. Con sus estudios de Derecho comienza a reflejar su carácter temperamental, pasional e inconformista del que alardeaba que lo había heredado de su ascendencia isleña. No mintió cuando le dijo a Manuel Hermoso que se sentía más canario que gallego. Por aquel tiempo universitario también comienza a tomar parte de asociaciones estudiantiles y se unió al Partido del Pueblo Cubano, que denunciaba por aquel entonces la corrupción de los dirigentes dictat ales de la época (?).

Su primera participación bélica fue a los veinte años de edad contra el entonces presidente de República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo, otro nieto de un canario que ponía inyecciones en su despacho de prácticamente a la vera del barranco Guiniguada. Aquella emboscada, que fue preparada desde Cuba, resultó un fracaso.

En junio de 1955 es cuando Castro conoció a su admirado y primer comandante, Ernesto Guevara. Fidel queda seducido por el médico argentino por su sinceridad y el aire de estudiante que le adorna y le confía la Banca Nacional y el Ministerio de Industria y Economía. El asesinato clandestino de Guevara en Bolivia en colaboración con la CIA produjo en Fidel (según sus palabras, que parecen que son falsas porque con su muerte se anulaba la competencia) un amargo dolor del que nunca se ha podido desligar. Su fotografía, en su despacho, le acompañará siempre.

Lo demás ya se conoce por la historia. El triunfo de la revolución dura casi sesenta años y el mundo piensa que ha llegado la hora de que se de paso hacia un sistema libre y democrático.

Con estas liíneas póstumas dedicadas al mandatario desaparecido hemos querido recordar la gran influencia canaria en el amplio continente americano. En la larga lista de presidentes de sus repúblicas, un gran porcentaje llevaron por sus venas sangre insular.

En Cuba también destacaron Alberto Herrera Franchi en 1933, oriundo de Tenerife y Fulgencio Batista, de los Batista de Arucas de toda la vida. En Venezuela la nómina es más extensa.

Desde Simón Bolívar, que arrastraba genes de los Sarmiento del pago de Tejeda, el pueblo recientemente galardonado como uno de los más bonitos de España, a José María Vargas, también de Arucas; Carlos Soublette; los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas, oriundos del barranco de Valleseco, a Rafael Caldera y Rómulo Betancourt, de sangre palmera.

Hasta en los genes del controvertido bolivariano Hugo Chávez, los genealogistas venezolanos han encontrada perdida en las selvas a una Arencibia canaria entre sus legítimos ascendientes.

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