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Las mujeres de la GENERACIÓN DEL 27

Rendidos a Josefina de la Torre

El documental ´Las Sinsombrero´ pone luz a la labor de las mujeres que, como la intelectual grancanaria, convivieron con Lorca, Alberti y Cernuda, y sus nombres se quedaron en los huecos ciegos de la historia

En ocasiones, los que se encargan de escribir la Historia, ese álbum gigante en el que debe haber espacio para todos, parecen estar afectados de una ceguera intermitente, que los lleva a dejar en el olvido a personas esenciales si se quiere ofrecer una imagen completa de lo que realmente ocurrió. Sobre todo en el caso de las mujeres, la importancia de su obra creativa, de su esfuerzo, de su lucidez queda empañada o más bien traspapelada por los que escriben estos renglones torcidos. Sólo hace falta detenerse en cualquier enciclopedia para ver que faltan muchos nombres de mujer. Eso ocurre en la ciencia, en el arte y en la vida.

En los exámenes de Lengua y Literatura resultaba bastante probable que una de las preguntas tuviera relación con los integrantes de la generación del 27. Entonces era necesario aprenderse los nombres de estos insignes, desde García Lorca y sus obras de teatro, o la delicia de los poemas de Luis Cernuda, o Pedro Salinas con aquel "Ayer te besé en los labios. Te besé en los labios. Densos, rojos. Fue un beso tan corto que duró más que un relámpago, que un milagro, más..."

Nadie duda de la maestría de estos hombres, de su genio inmenso, de la necesidad de destacar la obra de estos poetas, pero llama la atención que en esta lista de ilustres, de integrantes de la famosa generación del 27 se hubiera producido un olvido tan extenso, tan injusto. Los nombres de aquellas mujeres que formaron parte de este grupo deslumbrante de escritores y que no aparecen. Como si nunca hubieran existido. Cuando su contribución fue tan importante y en algunos casos superior a la de algunos de ellos. Y entre estas mujeres olvidadas aparecen Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, Margarita Gil Roësset, María Zambrano, Concha Méndez, María Teresa León y la canaria Josefina de la Torre, un auténtico icono de las vanguardias españolas de aquella época.

Las Sinsombrero

Hace algunos años, no demasiados, en una conversación informal sobre los integrantes de la Generación del 27, deteniéndose en una obra del hispanista Gibson, y en la que aparecían algunos nombres de mujer, de los que no se sabía nada, la productora y directora de cine Tania Balló empezó a indagar en la vida de aquellas mujeres. Como a la mayoría sólo le sonaba le nombre de alguna, pero no de todas. Y este afán la llevó a "enamorarse de cada una de ellas, al descubrir que la historia no estaba completa porque hacía falta colocar en su sitio a estas creadoras".

Así empezó a gestarse el documental sobre Las Sinsombrero, que se emitió en Televisión española en 2015 con enorme éxito y mucha repercusión. El equipo de Balló lograba sacar de la penumbra a un grupo de artistas excepcionales. En esta primera parte, Balló está trabajando en un segundo documental, se recoge la apasionante vida de ocho de estas mujeres transgresoras y brillantes, "que nunca fueron tan visibles como sus compañeros, con una obra igual o superior a la de éstos". Y además, al quedarse en España después de la Guerra Civil tampoco recibieron el reconocimiento que se merecían como el de otros artistas que se marcharon al exilio, y que al regresar lo hicieron como héroes.

En cuanto al título, Las Sinsombrero, y por el que se conoce a este grupo de integrantes de la Generación del 27, hay que destacar que fue una ocurrencia de Maruja Mallo, y que queda recogido en el documental. Mallo cuenta que en aquellos años todo el mundo llevaba sombrero, "era como un pronóstico de diferencia social. Pero un buen día, a Federico, Dalí, a Margarita Manso y a mí se nos ocurrió quitarnos el sombrero y atravesar la puerta del Sol. Nos apedreaban, nos insultaban como si hubiéramos hecho un descubrimiento como Copérnico o Galileo. Nos llamaban maricones. Creían que despojarse del sombrero era una manifestación del tercer sexo". En realidad sólo fue una muestra más de su deseo de transgredir, de mostrar sus cartas, su manera de ver la vida y contarla, con total libertad.

La voz canaria

Tania Balló reconoce que no puede elegir, entre estas artistas, a una sola de ellas, "todas tienen una vida extraordinaria, aunque es verdad que Josefina de la Torre fue para mí un enorme y valioso descubrimiento".

Josefina llega a Madrid de la mano de su hermano Claudio de la Torre, que había recibido el Premio Nacional de Literatura en 1924. Además de prepararse en la academia de canto de Dahmen Chao comienza a colaborar con algunas revistas de prestigio como Verso y prosa, La Gaceta Literaria y Azor.

La presencia de Josefina llama poderosamente la atención. Su elegancia, su belleza y su enorme capacidad creativa. Da la impresión de que está preparada para todo, para escribir poemas, para subirse a un escenario y cantar, hacer obras de teatro, de cine. Resulta polifacética, una incansable luchadora, una adelantada a su tiempo. Pero que jamás pudo olvidarse de su tierra, sobre todo de su playa de Las Canteras, donde vivió muchos años.

Precisamente en 1927, con apenas 20 años, Josefina publica su primera obra literaria, Versos y estampas. Editada por la revista Litoral y que además lleva un prólogo que escribe el gran Pedro Salinas, que la bautiza como muchacha-isla. En los poemas se percibe esa nostalgia perenne por su tierra, por el mar, el paisaje. En Madrid entra en contacto con otros creadores como Lorca, Alberti, que le dedica un encendido poema, con Buñuel. Con las mujeres mantiene una buena relación con Concha Méndez, poeta y editora, casada con el escritor Manuel Altolaguirre, y también con Ernestina de Champourcín, discípula de Juan Ramón Jiménez, y considerada hoy por la crítica como una de las personalidades más brillantes del 27.

Sin parar un instante, desde aquellas obras de teatro que representaban con gracia en la casa de sus padres, los hermanos De la Torre son infatigables. Josefina y Claudio pertenecieron a una de las familias más reconocidas de Las Palmas de Gran Canaria. El padre fue Bernardo de la Torre y Comminges, un hombre de negocios, y la madre, Francisca Millares Cubas, hija del historiador, novelista y músico Agustín Millares Torres, miembro de una de las sagas de intelectuales más importantes de Canarias.

Josefina publica Poemas de la isla. Aunque su obra literaria no es muy amplia, sí recibió un gran reconocimiento, al convertirse en una de las poetas que aparecen en la famosa antología de Poesía española de Gerardo Diego, uno de los volúmenes imprescindibles de la literatura.

Dobla a Dietrich

En esa época dejan Madrid y se trasladan a Francia. A su hermano Claudio lo habían nombrado director de los estudios franceses de la Paramount, donde ella trabajó como actriz de doblaje.

Josefina de la Torre quedará para la historia como la primera dobladora de la actriz Marlene Dietrich, en la película El Ángel Azul. La actriz alemana al enterarse de quién le había puesto voz en su papel de Lola le envió una fotografía firmada, que hoy permanece como recuerdo de Josefina de la Torre en los fondos que guarda la casa Museo Benito Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria.

Tras el estallido de la Guerra Civil y después de permanecer refugiados en la embajada de México en Madrid regresan a Gran Canaria. En la isla, en colaboración con su hermano Claudio fundan la colección La Novela ideal. Bajo el seudónimo de Laura Comminges escribe una serie de novelas amorosas. Aunque siente fascinación por su tierra, Josefina entiende que debe regresar a Madrid, a un espacio más amplio, en el que pueda volver a extender sus alas.

Su sobrina y heredera, Elisa de la Nuez, dice que les costó encontrar trabajo, "y lo pasaron muy mal, en aquella ciudad destruida". La nueva situación política aconseja dejar a un lado la poesía y se inclina por el teatro. En 1940 debuta como primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero. También realiza una serie de papeles secundarios en el cine. La represión franquista había terminado con los poetas republicanos de la Generación del 27. Muchos se exilian y los que se quedan deben pasar más desapercibidos para no terminar en la cárcel.

Josefina de la Torre, que jamás se rindió, formó junto a su marido, Ramón Corroto, su propia compañía de Teatro. Trabajó como actriz en Radio Nacional de España, y ya mayor participa en algunos capítulos de la serie Anillos de Oro. Muere en Madrid en el verano de 2002 lejos de Canarias y saliendo al fin de la penumbra.

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