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Los tesoros ocultos de la Casa del Inglés

El histórico inmueble de La Oliva guarda tesoros tan grandes que su pérdida será irreparable por su incuestionable valor patrimonial

El investigador Pedro Carreño delante del inmueble en La Oliva.

La historia no siempre escoge los espacios más adecuados para sobrevivir y perdurar en el tiempo. En ocasiones, por azar o mala suerte se aferra a una casa, a una construcción que fue valiosa en su época y que con el paso de los años termina por sucumbir y desaparecer, y con ella el enorme legado que siempre debió guardar como un tesoro. En La Oliva, uno de los enclaves majoreros, junto al de Betancuria, con más valor arquitectónico existen multitud de viviendas, casonas señoriales o ermitas que merecen un cierto detenimiento. Próxima a la monumental Casa de los Coroneles, emblema del pasado más reconocido de la isla, existe otra construcción, una vivienda de dos plantas, con gran patio central, y que representa un claro ejemplo de la arquitectura desarrollada por la burguesía rural de aquellos años, mediados del siglo XVII y XVIII, muestra evidente del poderío y la riqueza que llegaron a alcanzar aquellos señores. El primer dueño de este inmueble, y el responsable de su edificación, con los artesanos y los materiales más exquisitos de la época fue Julián Leal Sicilia, cuya familia, procedente de la isla de La Palma, se dedicó a la agricultura y al comercio entre Canarias y América. Don Julián, que había llegado a Fuerteventura para incorporarse a las milicias como sargento, pronto pasó a convertirse en uno de los hombres más poderosos de La Oliva, llegando a competir con el coronel.

Tal como recoge el investigador Pedro Carreño, en la isla contrae matrimonio en primeras nupcias con María Josefa Espinosa, con la que tuvo 10 hijos, y en segundas nupcias con Rita Zeruto, con la que tuvo 4 hijos más. Además de sargento de las milicias fue Regidor de la isla y sobre todo un ingenioso comerciante que le hizo reunir una gran fortuna, dominando tanto el comercio de la orchilla como el del tabaco. Llegó a poseer una línea marítima, con dos barcos, que llevaban mercancía entre la isla de Cuba y Canarias.

Precisamente, el secuestro por parte de los piratas de una de sus embarcaciones, en el que además de la tripulación y la carga llevaba a bordo a uno de sus hijos, lo obligó a vender su mansión, que adquirió un naturalista inglés, habitual visitante de Fuerteventura y que finalmente decidió quedarse en La Oliva. Todos lo conocían como Juan Parkinson, y así de esta forma la casa de don Julián pasó a convertirse en la Casa del Inglés.

Pinturas valiosas

En un artículo publicado por Pedro Carreño se hace una minuciosa relación de la riqueza y el poderío que llegó a tener Julián Leal Sicilia, y la mejor manera de demostrar a todos su enorme fortaleza fue edificar una de las mejores casas de la zona, "Las ansias de grandeza y el afán de poderío eran evidentes en su dueño, don Julián Leal Sicilia, que la mandó construir cuando aún vivía en su otra casa de La Oliva, de la que no dista más de 100 metros. Nace así la casa Grande de los Sicilias, cuyo coste, según testamento de fecha 14 de agosto de 1780, fue de más de 5.000 pesos. Toda una fortuna en su época".

Con el deseo de llegar a tener una casona tan valiosa como la que acogía a los Coroneles, la mansión de don Julián, según recoge su testamento, está llena de "buenos muebles y buenos paños, pinturas al óleo con bellos marcos dorados al más fino oro, espejos también con molduras doradas, cubertería de plata" y un artesonado en la antigua capilla al más puro estilo mudéjar.

Y no sólo eso, además don Julián, que también fue mayordomo de la iglesia parroquial de La Oliva decidió contratar los servicios de uno de los mejores pintores canarios de esos años, Juan de Miranda, que también fue un gran amigo. Le hace el encargo de que pinte el retablo de la iglesia.

El artista natural de Las Palmas de Gran Canaria realiza cinco pinturas, que aunque no aparecen firmadas, se ha comprobado su autoría. Miranda según la catedrática de Historia del Arte, Margarita Rodríguez González no solía poner su nombre en sus obras. Pero tanto en el testamento de Julián Leal Sicilia, como en actas parroquiales y sobre todo en los trabajos de los investigadores como la propia Margarita, que recoge en su Tesis Doctoral la obra de este "importantísimos artista canario", como en el trabajo de Alfonso Trujillo Rodríguez sobre el "retablo ilusionista" de La Oliva se hace mención a estas obras hechas por Miranda.

Tal y como llama la atención Pedro Carreño, seguramente la intención de Leal Sicilia con el encargo que le hace a Juan de Miranda era doble. También pretendía que decorara su casa. Es más, el pintor pasa una larga temporada en La Oliva y además de terminar la obra destinada a la iglesia, su amigo no desaprovecha la ocasión y le pide que realice un cuadro de la Virgen del Rosario de 1,83 por 1.49 metros con marco de decoración barroca y policromía en tono azulado, con guarniciones y cartelas doradas de oro, por el que le pagó 50 pesos. Juan de Miranda se sintió tan agradecido que le regaló una pintura titulada "El Señor del Gran Poder", por el que don Julián decía sentir mucha estimación y cuyo precio no podía decir "porque fue un regalo".

En la actualidad se desconoce el destino de esas obras. Aunque hay que señalar que tanto el experto en arte, Matías Díaz Padrón, en un artículo del Anuario de Estudios Atlánticos titulado "Pinturas de Juan de Miranda en la Casa Castillo" (Anuario de Estudios Atlánticos, nº 11 -1965, pp. 529-541), ahí recoge la existencia de esa pintura bajo el título de "Virgen del Rosario con el Niño Enfermero" o "Virgen del Rosario como reina de los ángeles".

La profesora Margarita Rodríguez también confirma que ha podido ver esa pintura, en una colección privada de Gran Canaria.

Pero sin duda, el encargo más importante que pudo haber hecho Julián Leal Sicilia fue la decoración que Juan de Miranda pudo realizar en la casa.

Para Carreño, existen fundadas razones para creer que los murales que aún se pueden apreciar pudieron ser obra de este pintor: "por las diversas salas que logran mantenerse en pie, en contra de viento y lluvia, se atisba una decoración de formas rectas, bordeando puertas y ventanas en tonos ocres y negros. Merece especial atención una pequeña sala que estaba decorada con tres cartelas con escenas de Fuerteventura, uno de estos murales representaba un señor con un camello. Queda aún una sala de la planta baja con una decoración en tonos azules, de bello contenido, con motivos florales y una serie de líneas que la limita y las encuadra. El azul era uno de los tonos preferidos de Miranda".

Sin duda, si los restos que aún quedan en el interior medio derrumbado de esta casona llegaran a confirmarse como pinturas o decoración hecha por Juan de Miranda se estaría ante un descubrimiento de enorme trascendencia.

La catedrática Margarita Rodríguez, una estudiosa de la obra de Miranda, considera que este autor merece mucho más. Sus pinturas, la mayoría en colecciones privadas, deberían dar un salto cualitativo, sobre todo por la calidad de su creador. En cuanto a la posibilidad de que la decoración de la Casa del Inglés hubiera sido obra de Juan de Miranda estaríamos ante un hallazgo considerable. En la actualidad en Canarias existe muy poca obra en murales, tal vez lo más llamativo y que podría ser de esa época se corresponde con las pinturas que aparecen en el interior de la iglesia de La Ampuyenta.

Lo peor para este inmueble es que el tiempo no ha perdonado su riqueza. Los años han pasado sobre esta casona y cada vez se ve más deteriorada. Para el investigador majorero Pedro Carreño para el patrimonio de la isla la situación actual de la Casa del Inglés es una "penosa e irreparable pérdida, pues muchas de las pinturas murales que decoraban las distintas salas de la casa han ido desaparecieron bajo los continuos derrumbes de los muros. Este conjunto de pinturas murales merece la adopción de medidas urgentes tendentes a su protección y conservación, ya que corre grave peligro de perderse bajo el montón de escombros en que se está convirtiendo la Casa, y ello supondría una perdida irrecuperable para el patrimonio histórico de la isla de Fuerteventura y de la herencia pictórica de Juan de Miranda en esta tierra".

Los avatares de esta vivienda han sido numerosos. El segundo de los propietarios, el inglés John Parkinson dividió el inmueble en dos partes, una parte la compró Francisco Manrique y la otra Candelaria del Castillo. Los sucesivos herederos de la Casa fueron despojando a la vivienda de sus elementos más nobles, escaleras, balcones. En la actualidad la propiedad pertenece al Conde de la Vega Grande, quien no termina de ponerse de acuerdo con las autoridades majoreras para su venta.

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