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Cristo por fin descansa en paz en el Santo Sepulcro

Las obras de los últimos diez meses en la Basílica de la Resurrección reducen las tensiones entre los cristianos de Jerusalén

Imagen de la ciudad vieja de Jerusalén.

Tras las obras realizadas durante los últimos diez meses, una paz tan frágil como insólita reina entre las varias ramas cristianas que se disputan sin tregua cada milímetro del Santo Sepulcro en Jerusalén. Custodiado desde al menos el siglo XII por dos familias musulmanas, aquí se produjo la crucifixión, la unción, el enterramientorramiento y la resurrección de Jesús.

El Mesías puede descansar por fin sin sobresaltos tras ser testigo, seguramente avergonzado, de los enfrentamientos que han protagonizado a lo largo de la historia fieles ortodoxos, católicos, coptos, armenios, etíopes y sirios en una esperpéntica disputa entre soldados liderados por monjes y curas de las distintas facciones cristianas que con frecuencia llegan a las manos o se lanzan mutuamente sin ningún recato crucifijos, candelabros, lámparas de incienso y hasta pedazos de madera arrancados de los santos lugares. Las dos familias encargadas de abrir y cerrar las puertas de este lugar sagrado también andan a la gresca por sus competencias.Entre todos han convertido el Santo Sepulcro en el espacio más convulso de la ya por sí conflictiva ciudad vieja de Jerusalén, donde al margen de estas peregrinas tensiones, la mayoría de cristianos, judíos y musulmanes conviven sin demasiados problemas en un área de menos de un kilómetro cuadrado de extensión, plagada de litigios entre los fanáticos de las tres religiones monoteístas.

La ciudad vieja de Jerusalén, en el centro de la capital de Israel, celebró el pasado 21 de marzo la rehabilitación del edículo y el templete que protege la tumba de Jesus de Nazaret, un sepulcro que según la tradición cristiana perteneció al judío José de Arimatea, "un hombre rico", dice San Mateo; "ilustre", narra San Marcos; "persona buena y honrada", según San Lucas; "que era discípulo de Jesús", añade en la Biblia San Mateo, "pero clandestino por miedo a las autoridades judías", precisa San Juan.

Han sido diez meses de laborioso trabajo liderado por un equipo de restauradores de Grecia, el país cuya iglesia ortodoxa es la titular del suelo del lugar más sagrado del cristianismo y la encargada del mantenimiento del templo, en colaboración con armenios apostólicos, católicos romanos, coptos, sirios y etíopes. Pero las obras, que han contado con un presupuesto de seis millones de euros sufragados por greco-ortodoxos, armenios, católicos y un banco griego, han logrado sobre todo el milagro de firmar una tregua extraordinaria entre las distintas ramas del cristianismo que hasta entonces lejos de hacer gala de la caridad y de poner la otra mejilla han protagonizado broncas tabernarias y peleas impropias del recinto donde descansa Jesucristo.

"Ver cómo se pelean los curas a la entrada del Santo Sepulcro es todo un espectáculo", reconoce con guasa el comerciante Jamal Adina, en uno de los cientos de comercios situados en las cuatro partes en las que se divide Jerusalén gestionadas por judíos, cristianos, musulmanes y armenios, estos últimos los únicos con un estatus propio por haber sido su país el primero en el mundo que hizo del cristianismo su religión oficial. Rachel Eti regenta uno de los bazares de las callejuelas del zoco y ratifica las palabras de Adina sobre la seguridad y la armonía de una ciudad en la que los vendedores cierran sus negocios siguiendo escrupulosamente las indicaciones de sus libros sagrados. Los musulmanes descansan el viernes, los judíos el sábado y los cristianos lo hacen el domingo.

En teoría todo está acordado, pero de vez en cuando la concordia entre los cristianos se rompe bruscamente por cualquier nimiedad . La competencia por barrer una baldosa concreta puede ser el pretexto que prenda la llama.

Eti recuerda sin poder contener la risa cómo en 2002 la ocurrencia de un monje copto de mover veinte centímetros la silla en la que descansaba en busca de sombra fue tomada por los etíopes como un acto de tamaña hostilidad que se produjo una pelea que acabó con once religiosos en el hospital.

Dos años después, los ortodoxos se sintieron ofendidos y se montó un gran jaleo porque alguien se dejó una puerta abierta mientras ellos estaban rezando. En 2008 los mismos greco-ortodoxos hicieron un piquete para evitar una procesión de los armenios. Acabaron a puñetazo limpio hasta que intervino la policía israelí para llevarse esposados a un monje greco-ortodoxo y a otro armenio. Las trifulcas vienen de muy lejos. Una muy significativa se produjo en 1846 entre los siempre rudos greco-ortodoxos y los católicos cuyos fieles no dudaron en sacar los cuchillos y las pistolas que habían escondido en el Santo Sepulcro para dirimir sus diferencias.

Jerusalén es paz, prometen en el bazar ubicado en las callejuelas de la ciudad. Pero las cosas cambian al acercarse a la Iglesia de la Resurrección, próxima a la sala donde se celebró la última cena, debajo de la cual descansa el Rey David, padre del Rey Salomón, en pleno Monte Sión. Al lado del Santo Sepulcro emerge la mezquita de Omar, en pleno barrio cristiano, construida en el lugar en el que según la tradición musulmana rezó en el año 638 el califa Omar ibn al-Jattab tras visitar la tumba de Jesús. El califa se negó a orar en el Santo Sepulcro para evitar convertirlo en un punto de peregrinación musulmán y el patriarca de Jerusalén, Sofronio, agradeció el gesto permitiendo la construcción de esta mezquita en el siglo X.

La familia Nuseibeh, el clan musulmán más antiguo de Jerusalén, presume de custodiar las puertas del Santo Sepulcro desde el siglo VII cuando el califa Omar tomó Jerusalén. Los Husseini, por su parte, sacan pecho al asegurar que fueron los elegidos por Saladino en 1149 para guardar la enorme y antigua llave con la que se abren las puertas del templo donde pernoctan cada noche una veintena de monjes.

Cada día se repite el mismo ritual. A las cuatro de la mañana llaman a la puerta con los nudillos y un monje abre un ventanuco para sacar una escalera de madera por la que trepa el dueño de la llave para encajarla en el elevado cerrojo. Primero abre la puerta izquierda y después la derecha. Por la noche repite la operación en sentido contrario.

Las rivalidades entre religiosos cristianos no han dejado de enconarse por el reparto de cada milímetro del lugar sagrado. Todos se espían mutuamente con tanta desconfianza que han convertido en árbitros de sus querellas a las dos familias musulmanas que guardan el acceso a la basílica.

El Santo Sepulcro es un importante centro de peregrinación desde el siglo IV, cuando se excavó la roca del Monte Gólgota. Está en el lugar exacto donde Jesús fue crucificado y a pocos metros de donde fue enterrado hace más de 2.000 años. De las seis comunidades cristianas que conviven aquí, la greco-ortodoxa es la más privilegiada. Abanderada de la Hermandad del Santo Sepulcro, controla el Calvario, la piedra de la unción del cuerpo de Jesús y el acceso al lugar donde se halla su tumba. Su cruz recien pulida remata la cúpula del templo.

Los franciscanos con sus hábtios marrones tienen por orden del Vaticano la custodia de Tierra Santa pero dentro del Santo Sepulcro solo son los dueños y señores de la capilla de la Crucifixión y de los oratorios donde Cristo se apareció resucitado a María y a María Magdalena.

Los coptos de Egipto tienen una pequeña capilla tras el edículo que guarda la tumba de Jesús, mientras que los etíopes están confinados en el tejado de la iglesia que se disputan con los coptos. A los sirios les ha quedado tan solo una capilla cercana al acceso a la tumba de José de Arimatea, en pleito con los armenios, cuyo gran tesoro en el subsuelo es la capilla de Santa Helena, madre del emperador Constantino, que encontró en el S.IV el lugar exacto donde se clavó la Vera Cruz.

Corona la entrada al sagrado templo, a modo de recordatorio de esta tradicional y múltiple disputa, una escalera de madera abandonada desde el siglo XVIII situada bajo el alfeizar de la ventana superior derecha de la fachada. Dicen en el Santo Sepulcro que sus polvorientos peldaños pertenecen a los armenios pero que la cornisa en la que se apoyan es de los griegos, motivo por el que desde 1757 nadie se atreve a tocarla. Misterios del Santo Sepulcro.

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