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Tradiciones, supersticiones y ritos

Hechizos de las noches de San Juan

Canarias celebra la festividad que abre la estación del verano con ritos y tradiciones en una sucesión de magia, hogueras, brujas y buenos deseos, y donde todo se purifica antes de salir el sol

Hechizos de las noches de San Juan

Las brujas de Puerto Naos en la isla de La Palma danzan en torno a una hoguera. Lanzan sortilegios a las llamas mientras las brasas se consumen y se acerca la hora mágica: antes de que suenen las doce de la noche, y llegue la festividad de San Juan, estas mujeres, de meditada apariencia atroz, tendrán que bañarse en el mar, y dejar que las olas las cubra tres veces, entonces, tanto ellas, como el resto de los vecinos de Los Llanos tendrán más suerte para el resto del año. El baile de las brujas `buenas` de Puerto Naos es uno de esos ritos curiosos, que salpican la geografía canaria en esa noche de hechizos y fogaleras. San Juan es una de esas fechas señaladas en el calendario y en la memoria y que representa el comienzo del verano. A diferencia de otras celebraciones, en las que prima sobre todo el divertimento, en San Juan conviven ritos y tradiciones ancestrales que convierten esta festividad en algo más grande. Entre el 21 y el 25 de junio da la impresión que el lado más oscuro del ser humano se aviva, tal vez hasta se vuelve visible, en ese afán por empujar al sol para que siga con su brillo habitual.

La noche de San Juan es una festividad de origen pagano en la que se celebra con fuego y agua la llegada del solsticio de verano. La finalidad de este rito siempre ha sido dar más fuerza al Sol que a partir de esos días va haciéndose más débil hasta que llega el solsticio de invierno. Simbólicamente, el fuego, un elemento esencial, también tiene una función purificadora sobre todo en las personas que lo contemplan.

En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, la noche de San Juan es uno de sus actos dentro de la celebración de sus fiestas fundacionales. Como señala Juan José Laforet, los fuegos artificiales que cubren el cielo de la playa de Las Canteras "son apenas las velas del cumpleaños de la capital".

En Canarias, lo habitual durante estos días es formar pequeñas hogueras o fogaleras y quemar dentro de ellas lo viejo, lo inútil, lo que no se quiere. Las llamas como elemento purificador y hasta sanador deberán liberar de todo lo malo. Esto se hace en la víspera del día 24. La tradición oral de las islas recomienda para estos días una serie variada de ritos amorosos que se deben realizar antes del amanecer, como el de escribir en un papel bien doblado los nombres de tres amantes, o de aquellos que aspiran a esta consideración, y dejarlos en un plato al sereno de la noche. El trozo de hoja que aparezca desdoblado corresponderá, sin duda, al que se convertirá en su futuro marido. En Telde existe la variedad de darse baños de luna. Esto lo solían hacer aquellas mujeres que tenían problemas para quedarse embarazadas, y que llegaban a creer que si en la víspera de San Juan se bañaban en el mar a medianoche tenían más posibilidades de quedar preñadas.

La noche de San Juan ha sido tradicionalmente una fecha que se asocia a la superstición, la brujería y los hechizos. Los viejos curanderos aconsejaban la recogida de plantas medicinales la madrugada del día 24, antes de salir el sol. Si se hacía siguiendo estas premisas, las yerbas incrementaban sus efectos curativos o medicinales.

En el documental de Televisión española, Senderos Isleños se hace referencia a la recogida de las semillas del helecho macho, que servía para ahuyentar a las brujas.

Ante este panorama no resulta extraño que a lo largo de la geografía insular aparezcan representaciones en las que el fuego, el diablo, o las brujas se convierten en los protagonistas fundamentales. Así ocurre en Tenteniguada, en Valsequillo, con la escenificación de historias vinculadas a la tradición oral y en la que la brujería, lo oculto, la muerte y sus aledaños aparecen cada año formando parte de este escenario.

Tanausú del Pino explica que el tema central de estas representaciones proceden de estos cuentos "que nos han contado siempre los mayores, por ejemplo, mi abuela me dijo que antes para curar el daño en el estómago solían darle al enfermo una especie de sopa hecha con gato hervido". Entre la superstición, los relatos más tenebrosos y la aureola de magia que rodea a estas fechas, los vecinos de Tenteniguada salen a escena para deleite y algo de sobrecogimiento de los asistentes. En la representación de este año han viajado hasta Cuba, de la mano de aquellas imponentes santiguadoras.

La quema de Facundo

En Lanzarote, al igual que en el resto del Archipiélago, las hogueras se suceden por toda la geografía. Trastos viejos que se van recopilando días antes y después el baño en la playa en buena compañía y también con algo de gastronomía de urgencia. Sin embargo, desde mediados de los sesenta del siglo pasado se ha consolidado una celebración distinta, la quema del machango al que todos conocen como Facundo. El cronista oficial de Haría, Gregorio Barreto Viñoly cuenta que al principio para espantar los malos espíritus la gente se arremolinaba en uno de los barrancos del pueblo y allí se tiraba a las brasas todo aquellos que no se quería. Después para aprovechar los rescoldos se empezaron a asar piñas, pescado, y chuletas. La fiesta cobraba cada año más importancia. A los organizadores de este evento se les ocurrió quemar también un muñeco, al que por elección popular le pusieron el nombre de Facundo.

Durante más de cuarenta años, una vecina de Punta Mujeres, Eugenia González Luzardo, fue la encargada de hacerle el traje al machango. La figura recorría el pueblo días antes, y en la víspera desaparecía entre las llamas de la gran hoguera. A finales de los años ochenta, los vecinos consideran que Facundo requiere un mayor protagonismo y se crea las figuras de los diablos que preceden a la quema del muñeco.

Y así, en la víspera de San Juan, el silencio se apodera de las calles oscuras de Haría. Sólo hay sombras que se mueven como fantasmas. En medio de un ambiente lastimero, tenebroso, empiezan a verse luces, el fuego que lanzan sin contemplaciones un grupo de diabletes enloquecidos. Desde azoteas, subidos en lo alto de una palmera, comienzan a hacerse visibles, a danzar en torno a la gran hoguera. Y allí en lo alto de aquella pirámide de enseres viejos, el machango Facundo acaba su periplo, calcinado por las llamas mientras los diablos, cumplida su misión, regresan a la guarida hasta el año que viene.

Acudir a esta representación resulta todo un descubrimiento, y al final se termina por sentir un ligero escalofrío, las máscaras de estos diablos, similares a los diabletes de Teguise siempre despiertan un cierto y reconfortante temor.

Los hachitos de Icod

Merece una consideración especial, en este recordatorio de tradiciones y leyendas canarias en torno a San Juan, la representación en Icod de los Vinos de los famosos hachitos, una celebración que procede de los aborígenes y que se podría haber realizado antes de la conquista.

Los guanches usaban los hachos o antorchas, confeccionados con madera de tea, para alumbrarse por la noche y para festejar la llegada del buen tiempo, pero a orillas de la mar, hachos y hogueras también sirvieron para advertir de aquellas presencias no deseadas y establecer códigos de comunicación entre ellos.

Cientos de luceros, los hachitos se encienden en Icod de los Vinos, desde la playa de San Marcos hasta el barrio de El Amparo, pasando por El Riquel y el Lomo de Las Canales, todos para iluminar la víspera de San Juan. Tal como relata María del Pino Fuentes de Armas, en la actualidad y según la zona del municipio, "se puede hablar de características propias y diferenciadoras a la hora de realizar estos estandartes de luz".

En El Amparo cuentan los vecinos que sus hachitos eran manojos de tea encendidos. La leyenda apunta a la pérdida de un niño llamado Juan, al que hombres y mujeres salen a buscar, alumbrándose con estos luceros, y al que encuentran dormido en la noche de San Juan. A partir de entonces se conmemora el milagro, sacando en procesión al Santo y haciendo el encuentro de los hachitos. Estos se adornaban con las flores que se cultivaban en casa, ramas de laurel y castañero. Al laurel se le atribuye la cualidad de espantar los malos espíritus que en la noche de San Juan perecen en el fuego.

De esta forma, esta procesión de Icod de los Vinos, enraizada con los aborígenes, se mantiene como una de las tradiciones más antiguas que perduran en estos días de magia.

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