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Mohamed Alí o el rugido de la libertad

Mohamed Alí es una de las mayores figuras de la historia del deporte. Tres veces campeón del mundo de los pesos pesados, fue también un hombre polifacético que combinó el boxeo con la lucha política y social

Mohamed Alí o el rugido de la libertad

Nacido en Louisville (Kentucky) un 17 de enero de 1942, aquel hijo primogénito de un pintor de letreros, Cassius Marcellus Clay, y de una humilde ama de casa, Odessa Grady, vio demasiadas veces bebido al cabeza de familia. Tantas que, avergonzado, parecía el niño más formal de la clase: lector de la Biblia; fiel a los oficios de la iglesia baptista y siempre alejado de los ambientes poco ejemplares de sus coetáneos. Así es que, el día que le robaron su bicicleta, con apenas 12 años, nació la más grande de las leyendas del boxeo: Cassius Clay o Mohamed Alí. La rabia contenida le llevó a adentrarse en el mundo del cuadrilátero hasta convertirse, con 18 años, en campeón olímpico de los juegos de Roma en 1960.

Angelo Dundee, uno de los más prestigiosos preparadores en el gimnasio de la calle número 5 de Miami, se interesó por el muchacho. Aquel era un lugar democrático en el centro de un barrio segregacionista, en una América que todavía distinguía entre cafeterías para blancos y negros. "Desde el principio supe que estábamos ante un boxeador innovador, con una clase que nunca antes había visto", afirmaba años después quien dirigió su carrera deportiva. Allí sólo entrenaban quienes aspiraban a ser alguien. Y Cassius Clay era un ejemplo de pasión por su trabajo. Se le iluminaban los ojos cuando entrenaba. Nunca se cansaba. Ni fumaba, ni bebía, ni salía con chicas. Sólo boxeo, únicamente boxeo. Algunos llegaron a pensar si sería gay.

La primera vez que le fotografió Flip Schulke, afirmó: "Me pareció un dios griego. Era hermoso, con un cuerpo sencillamente perfecto". Y Clay se sabía hermoso: "El campeón del mundo será un hombre guapo como yo y no ese oso feo y viejo", voceaba a las televisiones antes de su duelo por el campeonato del mundo de pesos pesados contra Sonny Liston. Clay era un producto perfecto para las televisiones norteamericanas. Un verdadero artista dentro y fuera del ring. Fue entonces cuando nació el titular que resumía poéticamente sus condiciones: "Flota como una mariposa y pica como una abeja".

Sería el mejor boxeador, pero sería mucho más. Dicen que lanzó la medalla de oro de Roma al rio Ohio cuando le prohibieron entrar en un restaurante para blancos.

Poderosos enemigos

Ya en Miami, le impidieron comprarse una camisa que le gustaba: "Los negros tienen prohibido probarse la ropa", tuvo que oírse. Contuvo a su preparador Angelo: "Déjalo, no me interesan los problemas. También hay bonitas camisas en las tiendas para negros". Así es que, en 1964, tras dos victorias consecutivas sobre Sonny Liston, un matón del que nadie sabía su edad, el nuevo campeón del mundo proclamó: "Nunca volveré a tener un nombre de esclavo. Ya soy miembro de la nación del Islam y mi nombre es Mohamed Alí". Aquello le generó poderosos enemigos.

Aquel hombre guapo, aquel boxeador revolucionario por su rapidez de piernas y elegancia, al que se consideraba el mejor de todos los tiempos, vencedor en todos los combates, atractivo para las cámaras por su compostura y sus discursos, cayó en desgracia. Se negó a alistarse en el ejército : ¿Por qué me piden ponerme un uniforme e ir a 10.000 millas de casa y arrojar bombas y tirar balas a gente de piel oscura mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples?, afirmaba. Cinco años de cárcel, retirada de licencia y posible adiós definitivo al boxeo. "Estar en la celda será un buen entrenamiento", contestó a la sentencia. De hecho, lo mejor estaba por llegar.

Contra Frazier

Burt Lancaster, Frank Sinatra y Wody Allen asistieron al combate del 8 de marzo de 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York. Había obtenido un permiso especial. Se anunció como la 'pelea del siglo', entre el antibelicista Alí, -que venía de derrotar al argentino Bonavena -y el hombre moderado, discreto y respetuoso con el sistema, Joe Frazier, a quien Ali calificaba como "feo y desabrido". Una pelea durísima que acabó con ambos en el hospital. Ganó a los puntos Frazier. La celda no había sido el mejor lugar de entrenamiento?

Unos años después, en septiembre de 1974, se enfrentaba a Foreman por la unificación del título mundial. Fue en Kinsasa, capital de Zaire. Se publicitó como el 'rugido de la selva'. Seguramente ha sido la pelea más recordada de la historia. Un joven pegador, que había ganado por KO todos sus combates frente a un hombre como Alí, en decadencia pero carismático como nadie. Quería boxear en la tierra de sus ancestros.

¡Alí, mátalo!

Fue recibido como un verdadero líder del mundo negro. Sesenta mil espectadores gritaban mientras subía al cuadrilátero: "¡Alí, mátalo!". Sin embargo los primeros asaltos fueron terribles. Su preparador afirmó tiempo después: "Por primera vez vi el miedo en la mirada de Alí". Sin embargo, tras resistir los ataques de Foreman, y agotadas las fuerzas de su rival, Mohamed esperó el momento oportuno para soltar varios directos que derribaron a Foreman. Alguien ha dicho que este combate fue el inicio de la idea de una televisión globalizada. La última gran batalla volvió a librarse en Manila, el 1 de octubre de 1975. Combate de una brutalidad nunca vista. Se llegó al decimocuarto asalto en el que Frazier arrojó la toalla. Alí de Frazier, que "merecía ser bendecido por Dios". Frazier dijo de Alí, que "había resistido golpes que derribaban murallas".

Después, rivales discretos y decadencia progresiva, alarmante, hasta los 40 años. Ganaba millones de dólares en cada pelea pero era ya un deportista sin apenas reflejos, seguramente afectado por los primeros síntomas de lo que posteriormente se convertiría en la enfermedad de Parkinson, que le llevó a la tumba el 3 de junio de 2016, a los 74 años. No hubo presidente estadounidense que no se fotografiase con Alí. Recibió todos los reconocimientos privados y públicos, como la Medalla Presidencial de la Libertad. Fue el encargado de encender el pebetero, con su cuerpo tembloroso, en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, y protagonista en libros y películas. Su influencia en la cultura popular norteamericana ha sido muy notable. Se dijo de él que lucho en el ring media vida y a favor de los demás, la otra media. Él decía de sí mismo: "Soy el campeón de la gente. Cualquiera puede saludarme sin pagar por ello". Aquel rugido en las selvas de Zimbawe fue un rugido por la libertad de los africanos en los Estados Unidos de América.

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