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Histórico enclave majorero

Tao, el pueblo fantasma

La localidad al sur de Tefía fue elegida por conquistadores normandos para construir sus casonas. Allí vivió el inquisidor Ginés Cabrera, y sin razón aparente, el lugar quedó deshabitado para siempre

Al sur de Tefía se localizan los restos del pueblo de Tao.

Un pozo de agua en medio de la intemperie llama la atención de este pueblo de fantasmas. Al sur de Tefía, en Puerto del Rosario, cuesta trabajo dar con algunos rastros que lleven hasta Tao. En realidad sólo unos ojos habituados a mirar más allá de muros derrumbados y viejos hornos de tejas podrían haber descubierto el destino y la historia de este pueblo, situado en una extensa llanura con diversos y sorprendentes puntos de interés. La doctora en Patrimonio, Nona Perera, llevaba algún tiempo detrás de esta pista, de este pueblo envuelto en historia desde los aborígenes, a los conquistadores normandos y después los castellanos.

En Tao se levantaron casonas de lugartenientes normandos, los primeros conquistadores que llegaron a Fuerteventura y Lanzarote. También decidió construirse una vivienda acorde a su rango el que fuera comisario de la Inquisición, Ginés Cabrera Bethencourt. Se eligió este lugar, entre otras razones, por contar con agua suficiente. Aún se mantiene una fuente y un pozo de agua, al que suelen acudir vecinos de pueblos próximos para abastecerse. También se encontraba tan alejada del mar que era difícil que los piratas pudieran ver desde la costa la existencia de esta población. Contenía los elementos indispensables para que fuera un lugar propicio para vivir sin el riesgo de sufrir los ataques de los moriscos tan habituales en aquellos años.

Perera señala que Tao llegó a convertirse en una población tan consolidada que también contó con una iglesia, de la que no queda rastro. Al desaparecer esta ermita se decidió recaudar dinero y se construyó la iglesia de san Agustín en Tefía.

Llama poderosamente la atención que un pueblo de la importancia que alcanzó Tao haya desaparecido del mapa. El poder que tenían los señores que se trasladaron desde Betancuria hasta este enclave hace presagiar que sus viviendas tendrían que haber sido ricas, de gran envergadura. Por eso los secretos que esconde Tao, una localidad desconocida para muchos majoreros, provoca tanto interés.

En el estudio realizado por Nona Perera se detalla la existencia en el entorno de Tao de una serie considerable de restos de la cultura aborigen. En las cimas altas se localizan grabados en el que se emplea el alfabeto líbico-bereber común a todas las islas.

También aparece en el Morro de Miregua un grabado en forma de triángulo "que nos recuerda a los triángulos púbicos de Gran Canaria. Este Morro se asocia a la Fuente de Miregua, escenario de encuentros mágico sexuales protagonizados por mujeres y hombres que desnudos y tiznados con carbón de las hogueras hechas exprofeso mantenían relaciones sexuales arbitrarias durante noches determinadas y que posiblemente se remonte a la cultura aborigen".

A través de investigaciones etnoarqueológicas se ha llegado a detectar la existencia de un rey indígena llamado Facay o Afacay, topónimo próximo a Tao, quien vivía en la zona con su hija y se abastecía de agua de la actual fuente de Hijan o Ijan. Sin embargo, el registro arqueológico más abundante que se ha encontrado tiene que ver con la actividad ganadera y pastoril. Cerca de esa localidad se han descubierto pequeñas unidades habitacionales, corrales de diferente proporción, toriles y gateras.

Para los historiadores que se han acercado al estudio de este enclave histórico en Fuerteventura consideran como esencial la existencia de la fuente de Tao o fuente cochinos. Este hecho transforma a este lugar en un sitio especialmente apetecible. Así lo vieron los aborígenes y también los primeros conquistadores que llegaron a la isla.

Los estudios atestiguan que la expedición normanda en su tercera y definitiva incursión de conquista se abasteció en Tao. El conocimiento que llegan a tener de este enclave lo sitúan entre los preferidos por los lugartenientes de Jean de Bethencourt para querer levantar sus viviendas en Tao. No hay que olvidar que se trata de una aldea al amparo de una cordillera montañosa que va desde El Aceitunal en el norte y finaliza en La Fortaleza al sur, una barrera que los libra de los ataques piratas. El agua del subsuelo les va a permitir cultivar trigo, cebada y centeno. Cuenta con todo lo necesario para convertirse en una población próspera y segura.

La arqueóloga Nona Perera reconoce que de esta ocupación apenas quedan vestigios en superficie, "si bien se trata de una atractiva y prometedora zona en la que se puede proyectar diversas investigaciones centradas en el protagonismo que desempeñó durante y después de la cultura indígena. Estos rastros y huellas del pasado se concretan en el registro de materiales arqueológicos en superficie compuesto por cerámica tradicional y de importación fabricada a torno, vidriada, melada, pintada, piezas metálicas junto a útiles líticos, elementos arquitectónicos en los que aún se intuye la construcción de una planta rectangular, tramos de paredes con zonas encaladas con mortero de cal y arena".

Los trabajos desarrollados para la redacción de la Carta Arqueológica y Etnográfica de Fuerteventura realizados en la década de los 80 y 90 del pasado siglo refieren la existencia de un conjunto de seis casas pertenecientes a vasallos de Jean de Bethencourt, una iglesia, una tienda, además de la fuente y el pozo con una canalización para trasladar el agua hasta las viviendas. Las personas de más edad de esta zona siguen haciendo referencia a la existencia de una ermita, así como a ilustres señores que vivieron en Tao.

Betancuria

A comienzos del siglo XV y hasta la primera mitad del siglo XIX Betancuria es la capital de la isla, donde se centraliza la competencia administrativa insular, sostenida en El Señorío y en el Consejo Insular. Diego García de Herrera y los Reyes Católicos firman la creación del Señorío territorial de Fuerteventura, por el que la Corona reconoce la autoridad de García de Herrera sobre las islas de Fuerteventura, La Gomera, El Hierro y Lanzarote, mientras la Corona se guarda el derecho a conquistar las demás islas, territorios que poseen más recursos y población indígena.

Desde que se constituye el Señorío de Fuerteventura, las familias vinculadas con la conquista son las que van adquiriendo la mayor parte de los terrenos de la isla. Y así se premia a los Cabrera Bethencourt compuesta por Ginés de Cabrera Bethencourt e Inés de Betancor. Estos señores serán propietarios de vastas extensiones de suelo en Tao, La Rosa Sorda, y la Rosa de Ucala, entre otras.

Este matrimonio y su descendencia serán muy relevantes en Tao. Los Cabrera-Bethencourt se entroncan con otras familias distinguidas como los Vera, Peraza, que se asientan en Tao y su entorno.

Y serán precisamente este grupo de elegidos los que ostenten los cargos de mayor relevancia. Ellos serán los alcaldes, los comisarios, los presbíteros, los militares, sus hijos serán los futuros coroneles que deciden instalarse en La Oliva.

Entre todos ellos destaca un personaje realmente cautivador y lleno de matices, el comisario de la Santa Inquisición Ginés Cabrera Bethencourt, cuyos enfrentamientos con otros alcaldes lo termina por llevar a la prisión en una cárcel de Gran Canaria.

Una vez que la importancia de Tao decae, de momento sin razón que lo justifique, y que lleva a los señores de la isla a trasladarse a otros destinos, también se produce la aniquilación de la ermita. En la actualidad no se han localizado restos que aclaren o definan las características de ese templo, ni en honor a que santo se erigió. La única verdad es que los ilustres de esa época deciden fundar en marzo de 1713 la iglesia de san Agustín de Tefía. Según se ha confirmado, un total de 17 personas son las que se encargan de tramitar la construcción de este interesante templo.

Y así envuelto en el misterio, el pueblo de Tao permanece como un fantasma en medio de una llanura despejada. Sólo el pozo y la fuente de agua muestran el rastro de lo que fue alguna vez esta aldea, que sirvió para acoger aborígenes, después normandos y a los nombres ilustres que gobernaron durante siglos Fuerteventura.

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