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CIENCIA

El agujero en el cielo que unió al mundo

El 'Protocolo de Montreal', que frenó la destrucción de la capa de ozono, es para los expertos el modelo a seguir con el cambio climático

El agujero en el cielo que unió al mundo

El primer toque de atención sobre la capacidad del hombre para acabar con la vida en la tierra, sin guerras de por medio, llegó en la década de los ochenta del pasado siglo. Fue un descubrimiento traumático: con 'armas de destrucción masiva' como los esprays o los gases de los frigoríficos, el ser humano estaba destruyendo, en tiempo récord, el gran escudo planetario contra los rayos ultravioletas: la capa de ozono. Pero la comunidad internacional reaccionó a tiempo y selló un acuerdo para reducir esas emisiones. Fue el llamado 'Protocolo de Montreal', el primer tratado en la historia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en lograr la ratificación universal. Un acuerdo que se firmó hace hoy treinta años: el 16 de septiembre de 1987.

Aunque las variaciones en la capa de ozono se detectaron ya en la década de 1970, la primera voz de alarma llegó en 1985, a través de la revista científica Nature. Un artículo firmado por Joe Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin alertaron de grandes pérdidas de ozono sobre la Antártida, donde se estaba creando un gigantesco 'agujero', y vincularon este fenómeno a una dinámica global de adelgazamiento de esta barrera natural contra los fatales rayos ultravioletas que, procedentes del sol y sin este escudo, podían atravesar la atmósfera.

Localizada la crisis, la ciencia aportó una solución. Las investigaciones de Mario José Molina, Paul J. Crutzen y Frank Sherwood Rowland habían determinado, una década antes de la detección del agujero en la capa de ozono, una relación entre los clorofluorocarbonos (CFC) y la disminución de ozono en la atmósfera. El problema era que estos gases estaban presentes en todo tipo de productos y electrodomésticos, desde aparatos de aire acondicionado a frigoríficos pasando por los aerosoles. Sólo en 1986 se produjeron 1,1 millones de toneladas de CFC.

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"Descubrimos que la contaminación no tiene fronteras. Aquello fue un hito en todos los sentidos, y el proceso se ha repetido después con el cambio climático: las presiones de la industria, las discusiones sobre si los aerosoles tenían esa capacidad, y el acuerdo internacional", rememora Paco Ramos, portavoz de Ecologistas en Acción.

Ese acuerdo internacional fue el 'Protocolo de Montreal', firmado inicialmente por 46 países y ratificado después, de forma unánime, por todos los estados miembros de la ONU: 191 países. "Fue algo muy duro, porque se decía que no se iba a poder reducir las emisiones de CFC. Pero se encontraron compuestos sustitutivos y se resolvió", relata Mario Díaz, catedrático de Ingeniería Química.

El impacto del acuerdo fue muy rápido. La reducción de CFC fue radical, hasta el punto que quince años después las emisiones se limitaban al 10% de las que había a mediados de los ochenta. Se estima que, de no haber frenado las emisiones, en 2020 hubiera habido 100 millones más de casos de cáncer de piel. 'El Protocolo de Montreal' fue muy efectivo para reducir las emisiones de CFC.

Llevamos muchos años sin hablar del agujero de la capa de ozono gracias a estos compromisos. Quizás puede ser el modelo a seguir con el cambio climático", sostiene Manuel Antonio Mora, representante de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Se estima que, para el año 2065, el agujero en la capa de ozono será historia.

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