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Las exequias de un gran misterio

Con la muerte de lady Lucan, los ingleses dan el último repaso a uno de sus casos criminales más queridos

John Bingham y Verónica Duncan, a la puerta de su domicilio.

Murió lady Lucan, viuda, de 80 años, de lord Lucan, o, lo que es lo mismo, de un fantasma. El pasado 27 de septiembre encontraron el cadáver en su residencia londinense de Eaton Row, en Westminster. La Policía certificó que había muerto "sola y aparentemente en paz". Veronica Duncan, así se llamaba antes de casarse, fue una de las últimas personas en ver a John Bingham, séptimo conde de Lucan, antes de que desapareciera misteriosamente sin dejar rastro en noviembre de 1974, después de supuestamente asesinar a la niñera que cuidaba de sus hijos.

La historia, con el tiempo, se ha convertido en un clásico entre los casos criminales no resueltos, y por ello probablemente les suene. Poco antes de que se lo tragase la tierra, lord Lucan había quedado con unos amigos para cenar en el exclusivo club Clermont, en el barrio de Mayfair. Sin embargo, decidió que aquélla era la noche ideal para asesinar a su mujer, aquejada entonces de trastornos mentales y con la que mantenía una amarga disputa por la custodia de sus hijos, tras separarse de ella. Con esa intención se dirigió a la casa de Belgrave, pero lo único que logró fue acabar con la niñera, una infeliz llamada Sandra Rivett, que ese día tendría que haber gozado de descanso y, sin embargo, estaba allí sin imaginarse lo que le esperaba.

Después de transcurrido tanto tiempo ésta es sólo una de las hipótesis en que se sustenta uno de los grandes misterios británicos, probablemente el que más expectación ha despertado en Inglaterra en el último cuarto del siglo pasado y lo que llevamos de éste. Lucan era un aristócrata de 39 años, elegante y de poderoso atractivo físico, de carácter algo pendenciero, jugador empedernido y con un alto tren de vida. Acumulaba deudas y los acreedores lo perseguían. Cuando aquella noche un desconocido penetró en la casa de Belgravia, donde la condesa Lucan vivía con los tres hijos y la niñera, halló la mejor manera de desentenderse de ellas y contraer otras. El intruso, antes de huir, golpeó con un tubo de plomo a la joven, la mató y supuestamente intentó estrangular a la condesa, que había acudido en su auxilio. ¿Quién era el agresor? No se supo nunca, aunque lord Lucan desapareció esa misma noche: su auto fue encontrado en Newhaven con manchas de sangre, y su barco fondeado, pero jamás hallaron su cuerpo. Según los amigos, era aparentemente el suicidio de un hombre desesperado que quería asesinar a su mujer y que, en lugar de a ella, había matado a la baby-sitter. No quería enfrentarse a la justicia y no le quedaba otra salida. Antes, supuestamente, había llamado por teléfono a su madre para informarle de que algo horrible había sucedido en la casa y pedirle que se encargase de los niños. También habría visitado a unos amigos de su círculo más íntimo en Sussex.

Scotland Yard alimentó durante al menos un par de décadas la creencia de que Lucan estaba vivo. Se disparó la obsesión nacional por conocer su paradero.

Sobre el misterio del aristócrata inglés que se esfumó del escenario del crimen se han escrito miles de páginas, hay publicados varios libros y emitidos documentales y telefilms. Muriel Spark escribió una novela, "Los encubridores", sobre el caso. Turistas británicos mantienen haberlo visto convertido en hippie en la India, en Nueva Zelanda o incluso jugando una partida de póquer en Bostwana. La Policía siempre se inclinó por pensar que su paradero se hallaba en Sudáfrica. En 1999 fue dado por muerto, aunque la Corte Suprema tardó otros quince años más en declarar su fallecimiento, sólo después de que su hijo lo demandase para obtener el título de lord.

Muriel Spark situó a Lucan, veinticinco años después del asesinato, en el consultorio de la psicoanalista más famosa de París. "Vine por una consulta... No tengo la conciencia tranquila... Soy lord Lucan: la Policía me ha buscado durante más de veinte años. Supongo que conoce mi historia", se presenta el conde. "No es posible. Ya estoy atendiendo a otro paciente que dice ser lord Lucan", responde la psicoanalista. La repercusión de un crimen convirtió a John Bingham en un ser ubicuo a la vez que invisible. No es poco mérito.

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