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Encuentro literario en yaiza

La hora de los amantes de la palabra

Yaiza acoge un nuevo encuentro de creadores de Lanzarote y Gran Canaria, otra ocasión para conocer las elaboraciones y versos de profesores, amas de casa, marineros y declarados poetas populares

La hora de los amantes de la palabra

Decía el gran Ángel González. "Me falta una palabra, una palabra sólo. Un niño pide pan, yo pido menos. Una palabra dadme, una sencilla palabra que haga juego con?".

A las palabras hay que tratarlas con ternura, con paciencia, de lo contrario siempre cabe la posibilidad de que se rebelen. Sin contemplaciones se ofuscan, y como niños chicos se tiran al suelo y se ponen a reinar, a dar pataletas y lloros mientras el desesperado autor trata una vez más de emborronar la cuartilla, o sencillamente volver a pulsar con rabia cualquier letra inmisericorde de este altivo y escurridizo vocabulario.

En Yaiza, en el sur de Lanzarote, se han vuelto a reunir un grupo amplio, diverso, de amantes de la poesía. Hay profesores, amas de casa, marineros, enfermeros, y hasta directores de hotel. Todos ellos llevan años luchando por llevar al papel el menor atisbo de inspiración, en una carrera desbocada por construir sonetos, décimas, alejandrinos. Frases con las que hablar de amor, y de aquel desamor de la adolescencia, que a veces rebrota, y de aquello que tanto duele: la pérdida de los amigos, de los que se fueron, siempre demasiado pronto. También les gusta a este grupo de intrépidos imaginar versos más festivos, esos que dedican a su tierra, al mar, a la playa Ojos de Garza, con ese gran nombre, a las tradiciones. Y una vez más, y ya llevan ocho ediciones, como anfitriona de este encuentro poético, la mayoría tratará de ensalzar la belleza o esa fascinación que siempre despierta una isla tan distinta como Lanzarote. Todos ellos, bajo el paraguas que los acoge, la Asociación Arcadia, volverán a sacar sus libretas, o las hojas escaneadas de uno de sus libros, y en medio de esta reunión de notables, de fans incondicionales de la poesía, leerán para lo demás algunas de esas historias, esas pinceladas traviesas con los que resulta tan complicado dibujar los sentimientos con una simple paleta.

María Jesús Lozano se declara amante de la lengua. Primero como una de esas maestras de toda la vida, a la que le tocó enseñar a los alumnos, en uno de aquellos míticos salones, más propio de almacén de tomates, que de centro educativo. "Los padres", recuerda María Jesús Lozano "venían de su casa con un banquito, que se colocaba entre silla y silla, para que pudiera darles clase a sus hijos, mientras ellos se iban a trabajar al campo". Eso ocurrió a finales de los años sesenta en el Doctoral, un centro mixto, en los que los niños no sólo recibían clases, muchas veces el desayuno, o la merienda. Los padres sólo podían volver a recogerlos ya de tarde, después de haberse pasado el día cogiendo tomates.

Susa Lozano, como prefiere que la llamen, no se olvida de aquellas caras, ni de los insecticidas que echaban desde el aire y que cubría todo de un polvo blanco y maloliente. Ella reconoce que aprendió mucho de aquellos años. Después pasó por otros colegios, impartiendo clases de lengua y literatura. Aprovechaba los tiempos muertos de los exámenes para escribir versos en pequeños papeles, que después guardaba en los libros.

Sólo al final, cuando se sintió más "ligera de equipaje" comenzó a rescatar aquellas cuartillas y a darles forma. Lozano, como buena docente, sabe que para escribir, primero hay que leer mucho y después trabajar, "volver a leer lo que has hecho de noche, y darle otra vuelta".

Reconoce que siempre le han gustado los grandes poetas, Miguel Hernández, Neruda y también Pedro Lezcano, al que conoció tarde, pero al que ahora valora como uno de sus imprescindibles.

Lozano es la actual secretaria de Arcadia, la asociación de amantes de la poesía, que una vez por semana se reúnen en la casa de El Hierro en Ciudad Jardín para compartir escritos, poemas y también dudas.

Lo que resulta más llamativo de esta asociación es su afán por reunirse para el hecho casi insólito de leer versos. Mientras una gran parte de la población pierde las cuerdas vocales por unos jugadores de fútbol, o baloncesto, ellos cogen sus libros, sus apuntes, sus manuscritos, seguramente atiborrados de tachones, y se lanzan sin sonrojo al placer de escuchar y leer.

Pedro Salvador Callicó es un experimentado ATS que trabajó más de 30 años en el Materno Infantil. También es el autor de varios libros de poemas y uno de los primeros promotores de la formación de Arcadia en Gran Canaria.

Callicó recuerda que sus primeros versos llegaron muy pronto, sobre todo acompañados por la melancolía. A su padre lo destinaron a Ávila, y la familia tuvo que dejar la isla, "verme tan lejos, sin el mar, eso lo extrañe mucho. Fíjate que fue tal la necesidad que tuvimos de ir a la playa, que uno de los primeros viajes que hicimos fue acercarnos hasta aquella ciudad en la que nos quedara más cerca el mar, y nos fuimos a Santander".

Después como la mayoría, empezó a probar con esos poemas de amor y de desamor, "cuando te empiezan a gustar las chicas y alguna de ellas te rechaza y?entonces crees que te rompe el corazón".

De Gran Canaria han viajado esta vez ocho personas, ocho apasionados de los versos que se han podido encontrar con otros compañeros poetas en el municipio de Yaiza. El acto se desarrolló en la casa de la Cultura Benito Pérez Armas.

El director de hotel

A todo este grupo de creadores les une su pasión por contar historias, y sobre todo la fascinación que sienten por darlas a conocer. Desde caminos bien distintos, la docencia, la mar o sencillamente desde la ventana abierta que da al volcán más hermoso, una vez que se han quedado más ligeros de equipaje, como escribió Machado, se han puesto manos a la obra, se han volcado en desarrollar esa vocación que llevaban dentro.

Tal vez este es el caso de Manuel Concepción, un palmero afincado en Lanzarote y que se ha dedicado profesionalmente al mundo del turismo, como director de varios hoteles en la isla. Desde hace algún tiempo también dedica el tiempo libre a escribir, poesía y cuentos cortos. La naturaleza, el amor, la soledad como recoveco. Concepción da un paso adelante y persiste en el reto de indagar en nuevas formas, en detenerse y contar, al que quiera escucharlo, las historias que un buen día decidió esconder entre algodones hasta que pudiera darle ese toque de luz.

La ex concejal

Arcadia era una región de la antigua Grecia. Con el tiempo, se convirtió en el nombre de un país imaginario, creado y descrito por diversos poetas y artistas, como este lugar especial en el que reina la felicidad, la sencillez y la paz. Un espacio idílico en el que casi todo puede ser posible. El mejor nombre que podían utilizar este grupo de fans incondicionales de la escritura, a las que nada les detiene.

Guadalupe Santana dedica desde hace tiempo sus días a elaborar décimas y estrofas para grupos de música. Formaciones vinculadas al folclore que reclaman sus textos, y ella encantada se sienta, piensa un tema propicio y se lanza detrás de esa idea.

Guadalupe Santana es conocida en Telde por haber sido concejal de Cultura, ahora alejada de la primera línea de la política prefiere esmerarse en el difícil arte de mejorar la técnica, porque los versos "nacen del corazón pero se hacen desde la cabeza".

Ha escrito varios libros y también se ha llevado varios premios, en este trazado largo y complicado, aún se acuerda perfectamente de aquellos primeros poemas, "empecé a escribir con 13 años, fue por desamor". La historia más vieja del mundo, tal vez la mejor manera de olvidar un amor tan impetuoso sea desbaratar el enamoramiento en un pedazo de papel en blanco. Guardarlo un tiempo y después ver qué tampoco fue para tanto. Eso le ocurrió a Guadalupe y a partir de ahí descubrió esta otra pasión: la de escribir sonetos, pareados, alejandrinos. Que nacen del corazón y se arreglan desde la cabeza.

Decía María Jesús Lozano que para escribir bien hay que leer mucho. Sobre todo a los más grandes, y entre ellos habría que detenerse en las palabras de un inmenso poeta canario, Luis Feria: "A la lenta caída de la tarde, amar la vida largamente es todo, el oficio del hombre que respira. Alzar la mano y detener el cielo. Destino de la luz, nunca te acabes". Aunque habrá que reconocer que para llegar hasta esta estrofa habrá que pedir como Ángel González mucho más que buenas palabras.

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