Una vez jubilado no quiso volver a pisar el Puerto. En alguna ocasión su hijo Antonio quiso llevarlo en su coche, pero cuando se acercaba a la zona de los muelles, le pidió con determinación que diera la vuelta. Le dolía recorrer aquel lugar, que tanto conocía, pero ahora ya sólo podría hacerlo como un visitante accidental.
Tal vez para recordar aquellos 45 años de servicio al Puerto decidió escribir sus memorias. Un largo recorrido por situaciones, experiencias y personajes que formaron parte de la construcción y el desarrollo del Puerto de la Luz y de Las Palmas. Desde aquel año 1927 hasta que ya con 62 años, y sin haber manejado una bicicleta, tiene que aprender a llevar una moto, con la que recorrer las instalaciones. Reconoce que le costó más de una caída y que una vez estuvo a punto de caer al agua, pero como siempre le gustó "cumplir con lo que se me ordenaba" aprendió y siguió utilizando aquella motocicleta hasta que le tocó marcharse.
Su hijo Antonio Silva siempre ha considerado que a su padre no le han tributado los homenajes que ha merecido, sobre todo por el gran trabajo que a lo largo de su vida dedicó a un espacio tan emblemático como el Puerto de la Luz y de Las Palmas.
