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vidas al límite

Drogas en la guerra, la historia alucinante de unas armas de colocón masivo

Romanos ebrios, tropa napoleónica con hachís, nazis adictos, marines enganchados en Vietnam y soviéticos con la marihuana en Afganistán

Tropas alemanas en la II Guerra Mundial.

Los griegos y los romanos se emborrachaban con vino antes de entrar en combate. Alcohol para fomentar el coraje líquido y, también, para pagar en especias su trabajo. El Ejército británico en el siglo XVIII echaba mano del ron, los franceses adoraban el vino para regar su valor, la cerveza envalentonaba a los alemanes y el vodka hacía a los rusos más bravos que nunca. El alcohol daba valentía, calor en caso de temperaturas gélidas y relajación tras las batallas.

Pero la historia que propone el profesor polaco ?ukasz Kamienski en su apasionante 'Las drogas en la guerra' (Crítica) también se refiere a otras sustancias psicoactivas manejadas en tiempos de guerra desde que el mundo es inmundo, muchas de ellas "importadas" por las tropas enviadas a otros países. Y que a veces provocaban efectos contrarios a los deseados a la hora de empuñar las armas. El ejército napoleónico, por ejemplo, conoció en Egipto el hachís, que los habitantes usaban para cocinar o fumar. Las consecuencias nefastas que se extendieron por la tropa llevaron al emperador a prohibir su uso tanto a sus soldados como a los egipcios. A buenas horas, Sire. Cuando los soldados volvían a París, la elite francesa se volvía loca por conseguir su preciado "souvenir". El autor distingue entre drogas "recetadas" al personal militar y distribuidas por las autoridades, drogas "autorrecetadas" por los propios combatientes, y drogas como herramientas de guerra, ya sea como armas psicoquímicas o como instrumentos de subversión. Durante la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) se extendió con total libertad el uso médico de la morfina y el opio para calmar los dolores de las amputaciones provocadas por las nuevas armas de fuego.

"En 1922", cuenta el autor, "un oficial médico que compareció ante la comisión parlamentaria encargada de investigar el problema de la "neurosis de guerra" afirmó tajante: "De no ser por las raciones de ron, no creo que hubiéramos podido ganar la guerra".

El Tercer Reich, tan drástico con la toxicomanía en la sociedad alemana, no vaciló en recurrir a las drogas de forma masiva para motivar a sus soldados, al tiempo que entre sus jerarcas se extendía la adicción a la morfina, empezando por el propio Hitler. La metanfetamina, comercializada bajo el nombre de Pervitin, se empleó sin restricciones para que los nazis mostraran un valor sobrehumano a través de tabletas de chocolate o inyecciones intravenosas. Léase, al respecto, el esclarecedor libro de Norman Ohler "El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich.

Los ejercitos norteamericanos empezaron a producir benzedrina desde 1942 para usarlo como descongestionante nasal y soviéticos, británicos y kamikazes japoneses se ponían ciegos de estupefacientes. A menor escala, en la Guerra de Invierno contra los rusos en 1939, los soldados de Finlandia "compensaban" su inferioridad de fuerzas con auténticos festines de heroína para ser héroes. Y vaya si lo consiguieron.

Vietnam fue "la primera guerra farmacológica real", tal era la libertad con la que los soldados accedían a alcohol, marihuana, heroína, LSD, opio o barbitúricos. El paraíso de los subidones.

¿Y en la actualidad? En Afganistán, el Ejército Rojo empleaba los estupefacientes como fuente de apatía de olvido, "un método de probada eficacia para apaciguar una psique desgarrada por multitud de trágicos dilemas. Como confiesa uno de los veteranos: "Sin anasha [marihuana], la guerra es una desgracia ... la anasha me ayuda a comprender Asia"".

Explica el autor que "las tropas regulares deben enfrentarse, cada vez con mayor frecuencia, a adversarios que actúan bajo la influencia de estupefacientes de gran potencia. Los Marines estadounidenses, por ejemplo, se vieron obligados a modificar sus tácticas operativas al descubrir que muchos de los insurgentes contra los que combatieron en la segunda batalla de Faluya en noviembre de 2004 estaban drogados. A pesar de estar gravemente heridos, estos seguían luchando, por lo que el procedimiento estándar de disparar al cuerpo no bastaba para detenerlos, del mismo modo que en el pasado las balas británicas habían sido incapaces de contener a los feroces guerreros zulúes. A partir de entonces, los Marines tuvieron que apuntar a la cabeza".

En las casas y escondrijos de las tropas irregulares de Irak había "anfetaminas, cocaína y gran cantidad de jeringuillas hipodérmicas", y se hallaron "rastros de producción de metanfetamina en las guaridas de los insurgentes. Los rebeldes de Abú Musab al Zarqaui solían luchar drogados, cosa que se confirmó tras el hallazgo de pipas, agujas y jeringuillas, y tras practicar autopsias aleatorias a los cuerpos de combatientes muertos. Los diez miembros del grupo terrorista paquistaní Lashkar-e-Taiba, que entre el 26 y el 29 de noviembre de 2008 llevaron a cabo una decena de sangrientos atentados en Bombay, bautizados por la prensa como el "11-S indio" y que dejaron al menos 172 muertos y 300 heridos, actuaron bajo el efecto de fuertes drogas".

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