La poesía es para muchos el arte supremo. Pero también es cierto que los profanos en la materia se quejan constantemente de la dificultad de acceder a ella debido al lenguaje críptico de los escritores, a la necesidad de conocer profundamente sus biografías para entender los textos y, principalmente, a la torpeza de una enseñanza institucionalizada durante muchísimos años en este país para la que era más importante dominar las licencias métricas o los recursos estilísticos antes que sentir la belleza de las palabras. Una enseñanza cuadriculada que obligaba a los estudiantes, desde los primeros días de clase, a analizar unos textos escritos en castellano antiguo antes que disfrutar con unos autores vivos más cercanos, más creíbles y acordes con su realidad vital.
Pues bien, el cómic, que se ha revelado en numerosas ocasiones como un medio divulgativo como pocos, puede ser la solución para abrirle el universo poético a mucha gente. Y el mejor ejemplo es la obra Viñetas de plata (Reino de Cornelia) sobre uno de los poetas vivos más importante que hay en España, Luis Alberto de Cuenca. La autora es Laura Pérez Vernetti, una experimentada ilustradora que se curtió nada menos que en la antológica revista El víbora y que ha sacado obras con regularidad en las que, muchas veces, construye puentes entre ambas manifestaciones artísticas como ya hizo al adaptar a este medio las obras de escritores como Rilke, Maiakovski o Pessoa. Pérez Vernetti plasma en quince episodios el significado de otros tantos poemas del autor madrileño de una manera sencilla, diáfana, sin barroquismos, de tal forma que el mensaje cala inmediatamente en el lector, dejándolo muchas veces noqueado por la sublime interacción que se produce entre ambas artes y que se convierte también en la mejor manera de que el neófito se adentre con fuerza en esta ciencia tan fascinante. Pero, por encima de todo se trata de un libro especial. Me explico.
Partes
La obra tiene dos partes. La primera está formada por los cómics de la autora catalana y la segunda sólo con los poemas de De Cuenca. Recomiendo, por tanto, un juego muy divertido que sorprenderá gratamente como me ha sorprendido a mí. Lo mejor sería, en primer lugar, leer los poemas, intentar buscar por ti mismo sus significados, y luego leer el cómic a ver si tu visión de esos versos coinciden con el sentido que le dio el propio autor. Y es recomendable abordarlo de esta manera porque, durante el proceso de creación del libro, la dibujante llamaba al propio Luis Alberto de Cuenca para preguntarle qué significaba tal o cual frase y él, directamente, le ponía la viñeta en su mente. Al final, el resultado siempre es sorprendente y muestra que la poesía es principalmente sentimiento, por encima del ritmo o la armonía. Por otro lado, hay que avisar que Pérez Vernetti es una dibujante que siempre impregna de un erotismo exacerbado a sus trabajos. Y, por tanto, muchos de estos poemas muestran una sexualidad explícita que, por otro lado, no desentona con el mensaje original del escritor. Una poesía, por cierto, que está basada en vivencias inspiradas en momentos recientes, pero que recrea desde paisajes medievales hasta otros góticos, con escenas de violencia, odio, frustración o amor. Versos que van desde la infancia hasta los prostíbulos, pasando por las difíciles relaciones entre las personas.
La obra ha sido dibujada en un riguroso blanco y negro, en homenaje al cine de la primera mitad del siglo XX que tanto fascina a ambos autores y un detalle que llamará poderosamente la atención a todos aquellos que adquieran un ejemplar del libro es que la cubierta en papel es diferente a la de cartón. La primera muestra el rostro de Luis Alberto de Cuenca rodeado de los personajes que han salido de su imaginación. Pero la segunda es un dibujo sensacional en donde un vampiro y un hombre lobo violan literalmente a una dama asustada en plan cuento de terror romántico a lo Shelley. Este dibujo, que en realidad es una versión ampliada y coloreada de una viñeta de uno de los poemas, es un ejemplo sintomático de que Pérez Vernetti no ha cedido un ápice en su estilo ya que, intuimos, la editorial ha optado, en el último momento, por incluir una presentación mucho menos escandalosa que no inquiete al común de los mortales.
Los títulos del cómic han sido sacados de los libros de poemas La caja de plata, El hacha y la rosa, Sin miedo ni esperanza, El reino blanco, La vida en llamas, El otro sueño, y Cuaderno de vacaciones. Cada uno tiene un valor esencial en la historia de la literatura española actual. Sin ir más lejos recuerdo haberme sorprendido la modernidad de La malcasada durante mi época de estudiante y convertirse en un poema que abrió mi mente a un universo poético totalmente nuevo y revelador. Fue acabar con una frustración personal hacia la literatura. Un divorcio entre el arte y los sufridos alumnos que pasaban largas horas, entre lo tedioso y lo plúmbeo, analizando poemas medievales o del Barroco. Todo eso cambió cuando, al final de curso, al llegar a los autores de los ochenta, a la Poesía de la Experiencia, muchos nos encontramos con nombres como Luis García Montero o Luis Alberto de Cuenca. Muchos adolescentes de 16 años pensamos que, por fin, existían en este país dos escritores que creaban la poesía que nos gustaba. Eran nuestros salvavidas culturales y llegabas a la conclusión de que el sistema educativo estaba muy mal diseñado, y que si aquellos profesores con mente de cemento hubiesen empezado las clases por estos autores la hostilidad hacia toda esta materia no se habría producido. Si yo hubiese leído, por ejemplo, Coplas por la muerte de su colega del autor granadino, con catorce años podría haberme metido posteriormente en El poema del Mío Cid de una manera mucho menos hostil.
Pero volviendo al libro hay que decir que el primer poema se titula Isabel y es un texto que De Cuenca escribió en homenaje a una joven que acabó suicidándose y que la autora barcelonesa rescata de otro libro antesala a este que se titulaba Ocho poemas donde ilustraba los versos de autores de distintas generaciones y tendencias literarias. En Isabel aparecen referencias culturales como la buhardilla del 65 de la calle Zurbano, un libro con cuadros del pintor Arcimboldo, los personajes de Conan y Bélit, la Gwendoline de John Willie... Un primer poema que demuestra lo que asegura Vernetti en el prólogo y es que Luis Alberto de Cuenca es un autor que adora al noveno arte y que sus poemas son fáciles de trasladar a este medio expresivo.
Personaje
Aquí, como en otros títulos del cómic, el escritor es un personaje más de la trama. De hecho, surge como narrador omnisciente que se mueve por los parajes por donde vivió y murió la amada. El dibujo además es un ejemplo contundente del estilo de Vernetti, con una línea muy underground que recuerda a veces a ilustradores como Domingo Mandrafina o José Muñoz.
En el segundo poema, El libro de Monelle, De Cuenca se introduce de lleno en el proceso de creación del libro de cabecera del simbolismo francés. La obra que Marcel Schwob dedicó a una amante llamada Louise que se prostituía ocasionalmente y que falleció a los 25 años a causa de tuberculosis. Nuevamente, la autora catalana no se anda por las ramas y describe cómo un tímido y apocado joven acude a un sórdido burdel donde se engancha completamente con una meretriz enferma de la que se termina enamorando perdidamente. Aquí Vernetti plasma a las diferentes prostitutas como si fueran estatuas griegas, y el resultado a veces casi se asemeja más a una película de la Novelle Vague.
Sin embargo, los dos títulos que muestran más especialmente la proeza narrativa de De Cuenca son los que, precisamente la autora recrea de manera mucho más brillante. Se tratan además de dos poemas que se introducen por una onda más cercana al género de terror, con un toque a lo Poe o Lovecraft. El primero es Homo Himini Lupus que De Cuenca dedica a Paul Naschy. La afición de este actor y director por los personajes del cine de la Universal y la Hammer sirve de base para realizar un análisis sobre la condición humana que acaba con la famosa locución latina que hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma. Lo mismo ocurre con Las paradojas de Satán donde se describe cómo el ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor con una reflexión final de lo más estimulante, ideal para calmar hasta los más escépticos. Sin embargo, el relato más desgarrador quizás sea Todos fuimos pequeños, un poema de plena actualidad por el problema de la violencia en las aulas y que desmiente muchos tópicos sobre la infancia que la gente suelta muy a la ligera. Para abordar la desigual lucha entre la inocencia y la crueldad la autora catalana utiliza un estilo más cercano al realismo mágico de Beto Hernández. A continuación El eterno femenino es uno de los que más me gustan ya que resulta entre cómico y grotesco. Se trata de las andanzas de un mujeriego, de un don Juan profesional del que sólo conocemos su verdadera realidad en el último verso. A pesar del dramático desenlace De Cuenca recupera el mito de la tradición española de una manera realmente original y desenfadada.
Uno de los poemas más subyugantes de todo el libro es Recuerdo de Lee Miller donde se cuenta la historia de una de las mujeres más increíbles del siglo XX, una fotógrafa que durante la Segunda Guerra Mundial trabajó intensamente en el frente de guerra, que fue pareja de Man Ray,y que por su círculo de amigos estuvieron Pablo Picasso, Paul Eluard y Jean Cocteau. Una mujer que incluso apareció en la película La sangre de un poeta interpretando una estatua que cobra vida. De Cuenca narra un episodio concreto de su vida, cuando Miller, que había llegado a Alemania con las tropas aliadas, y fue de las primeras en retratar los horrores de los campos de concentración nazis, visita, con su compañero David E. Scherman, la vieja residencia de Hitler y decide tomar un baño en la tina del dictador alemán. Este acto de elegante venganza y oposición al nazismo se daba mientras un Hitler todavía vivo maquinaba cómo escapar de la situación en la que se encontraba. Se trata de otro ejemplo más de la admiración que Luis Alberto de Cuenca profesa hacia las mujeres. Al final de la obra, aparece Fe de erratas, sin duda uno de los poemas más hermosos del autor madrileño, donde narra la necesidad de amor de una manera tan hermosa como directa y desgarrada y que la dibujante convierte en un relato de sexualidad libre y directa y sin inhibiciones.
Estos son algunos de los poemas que aparecen en este libro publicado dentro de una colección que la editorial titula Los tebeos de Cordelia y en la que se incluye obras que van desde Winsor McCay hasta Martín Romero. Debo reconocer que he hecho un análisis de estos poemas de una manera subjetiva que no tiene por qué coincidir con las de los autores. Una interpretación que algunos podrán calificar de audaz. Pero de eso, precisamente, se trata el arte, de sentir, disfrutar, interpretar. Como ocurre con la música y la pintura. Lo contrario, la palabrería, los ladrillos teóricos, y la anticultura, se las dejo a los profesores de enseñanza media que proliferaban en los colegios e institutos de los años ochenta.
Este trabajo ha supuesto para el poeta español poder hacer realidad uno de sus sueños de toda la vida: convertirse en un personaje de cómic, formar parte del universo que comparten sus admirados Tintín, El Príncipe Valiente, Mandrake o Flash Gordon. Y como últimas palabras quisiera incluir unas frases del propio Luis Alberto de Cuenca sacada de la página web La biblioteca del Nautilus en donde realiza un análisis acerca del noveno arte: "Sobre quienes arremeten contra los cómics, reputándoles un discurso estético dirigido a enfermos mentales y/o a descerebrados, deberían, ellos sí, acudir al psiquiatra en busca de la patria perdida, o sea, de la infancia, que buena falta les hace si quieren ser medianamente felices, aunque sea por un ratito, que no es que dure más la vida humana".