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'Jackie'

Una tragedia americana

Larraín traza un retrato de la primera dama repleto de claroscuros pero visualizado con firmeza, y la convierte en la más personal de sus películas

Una tragedia americana

Sorprende encontrar a un director como Pablo Larraín, firmante de algunas de las producciones chilenas más interesantes de los últimos años, caso de las películas No, El club y Neruda, al timón de una producción americana de las características de Jackie, un biopic sobre la primera dama más mediática de la historia de los Estados Unidos, a la que la actual primera dama, la eslovena nacionalizada estadounidense Melania Trump, parece querer seguir los pasos. Esperemos que no tenga que ser recordada como la mujer que tuvo el cerebro de su marido desparramado por todo su vestido de Chanel rosa mientras viajaba en la limusina presidencial.

Después de Jacqueline Kennedy, todas sus sucesoras, desde Nancy Reagan hasta Michelle Obama pasando por Hillary Clinton, han tratado de parecerse a ella de una u otra forma. Sin embargo, la aspiración de Jackie, era ser "una mujer por encima de cualquier otra cosa", pero en su camino se cruzó una bala zigzagueante que acabó con "los años de Camelot" de la privilegiada familia Kennedy. De la noche a la mañana, Jackie pasó de primera dama a convertirse en la viuda de América. Una viuda de 34 años, con dos niños, que se negó a cambiarse de vestido después del magnicidio de Dallas para que el mundo entero fuera testigo de lo que le habían hecho a su marido, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.

En Jackie, Larraín traza un retrato de la primera dama repleto de claroscuros pero visualizado con firmeza. Pese a ser una película de encargo (el guión de Noah Oppenheimer pasó primero por las manos de Steven Spielberg y Darren Aronofsky), el director de El club hace suya la historia de Jackie para convertirla en, quizás, la más personal de sus películas. Absolutamente todos los elementos están diseñados para impactar, para demostrar su clase, su seriedad y su madurez conceptual. A través de continuos saltos temporales, Larraín sigue a una Jackie inflamable en los días inmediatamente posteriores al asesinato de su marido, pero la auténtica acción de la película se desarrolla en su interior. Como si de un sol negro se tratase, cada elemento de la película gira alrededor de su tragedia, tan americana por otro lado.

Aunque estemos ante el enésimo retrato de Jacqueline Kennedy, revisitada varias veces tanto en la pequeña pantalla como en la grande, la película de Larraín se sigue sin pestañear. Y ello se debe, sin duda, a Natalie Portman. Quizás la actriz no se parezca a la verdadera Jackie (hay una abundancia de primeros planos de Portman), pero realiza una interpretación contundente: su mirada lastimada, su figura, sus movimientos, la devastación que desprende su personaje, presiden y dominan la película. Jackie no habría puesto ningún reparo a esta fascinante combinación de realidad y ficción, que contiene imágenes de enorme belleza visual y una banda sonora de Mica Levi que acompaña las imágenes acentuando la experiencia cinematográfica.

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