Detectores de metales, mecheros virtuales, programas que permiten imitar el sonido de una flatulencia, e incluso medidores de la intensidad de los orgasmos son algunas de las aplicaciones que cualquier usuario se puede descargar en su "smartphone" o teléfono inteligente, y que se mueven entre la utilidad y el absurdo.

"Hay un parque enorme de aplicaciones y un parque aún más grande de gente que se las puede descargar. Hay algunas muy tontas, como una que salió durante el Mundial de Sudáfrica de 2010 que imitaba el sonido de una vuvuzela, pero existe mucha gente a la que le hace gracia y se las baja", ha explicado a EFE el profesor de Ingeniería Telemática de la Universidad Carlos III de Madrid Carlos García Rubio.

Entre las posibilidades que puede encontrar el usuario figuran también simuladores de grapadora, dos ojos que siguen el movimiento de los dedos, imágenes de escaleras mecánicas en movimiento y aplicaciones para ahuyentar a los mosquitos.

"Son un reflejo de lo que busca la gente. A pesar de no tener utilidad crean una especie de adhesión inconsciente entre los jóvenes", ha afirmado la socióloga y profesora en la misma universidad Blanca Muñoz, que, en este sentido, ha recalcado que se emplean para "sentirse dentro del grupo, ya que, aunque no sirvan para nada, te dan una identidad dentro de esa comunidad que tú consideras que es a la que perteneces".

Los entornos de desarrollo de estos programas son gratuitos y, gracias a la posibilidad de obtener documentación a través de Internet, cualquiera con un mínimo de conocimientos puede crearlos, lo que ha provocado que, según el profesor García Rubio, "cada vez haya más programadores que, gratis, puedan hacer cualquier aplicación que se les pase por la cabeza".

Sin embargo, para el ingeniero, el "punto de inflexión" fue la aparición de las tiendas que facilitan al usuario la búsqueda de estos programas, como "App Store" para los iPhone de Apple o "Android Market", esta última en los terminales con el sistema operativo Android de Google.

"Miles y miles de personas tienen acceso a estas tiendas, lo que provoca que, aunque sea muy bajo el porcentaje de ciudadanos que encuentren cierta aplicación y les resulte interesante, sobre tantos millones de personas, va a haber muchas que se la bajen", ha detallado García Rubio.

Para el profesor, en ocasiones las cifras de descargas "son engañosas" pues, aunque el usuario se baje una aplicación, "muchas veces lo hace para ver cómo es, pero luego no la vuelve a utilizar". Algunas son de pago y otras gratis, aunque, en este último caso, los creadores obtienen beneficios gracias a la publicidad.