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Una mujer y sus tres hijas, desahuciadas por sus padres

Begoña Pérez debe dejar la casa en la que lleva siete años, en La Herradura, por una orden judicial

Begoña y sus tres hijas menores de edad, 17,13 y 11 años, en una imagen reciente. LA PROVINCIA/DLP

El drama de la vivienda, unido a los nunca agradables conflictos familiares, vuelve a aparecer en Telde. Begoña Pérez, una mujer de 43 años, ha sido desahuciada junto a sus tres hijas menores de edad. El caso, a fuerza de ser un hecho habitual, sería lamentablemente uno más. Pero en este caso quien deja a las puertas del número 52 de la calle Alfonso XIII del barrio de La Herradura no es un casero molesto por el retraso en el pago de alquileres, sino los propios padres de la afectada, que lleva siete años y medio viviendo en el inmueble sin pagar un euro, aunque con una inicial autorización paterna.

El Juzgado de Primera Instancia número 3 de Telde dio la razón, la pasada semana, a María Rosa Ortega y Federico Pérez, quienes llevan casi nueve meses intentando recuperar la casa, ubicada en uno de los márgenes de la carretera que conecta Telde con Valsequillo. Los tribunales entienden que los progenitores de Begoña tienen la razón en su demanda, por lo que la joven, separada y con chicas de 17, 13 y 11 años de edad, tendrá que abandonar la casa a las 9.30 horas del próximo 16 de abril. Un recurso a punto de presentarse, el apoyo de la plataforma Telde Responde, con Arístides Rodríguez a la cabeza, y la colaboración de Jesús Parga, referente de Podemos en el barrio, podrían aplazar unos días este final, pero la perjudicada es consciente de que el problema lo sigue teniendo encima.

El caso se remonta a septiembre de 2007, cuando Begoña decidió poner fin a su matrimonio y llamó a una de sus hermanas para que la echase una mano y le buscase un hogar adónde ir. Los padres de Begoña, que cuentan con cinco apartamentos en Fuerteventura y otro en el sur de Gran Canaria, le ofrecieron entonces la amplia vivienda de La Herradura para que rehiciese su vida.

Todo ello, no obstante, quedaba tamizado por la neutra relación familiar - y en ocasiones, tensa- que unos y otros mantenían y por la precariedad económica por la que siempre ha atravesado la afectada, que en estos años apenas ha conseguido algunos trabajos esporádicos limpiando escaleras pese a formarse como auxiliar de guardería y que ha sobrevivido gracias a los 220 euros que recibe de su exmarido por la manutención de sus tres hijas, las ayudas recibidas de las instituciones y la comida que de forma periódica le llega desde Cáritas, Servicios Sociales o el Banco de Alimentos.

El conflicto en sí, según cuenta Begoña, surge en mayo de 2014, cuando sus padres se presentan en la Isla con la intención de hacer una serie de reformas en los dos baños de la casa y se suceden distintos episodios conflictivos entre varios miembros de la familia. En uno de estos incidentes, y tras pasar por comisaría, es cuando ella tiene conocimiento de la intención de sus padres de desahuciarla. "Me cambiaron las cerraduras, me sacaron la ropa del armario, hicieron las obras y me dejaron los escombros ahí en el patio", apuntaba ayer desconsolada tras recalcar que más de una vez se ofreció a pagarle a sus padres al menos los recibos del agua y la luz haciendo un esfuerzo - "no me dejaron"- y que jamás se imaginaría este duro final.

Pero la reclamación de los progenitores siguió para adelante. Primero, un burofax; luego, una demanda judicial. El pleito llegó a su momento culminante el 25 de febrero. "Me veo en la calle, desgraciadamente. Y si es así, sólo me queda la opción de meterme en un coche a dormir", se lamenta entre sollozos. La joven cree que sus padres, "que tienen bastantes casas", quieren recuperar el inmueble para venderlo y entregarle el dinero a otra hija que, supuestamente, estaría atravesando dificultades.

Condiciones

Al tiempo, niega la existencia de terceras personas habitando en la morada. "Tengo un amigo que me ha ayudado muchísimo, pero nada más. Aunque también me pregunto si no puedo rehacer mi vida", destaca mientras coloca la última remesa de comida que le ha sido donada y espera por la llegada de una de sus pequeñas del colegio.

"Lo más triste de todo es la manera en la que mis padres han tratado a sus nietas. No he parado de moverme para buscar una solución y he solicitado al Ayuntamiento, que sí que me ayuda en lo que puede, una vivienda, pero el futuro lo veo negro. Y puede que entre a trabajar en breve otros cuatro meses para ellos con un convenio, lo que ocurre es que con lo que cobre no podré alquilar nada", subraya.

Ofrecimiento de otra casa

Frente a esta versión, Rosa se defiende. "Mi hija me tiene enferma. La recogí y le he dado todo lo que he podido, pero es muy problemática y me duele y me rompe el alma ver que ahora acude a los medios de comunicación contando mentiras. Si tanta necesidad tiene, que sepa que estamos dispuestos a ofrecerle uno de los apartamentos que tenemos en Fuerteventura para que viva en ellos. Pero la casa de La Herradura es nuestra, mía y de mi marido, y yo la necesito porque estoy malviviendo", explicaba este miércoles a través del móvil.

"No entiendo que diga que no tiene adónde ir si luego advierte de que se va a quedar a dormir en un coche. Me pregunto de quién es ese coche. Durante muchos años le he dado buenos consejos y le he advertido de que tenía que trabajar, que los 220 euros ni nosotros le iban a durar para siempre", agrega. Destrozada también entre lágrimas, Rosa lamenta lo que está ocurriendo, niega que vaya a vender la casa para ayudar a otra hija y asegura que Begoña mantiene otra relación: "Yo no le he tirado ninguna ropa, pero ella sí que metió a un hombre en el dormitorio de mi casa", recalcaba este martes. "Estoy cansada de que nos difame y de que no se vaya a buscar su vida"; concluye después de lamentar que un asunto familiar haya trascendido a las televisiones nacionales.

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