La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El rincón de la llama encendida

La Piconera se ha convertido en un referente de la restauración de Telde por la calidad de sus carnes y su peculiar decoración

José Rivero, camarero en este local desde hace 15 años, sirve una caña ante la barrica adornada con billetes de diferentes países. SANTI BLANCO

José Castellano no puede ocultar su satisfacción al hablar de La Piconera, un restaurante grill muy coqueto de La Medianía que ha colmado de recuerdos su vida. Con 40 años está al frente de un negocio familiar que fundaron con mucho esmero y trabajo sus progenitores, recientemente fallecidos, Eloy Castellano y Pino Macías. Entre las paredes de este local se crió y aprendió una profesión que su padre supo transmitir tanto a él como a su hermano Gustavo.

El patriarca de la familia emigró a Inglaterra cuando tenía algo más de 20 años. Gracias a su esfuerzo y dedicación llegó a convertirse en restaurant manager. Sin embargo, tras ocho años en tierras británicas, regresó a España para instalarse en esta ocasión en la Costa del Sol y abrir hasta cinco restaurantes. Otros ochos años tuvieron que pasar para volver a Gran Canaria e instalarse, ya de forma definitiva, en Telde. Primero fundó Castma, pero pronto vería la luz La Piconera, que cuenta con más de 30 años.

"Los comienzos fueron muy duros", recuerda, "hasta que en los 90 se dio un salto hacia delante". Con doce años empezó a ayudar en un negocio del que se ha enamorado por la posibilidad de mantener una relación afable con la clientela. "Para mí, lo más importante de La Piconera es el trato familiar que me brinda la gente", esgrime.

El nombre del lugar responde a la sencilla razón de que allí se encontraba la piconera de Rosiana, una circunstancia que ocasionaba que en los alrededores transitaran un gran número de camiones.

La especialidad de la casa es la carne, siendo su plato estrella el solomillo al strogonoff, que con mucha destreza y habilidad flamea ante la vista de todos sobre los fogones de una pequeña bombona. Se trata de un mobiliario heredado de su padre del que no pretende deshacerse nunca. "Es la máquina de este lugar y no la pienso cambiar por ninguna cosa moderna", sostiene entre risas. Pero más allá del valor sentimental, su conservación se debe a que "ese tipo de fuego da más intensidad que el resto". Además, fue con este instrumental con el que su padre enseñó a flamear a su prole. "Él nos transmitió este arte", señala, y trabaja para que la llama de ese rincón no se apague jamás.

Museo de antigüedades

La Piconera ofrece al comensal algo más que una deliciosa experiencia gastronómica nada más cruzar la puerta. De forma inmediata el ambiente envuelve el espíritu y transporta a otra época. La decoración del restaurante es uno de los grandes valores de este lugar ya que está compuesta por auténticas reliquias. Radios, planchas, máquinas de coser de la época de nuestros abuelos y hasta un lienzo de 1.920 traído de Alemania lucen en cada recodo e inundan de luz el local.

Es tal el atractivo de estos artículos que incluso han llegado a ofrecer a José Castellano 700 euros por alguno de ellos. Pero él lo tiene claro. "Ni compro ni vendo. Todo lo que hay aquí forma parte del patrimonio de La Piconera", sentencia. Y es que lo que más sorprende, además, es que casi todo ha sido donado por propios clientes del restaurante. "Hay personas que vienen aquí desde hace más de 30 años o que antes venían los padres y ahora lo hacen los hijos", explica, "y algunos nos han regalado estas cosas". El último fichaje, un afinado acordeón.

Curiosa resulta la barrica empapelada en su parte frontal por billetes traídos de diferentes partes del mundo: "Una vez alguien puso uno y ya se siguió como una tradición". Cerca de ella se encuentra una imponente parrilla, que destaca por ser de las pocas de la Isla que se sigue prendiendo con leña, un proceso costoso pero que sin duda el paladar agradece por el sabor único que consigue. Y aunque todo el mobiliario, a pesar de su diversidad, encaja a la perfección, hay un elemento discordante que arranca la sonrisa. En tierra de carnes, un bogavante de plástico da su toque marino. "Todo el mundo se plantea qué hace aquí", admite entre risas, "pero decidimos traerlo y llama mucho la atención".

Empeñado en honrar la familia de su padre, dedicará el resto de sus días a esta profesión que espera que no retome su hija, porque aunque apasionada, induce a perderse "muchas cosas en la vida".

Compartir el artículo

stats