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'Ussa', la oveja a la que le falta ladrar

El animal, separado de su madre al nacer, fue criado por su dueño a biberón y ha adoptado las conductas de un perro - Es el centro de atención cuando pasea por el parque o la playa

Un paseo habitual lleno de mimos y cariños por La Garita. QUIQUE CURBELO

"Eso también lo hace mi perro", dijo una niña de la decena de pequeños que rodeaban a Ussa, en el parque de San Juan, al verla molestar a su dueño con la pata para que la acariciara. Y es que esta oveja, que no pasa desapercibida allá donde va, es un caso singular y un imán para la diversión de los niños. A menudo pasea con Luis González, su dueño, por las avenidas de las playas teldenses o por los parques del municipio.

Como si de un perro se tratara, el animal sigue a su dueño durante los paseos, haciendo las paradas que este hace o corriendo tras él dando saltos de alegría. Si Luis González se sienta, ella se sube al banco y lo molesta con mordiscos en las orejas o gestos cariñosos en su hombro. Sin duda, encontrarse con este panorama un sábado por la tarde en Telde es un espectáculo que no solo llama a los más pequeños, sino a los adultos que, divertidos, hacen todo tipo de preguntas y se sacan fotos con la oveja más famosa de la localidad.

Ussa tiene 14 meses y fue separada de su madre al nacer al encontrarse frente a un debate con la vida sin fuerzas para alimentarse. Su dueño, y papá desde entonces, la crió a biberón y cuando quiso devolverla con su progenitora ya era demasiado tarde, puesto que la cría se había hecho a la mano de González y ya no quería otros cuidados. Conforme pasaron los meses, el animal adoptó aún más la actitud de un perro y, actualmente, impresiona a todos los que la conocen con su forma de vivir la vida de no oveja que ha elegido.

Cuenta Luis González que cuando la deja fuera junto a su madre y hermanas, y tiene acceso a la puerta principal de su casa, Ussa da golpes en el inmueble para entrar junto a su familia humana. Cuando su padre se monta en el coche para salir, va detrás y hace hasta lo imposible para montarse y que la lleven de paseo. Si su dueño la invita a subir hasta su cabeza, la oveja pone las patas en sus hombros y se queda como bailando un vals con quien la mima cada día.

Y tantos cuidados preferentes recibe "la niña de la casa", como afirma González que es, que no tiene una dieta igual a la de sus hermanas, sino que Ussa se caracteriza por adorar el millo y, sobre todo, el pan bizcochado y las papas de paquete. "Está acostumbrada a que lleve lo que le gusta en el bolso, por eso siempre mete la cabeza dentro, a ver si cae algo", explicó su dueño. José María y Antonio Ravelo, de 14 y 11 años, son los ayudantes oficiales de Luis y aseguran que "más de una vez Ussa ha metido la cabeza en algún bolso de señoras del parque porque se cree que es el de las golosinas".

Los dos menores conocen al animal desde que nació y ahora, que ha tenido dos hermanos nuevos que parecen seguir los pasos de la mayor, acompañan a González para ayudarlo con el paseo de los más pequeños que aún no están acostumbrados. Suben y bajan tras los animales y los guían por el camino para que no les pase nada y disfruten de la velada. Chispa y Pinto se llaman las crías de un mes de vida que, junto a Ussa, son el foco de atención de los más pequeños. "¿Se pueden tocar?", preguntan, cada medio metro caminado, los menores que se van cruzando.

Con paso firme y siguiendo al que la ha criado todo este tiempo, la res luce su pelaje blanco al compás del sonido del cascabel que le cuelga del cuello, parándose a oler y juguetear con los perros que se le acercan tan sorprendidos como los que los llevan de la correa. Cerca, aunque con paso distraído, la siguen sus hermanos con un lazo rojo que los identifica. Y es cuando González se echa a correr cuando Ussa acelera su paso y da saltos de alegría tras su dueño, corriendo como si no hubiera fin con un resultado de jadeos y lengua fuera como cuando se la lleva a hacer footing por la avenida.

La felicidad de la oveja es indiscutible, como lo es su pánico cuando Luis desaparece por instantes. Cuando el animal lo pierde de vista se asusta como un niño pequeño y comienza a dar vueltas mientras intenta balar, "pero no sabe, la pobre hace el esfuerzo, pero nunca ha balado", aseguró González.

Este acto, que muestra su amor incondicional, se refuerza aún más cuando cela a sus hermanos, intentando impedir que se acerquen a su papá, o cuando este tiene que encerrarla para poder hacer las labores de la finca. "Es que si no la encierro no me deja hacer nada, se pega a mí y no hay quien la separé", explicó.

Siempre pegada a él como si fuera su sombra, excepto cuando sabe que se acaba el paseo y tiene que subir al coche. "Venga, Ussa, ven aquí", le decían Luis y sus pequeños ayudantes para intentar montarla en el vehículo. Una misión casi imposible que recuerda a esos perros que no quieren volver a casa tras la salida.

Un semicírculo de padres seguido de uno más pequeño, delante, de niños. En el centro Ussa mostrando su gracia y Luis enseñando lo que hace, mientras que las crías son atendidas por los hermanos Ravelo. Poco a poco, cuando van comprendiendo lo que pasa, los menores de las cercanías se pegan al animal. Primero acercamientos cautelosos, y luego caricias tímidas que desembocan en darle de comer millo y bizcocho, besos y abrazos. "Yo la baño, la peino y la pongo guapa, pero cuando salimos del parque, con los niños, llega toda despeinada", contó González entre risas.

Risas y sonrisas son las protagonistas de los encuentros cuando Ussa está presente. Una manera de mostrar a los más pequeños, que van aumentando en número cuando esta llega, que los animales no solo están en la granjas, que existen algunos especiales como ella que son más de lo que parecen ser a simple vista.

"Yo quiero una igual para los Reyes Magos, mamá", pidió con ilusión una de las niñas que acariciaba y miraba a Ussa con ternura y amor. Y lo que la pequeña no sabe es que esta ovejita, que bien podría haber sido un perro, es tan única como la forma en la que se hace querer. Y, si no, que se lo digan a su dueño.

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