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Una ruta para tocar corazones

Grupos folclóricos de Telde se reúnen desde hace 25 años para cantar por la Isla

El grupo toca sus instrumentos y canta villancicos bajo las viviendas del barrio Los Ruiseñores de la capital grancanaria. LP / DLP

Eran las 11.00 horas del sábado después de Navidad cuando un conjunto de amigos pertenecientes a varios grupos folclóricos de Telde salieron del municipio, como cada año, para reunirse con otro conjunto de la capital grancanaria. Allí cogieron la guagua que los llevó hasta Agaete, destino en el que el resto de músicos de folclore del municipio pesquero estaban esperando con más amigos para comenzar una ruta que, desde hace 25 años, se dedica a tocar corazones de todos los tamaños, con su música, por las calles de varios puntos de la Isla.

En el norte comenzó la tradición, y es ahí donde cada año, alrededor de las 11.30 horas los instrumentos y las voces de los componentes de grupos como Araguaney, Guayedra y Los Muchachos, entre otros de Gran Canaria, se ponen en marcha para hacer sonar villancicos hasta el día siguiente. Un brindis en casa de Kiko Ramos y Menchi García, organizadores oficiales, y a partir de la 1.00 hora las calles de Agaete se convierten en el escenario de estos músicos que se dedican a cantar bajo las ventanas y balcones para despertar a los vecinos, alegrarles la Navidad y visitar a compañeros que ese año no pueden estar entre ellos.

"La gente ya nos conoce y nos reciben con mucho cariño, están ahí esperando", asegura Salvador Santana, miembro del grupo y presidente de Araguaney. Cuenta Santana que hace cuatro años un joven con discapacidad se les acercó para pedirles que fueran a tocar para su madre enferma. "El primer año solo se veía la mano de la señora por la ventana siguiendo el ritmo, el segundo estaba de pie escuchándonos y, aunque el tercero cuando fuimos había fallecido, este fuimos de nuevo a cantar a su casa con su hijo, que nos vino a buscar otra vez, aunque allí ya no viva nadie", explica.

A las 4.00 horas ya está la guagua esperando en la puerta de la iglesia de Las Nieves. Se montan y toman rumbo hacia Gáldar, donde dan sorpresas a antiguos compañeros o conocidos. La siguiente parada es Casa Ayala. Allí, alrededor de 60 personas, incluidos niños, los esperan para recorrer las calles tocando y cantando. El periplo finaliza en la asociación de vecinos comiendo churros con chocolate.

Una vez en la capital grancanaria, encender las luces de las casas dormidas de diferentes barrios es su rutina, en la que la emoción hace de las suyas y nadie se queda en la cama para poder disfrutar del espectáculo. "La gente se asoma, llora con nosotros, cantan, nos tiran gorros de Navidad y dinero por las ventanas, también nos dan anís o bizcocho, y así hasta por la tarde", comenta Salvador Santana. "Otros años vamos al Materno, vistamos todas las plantas y los niños se quedan asombrados y felices", añadió.

La excursión musical finaliza en Triana a las 19.00 horas, donde rodean a los mayores sentados en los bancos, animan a la multitud a cantar y bailar y contagian su espíritu. La ruta cambia cada año, pero jamás modifica su objetivo: repartir alegría y felicidad. Acariciar corazones.

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