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Aquí no se tira nada

Manolo Pérez gestiona en Telde un rastro donde todo lo que se obtiene por las ventas de los artículos que reciben va a personas sin recursos

Manolo Pérez muestra el local donde tiene su rastro para la venta al público de los articulos donados. SABRINA CEBALLOS

Hace 42 años, Manolo Pérez, natural de Sevilla pero de familia canaria, estaba enganchado al alcohol. Cuando casi había tocado fondo, sus padres les dijeron que se viniera a Isla con su mujer y sus hijas para salir adelante. Así lo hizo. El sevillano comenzó a tener reuniones con un grupo cristiano y sintió la necesidad de escuchar a su Dios, que, según cuenta, nada tiene que ver con santos. "Somos él y yo", apuntó. Una noche recibió la inspiración que le hizo jubilarse y dedicar su vida "a ayudar al prójimo", y servir como apoyo a los necesitados. Ahora, Manolo tiene un rastro benéfico con el que saca dinero para mantener un centro de acogida en el que conviven 22 personas sin hogar.

El proyecto lo comenzó hace 23 años aproximadamente y, desde entonces, da cobijo, alimentos y recursos básicos a aquellos más desfavorecidos. Los que reciben la ayuda viven en una finca de Las Remudas, en el municipio teldense. Allí hacen de comer, realizan las tareas diarias, cuidan de los animales de la granja escuela que tienen, y se mantienen ocupados todo el día con las tareas que Manolo y otros responsables del centro les mandan. Los voluntarios se encargan de llevarlos al médico, controlar el día a día y velar por su seguridad y el cumplimiento de las normas.

Las reglas, puestas por el director, Manolo Pérez, se basan "en el respeto, la buena convivencia, las terapias en grupo y el 'no' absoluto al consumo de drogas o alcohol", aseguró. Según explica Pérez, muchos de los acogidos son personas que han estado metidos en las drogas o en el consumo de alcohol. En la casa se controla que no recaigan y se les asignan actividades con el fin de "mantenerlos con la mente ocupada en el trabajo y tranquilos".

La finca en la que viven es propiedad de una vecina de Telde que se la "alquiló" al director a cambio de su cuidado. Allí, los hombres sin recursos se distribuyen en varias habitaciones con literas donde guardan sus pertenencias. Además, disfrutan de un salón, comedor, cocina y el terreno en el que trabajan, cuidan la granja, y donde plantan su propio huerto que utilizan para producir alimentos que luego consumen o dan a los animales.

"No recibimos ni un euros de nadie, nosotros solos llevamos todo esto y es completamente voluntario", explicó Pérez. El sevillano cuenta que el modo de trabajo para mantener su proyecto es como una cadena. "Entran en el centro con el fin de rehabilitarse, guardar dinero, porque aquí no pagan nada, y salir a buscar trabajo y tener su pisito cuando estén bien", comentó. Explica que muchos de los que se rehabilitan se quedan trabajando en la finca como responsables, "fueron ayudados y ahora ellos quieren ayudar y enseñar a los nuevos".

Por otro lado, el rastro benéfico que tiene en San Juan y que sirve como medio de ingreso exclusivo para costear el proyecto, lo llevan los mismos acogidos, o voluntarios que prestan sus servicios cuando pueden. "Somos una pequeña comunidad cristiana de seis voluntarios que ayudamos para que esto salga. "La clave es compartir", añadió el propulsor de la iniciativa. Comenta que muchas veces se hace difícil pagar el alquiler del local donde está el rastrillo, dar de comer a los que viven en la finca, y demás gastos fijos, "pero entre unos y otros de la comunidad juntamos, y con la ayuda de Dios siempre lo conseguimos. Es increíble, siempre sale".

El mercadillo tiene razón de ser gracias a las donaciones que las personas ajenas hacen de ropa y todo tipo de artículos. "Nosotros lo recogemos todo, lo lavamos, lo arreglamos si está mal y lo ponemos a la venta", explicó Pérez. Asegura que es una forma de ayudar por doble vertiente, ya que todo lo que se vende en el local es a precios "muy bajos", lo que hace que "aquellos que no tengan muchos recursos puedan comprar aquí lo que necesiten por poco dinero y en buen estado".

El propulsor del proyecto cuenta que las labores que hacen están "en regla" y son conocidas por las Administraciones Públicas. "No recibimos dinero por ningún lado, pero saben de nuestra existencia y los Servicios Sociales nos derivan a personas que necesitan de nuestra ayuda para tener dónde vivir".

'Eben-Ezer' es el nombre del proyecto, palabras en hebreo que significan "roca de apoyo". Este fue el nombre que Pérez le puso, porque en eso consiste su labor, en servir de apoyo para aquellos que no tienen dónde ir. Jesús Hernández lleva un año en la casa de acogida. Cuida de los animales, y asegura que "es una oportunidad de la vida, porque si no estuviera aquí estaría muerto". Él y sus compañeros han tenido opción a un nuevo camino, ese en el que la paz es protagonista, tanto como la que se respira en la finca que se ha convertido en su hogar.

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