La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entrevista a José Luis González Ruano

"Después de tanto viajar, no me he sentido extraño en casi ninguna parte"

"Para sacar el máximo partido a un viaje tienes que salir sin prejuicios, abierto a los demás y a otras culturas", afirma el escritor y antropólogo

¿De qué trata su nueva obra?

Es una recopilación en prosas cortas de mi experiencia viajera durante 40 años. He recorrido el planeta, sobre todo visitando islas, y ese ha sido siempre el motivo. El planeta no lo puedes recorrer saltando de isla en isla, sino que tienes que pasar por destinos continentales, y en ese tránsito van quedando anécdotas, historias, emociones de encuentros con gentes, con lugares, culturas o paisajes. Soy un escritor que viaja, no sólo un viajero. Siempre busco la excusa en el lugar al que visito para sacar de ahí alguna historia. Y esto es este libro.

¿Podría explicar el título?

Reside en cuando visité Nueva Zelanda, el único lugar en el mundo donde anidan los albatros reales del norte. Los demás están en pequeñas islas oceánicas, pero el único lugar de tierra firme donde anidan es allí. Tiene un gran trasfondo literario y pensé que podría ser una buena metáfora, un pequeño resumen literario de la experiencia y de lo que es el mundo, que muchas veces se piensa que son los veinte metros cuadrados que ves, o lo que otros dicen. Luego sales y ves personas con tus mismas inquietudes o sentimientos.

¿Suele viajar solo?

Depende. El último viaje, por ejemplo, en Nueva Zelanda, lo hice solo. Muchos los he hecho en solitario, otros casualmente acompañado. El camino de Santiago lo hice con tres amigos, otro a Ítaca lo hice con mi hijo mayor, que se llama Ulises por mi pasión literaria y viajera. Otras veces voy solo y conecto con gente que va en la misma dirección en algún tramo o desde el principio.

Cuando viaja, ¿lleva un itinerario fijo o se deja llevar?

A mí me pone en marcha la lectura. Llevo una historia en la cabeza en función de algo y, a partir de ahí, decido un destino, de ahí y de otras circunstancias como la época o el coste. Va tomando cuerpo una idea y, casi siempre, tengo un destino mínimo, como ver los albatros. En la cinta del libro una mujer maorí me comentó que si había venido desde tan lejos sólo para estar con los pájaros, debería escribir un buen libro. Yo no voy sólo a ver esos pájaros, pero me gusta focalizar en un destino que me hace luego transitar a mi aire por donde quiera. Combinar ambas cosas es lo correcto, planificas y te dejas llevar, con la libertad de tomar una decisión cuando alguien te diga de desviarte para ver algo, porque si vas cerrado, inevitablemente, te pierdes mucho.

¿Cree que conocer de verdad un lugar reside en el trato con su gente y sus costumbres?

Uno suele ir cargado de tópicos y prejuicios, y lo bueno es descubrir que eso no es siempre cierto o que no es sólo así. A partir de ahí empiezas a conocer otras formas de pensar y, lo más importante, después de tanto viaje no me he sentido extraño en casi ninguna parte, y he visto que la gente comparte las cosas esenciales de la humanidad. Emociones, sentimientos, amor o ganas de libertad. Yo, que soy muy marino, de islas y orillas, he visto una gran similitud en pescadores de todo el planeta, uno en cholas y con un calor tremendo y otros en el ártico.

Para sacar el máximo partido a un viaje, ¿opina que es necesario ir sin prejuicios ?

Sí, es necesario. Tienes que salir sin prejuicios, debes conocer determinada zonas, con trucos y formas de moverte y saber que no estás en tu casa y no controlas, pero siempre abierto al encuentro con los demás, con los paisajes, el entorno y la cultura, esto lo mas gratificante de un viaje.

Ha recorrido mundo. Tras su experiencia, ¿cree que, al final, no somos tan distintos ?

No, claramente, no. La razón humana es la misma. Lo que pasa es que la gente está condicionada por el mundo en el que vive. La cultura condiciona el comportamiento, pero una vez quitas eso, en lo esencial no somos tan diferente, venimos de un mismo tronco.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que concibió la idea del libro hasta tenerlo en sus manos?

Escribirlo como libro, la verdad, no me llevó mucho tiempo. Cuando viajo hago muchas notas y durante el día llevo conmigo una libreta pequeña donde cojo apuntes y, por la noche, lo amplío. Lo bueno de la literatura en el viaje es que provoca un sentimiento nuevo de distancia en el tiempo, que lo hace fantástico, es ahí cuando recreas literariamente la historia que quieres poner. Es un libro de viajes pero no del siglo XIX, donde prevalecía la idea de describir el lugar a los que no podían verlo, eso ahora lo puedes buscar en internet. Hay que rescatar otras cosas, más enfocado a lo que se siente, porque las emociones hoy en día son lo mismo que antes la descripción.

Si tuviera que quedarse con un lugar de los que ha visitado, ¿cuál elegiría?

Si me tuviera que quedar con un lugar, seguramente me quedaría con uno del Archipiélago canario. Desde Alegranza, El Hierro, Isla de Lobos o, incluso, un rincón de Telde, como la playa de San Borondón. Las Galápagos son, también, un lugar fantástico por el que parece que el tiempo no ha pasado, y me gustaría volver.

En cuanto a los capítulos de su obra, ¿tiene especial cariño hacia alguno por lo vivido en él?

Hay varios, pero quizás me quedaría con el penúltimo, que es el que da nombre al libro, porque es una conclusión del mismo. Por otro lado, su inicio lo despierta un acontecimiento de una chica que conocí, a la cual le dedico el libro. Era una joven enfermera, y la conocí en Telde, durante mi época en la que era más activista en ecología y medioambiente. Al tiempo de conocerla, me enteré de que falleció asesinada en Ruanda de voluntaria durante la guerra en ese país. Ese encuentro, su visión del mundo, de la existencia, me despertó el escribir algo sobre ella. A partir de ahí empecé a rescatar las historias. Ese capítulo, en el que ella aparece, lo menciono porque destaca emocionalmente y porque abre el resto del libro. Pero también el penúltimo, porque de alguna forma es el que concluye toda esa itinerancia, y llego a un encuentro que para mí fue esperado y fantástico. El albatros es un animal de una belleza extraordinaria en el aire, y es una leyenda viva.

¿Qué supone para usted presentar su libro en Telde?

Es muy importante para mí, sobre todo en la Casa-Museo, porque soy de La Garita. He llevado una vida activista y ecologista en Telde y me encanta que ahora pueda ir a hablar de la grandeza de todo lo que hay por fuera, unida de la belleza de todo aquello que defendimos en su momento.

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