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Turismo bélico para crear empleo

Una tesis doctoral propone que se potencie el gran patrimonio militar de Gran Canaria y Telde como oferta diferenciadora que atraiga a un turista atípico y con poder adquisitivo

Emplazados en localizaciones con unas vistas privilegiadas, que bien podrían convertirse en espectaculares miradores turísticos, las baterías, búnkeres y nidos de ametralladoras de Gran Canaria, sobre todo los que se extienden desde Las Palmas de Gran Canaria, Telde y Arinaga están ahora más amenazados de destrucción en tiempos de paz que cuando fueron vitales para la defensa insular en la Segunda Guerra Mundial. A partir de ahora este valioso patrimonio militar que posee el municipio y la Isla en general puede suponer, como ha ocurrido en ciudades europeas, una nueva fuente de generación de empleo y riqueza que aliviarían las acuciantes listas del paro.

Esta amplia franja costera agrupa el patrimonio arqueológico bélico más importante de Canarias, pero no parece importarle a nadie. Su estado de abandono por parte de las administraciones públicas y la cada vez más creciente amenaza de la invasión inmobiliaria abocan a estas construcciones, de no adoptarse medidas para su protección, a ser sepultadas bajo nuevas edificaciones o convertirse -algunas ya lo son- en vertederos. La implicación de la sociedad civil, como ocurrió en el siglo XX en Francia y Reino Unido, es una de las grandes esperanzas para cambiar esta situación, ya que este legado forma parte de su historia y vida.

Lo que no pudieron eliminar los ataques enemigos tiene visos de lograrlo la desidia institucional, ya que la población cercana a estos yacimientos -y la de La Garita es un ejemplo- en la mayoría de los casos es respetuosa con este pasado reciente, pero no por ello menos importante que los castillos o iglesias. Poco o nada se sabe, por ejemplo, que las playas de Telde pudieron ser escenario de su particular Día D en la Segunda Guerra Mundial, cuando los británicos barajaron esa posibilidad por su importancia geoestratégica para desembarcar y apoderarse del aeropuerto de Gando, del puerto capitalino y también de Gran Canaria.

Este panorama sobre el patrimonio militar, -aunque también la aportación de soluciones para su recuperación como atractivo turístico y cultural- es la base de la tesis doctoral en la que trabaja el arqueólogo Artemi Alejandro Medina. Este experto, que define a las baterías y búnkeres militares como castillos de hormigón que necesitan protección de las administraciones, expone que "se tiende a considerar nuestro pasado más reciente como algo ajeno a nuestro patrimonio a conservar. Pensamos que es demasiado cercano para considerarse arqueológico, histórico o exento de la posibilidad de realizar sobre el mismo un juicio justo, en especial cuando concierne a sitios con una alta carga emocional. Pero tampoco vale que se dé por sabido todo por las fuentes escritas y orales".

Alejandro Medina defiende que la arqueología del conflicto o militar, pese a ser una disciplina joven, cubre un ancho campo de estudio que necesitará ser investigado por otras disciplinas. Nacida en Francia en la década de los años 50 del siglo pasado y exportada a Reino Unido finales de los años 60 como respuesta a la demanda social para explicar los recientes conflictos bélicos en los que se vieron envueltos, la arqueología militar tiene un enorme auge en ambos países, "donde se han puesto en marcha importantes proyectos de de catalogación, investigación y puesta en uso de este patrimonio", añade.

En España, no obstante, no se tiene la misma percepción de la importancia de este patrimonio arqueológico militar, donde su falta de antigüedad respecto a castillos y otras edificaciones con más siglos y años lo ha relegado al olvido. El arqueólogo antepone esta concepción a otra más cercana a la realidad, la de las emociones que generan estas construcciones entre la población cercana. Y éste es uno de los argumentos que defiende Alejandro Medina en su tesis, titulada Arqueología del Conflicto y gestión del Patrimonio Militar: puesta en valor social y uso turístico del patrimonio de la II Guerra Mundial en Canarias. En su opinión, el legado bélico tiene un alto contenido emocional y social como ha podido comprobar en las labores realizadas en Reino Unido y en Gran Canaria. "Cuando hemos trabajado en algunas de estas construcciones hemos percibido que la población está muy interesada en ellas. Se nos han acercado vecinos y se han alegrado de ver cómo se hacía algo en ellas y nosotros nos paramos a explicarles la historia del lugar, algo tan importante como el trabajo académico".

No son vestigios solamente, apunta Artemi Alejandro, "de un pasado bélico reciente, es más que eso. Personas de 30 y 40 años nos han comentado que esas baterías fueron en su niñez su lugar de juegos, los parques infantiles de la época y que recuerdan con mucho cariño como parte de sus vivencias". Esas experiencias grabadas en la piel y en el alma son las que han protagonizado la defensa más auténtica y emotiva de estas fortificaciones. "Telde fue pionera en la defensa de su patrimonio militar", destaca este experto, "ya que fue la movilización ciudadana la que impidió que al inicio de los años 90 Costas derribara el búnker de La Garita. Es un ejemplo, casi de manual, de cómo ha funcionado la protección y puesta en valor y uso de este patrimonio en otros lugares de Europa con ese legado".

¿Y qué se puede hacer para su recuperación? La tesis se inclina por su uso, una vez debidamente acondicionados, como parte de una red de visitas turísticas a estas construcciones, como ocurre en países de nuestro entorno, lo que se denomina dark tourism, una oferta que atrae a visitantes de mayor poder adquisitivo a los que le interesa conocer no solo la guerra en sus países, sino cómo se extendió y se desarrolló en otros lugares.

En Gran Canaria se podría imitar a Flandes, "una ciudad deprimida que ha resurgido por potenciar su gran patrimonio bélico de las dos guerras mundiales para visitas turísticas", asegura el experto.

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