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Cinco siglos de ciudad carpintera

Los documentos históricos ya situaban a Telde a mediados del siglo XVI como el municipio de artesanos de la madera

En la actualidad, Telde sigue siendo una potencia en la venta de muebles, con negocios con gran tradición a los que se han incorporado multinacionales del sector u otros empresarios venidos de fuera del Archipiélago. Sin embargo, su otra gran fortaleza, el trabajo de sus carpinteros prácticamente está en vías de extinción, con muy pocos profesionales en el sector, quienes han visto que no solo la crisis de la construcción, sino las dimensiones de las actuales viviendas ya no permiten aquellas creaciones y encargos que durante no solo años, sino siglos, fueron el sustento económico de una importante parte de la población.

Por ello, el cronista oficial de la ciudad tiene avanzada una propuesta para ubicar un museo del mueble en la Casa Condal, "que sería único en Canarias y de los pocos existentes en España", unos recintos que atraen a miles de turistas al año. "En los archivos -tanto el parroquial de San Juan como el provincial, así como en diferentes escribanías- nos hemos encontrado con documentos referidos a la actividad de la carpintería en Telde de antes de 1530", alega González Padrón en relación al inicio en el municipio de este sector económico. En esos documentos se encuentran numerosas referencias a varios tipos de carpinteros, desde el artesano normal al ebanista y de lo blanco.

"Hay que recordar que en esa época las casas y enseres se hacían muchos con madera, desde el suelo, el artesonado, los muebles, los pies derechos para sujetar el comedor", comenta el cronista oficial de la ciudad, quien también recuerda que también se produjo un gran déficit de madera en Gran Canaria, con lo que hubo que importarla de Madeira, Galicia o Tenerife para atender la demanda existente en la Isla.

La carpintería mantenía su gran desarrollo en los siglos XVIII y XIX como prueban los documentos expedidos en el Ayuntamiento de Telde, con referencias a los gravámenes a pagar por realizar el oficio, "al tipo de madera, tanto en bruto como en blanco, las normas cómo debían almacenarse, qué hacer con sus derivados como el serrín, entre otros aspecto, una documentación extensa que aporta mucho conocimiento sobre esta actividad en el municipio", explica González.

Los carpinteros se establecieron en los siglos XVIII y XIX sobre todo en los barrios de San Gregorio y San Juan, en el centro de la ciudad, pero el gran número de talleres hizo que también proliferaran en Jinánar y otras zonas periféricas del municipio. Y había trabajo para todos, nadie podía quejarse. Al no haber en esos tiempos la importación de muebles, que empezó en la década de los años 50 del siglo pasado, todos los muebles y otros enseres los realizaban los profesionales de la localidad.

Y no eran pocos los trabajos que debían ejecutar para sus clientes, no solo en la habitual construcción de las viviendas, sino también en una faceta más social, la de la dote que la esposa debía aportar al matrimonio. "Este ajuar se componía", detalla González Padrón, "con la ropa del hogar, pero también con muebles como la alcoba y el recibidor, con una serie de muebles que hacían los carpinteros. Así, en la alcoba, además de la cama de matrimonio, se colocaban las dos mesas de noche, un ropero de cuatro a seis puertas, en algunos hogares tocadores con banquetas, galanes de noche e incluso sillas. En el caso del recibidor, había un sofá largo para tres personas y dos individuales y sillas de todo tipo, según el nivel adquisitivo de las familias".

Con la llegada de los muebles de importación a los hogares teldenses en la década de los 50, no había tanto cliente para tanto carpintero, con lo que comenzó un peculiar éxodo a otras ciudades. La principal elegida fue Las Palmas de Gran Canaria, sobre todo el barrio de Vegueta, donde se instalaron familias de carpinteros teldenses, aunque también lo hicieron en Arucas y otros municipios. Los que se quedaron en Telde hacían trabajos para familias de otras localidades del Archipiélago y también en la entonces provincia española del Sahara Occidental.

Las casas de ventas de muebles y las fábricas tuvieron su gran apogeo entre los años 60 y 90 del siglo pasado, donde el afortunado lema comercial, Telde, ciudad del mueble aún se recuerda y que González Padrón cree que podría quedar como recordatorio perenne con un museo dedicado al mueble en un lugar tan vistoso por su arquitectura y entorno como la Casa Condal, en San Juan, uno de los barrios carpinteros de la ciudad.

Sin embargo, no se trata de una idea alocada o una ocurrencia de relacionar la carpintería con el arte. Cabe recordar que uno de los grandes artistas de Telde, José Arencibia Gil, además de pintor y escultor, también fue un famoso diseñador de muebles de alcoba o despachos, actividad que también realizaron otros artistas de menor rango, pero que tuvieron una importante clientela para bibliotecas privadas. También para barras de restaurantes o bares como el desaparecido Tres Hermanos, donde hoy se ubica una heladería cerca de la plaza de San Gregorio o el bar Buenaventura, diseñado por Felo Monzón en estilo neocanario o mostradores de farmacias como la del María del Pino Suárez.

Todos unos diseños, como defiende González Padrón, que bien podrían ser admirados en un recinto dedicado a la historia del mueble en la ciudad y que diferenciaría su oferta cultural y turística.

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