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Entrevista a Carmelo Santana Peña

"Los mejores exportadores del tomate canario ya se han retirado"

"Vendíamos hasta 30.000 bultos de fruta al día; los ingleses nos pagaban las campañas del año por adelantado", asegura el escritor y antiguo empresario exportador de tomates

"Los mejores exportadores del tomate canario ya se han retirado"

¿Qué le llevó a vender tomates en Inglaterra?

Mi padre era exportador, éramos cuatro hermanos y me eligieron. Era el encargado de distribuir tomates en la capital de Inglaterra y en Escocia o Berlín. Recuerdo que mi oficina estaba en Londres, frente a la estación de Covent Garden.

¿Era un buen negocio?

Sí, y el mercado de Covent Garden era el principal de Inglaterra para el tomate. Era fácil vender todos los días 30.000 bultos de la fruta. Se vendía mucho, porque habían más de 100 tiendas especializadas en tomate canario.

¿Cuál era su labor?

Plantábamos en los tomateros de aquí las semillas, y cuando teníamos el fruto se empaquetaba. Fuimos cosecheros exportadores, porque trabajábamos en el campo y también lo exportábamos. Habían más de cien mujeres en los almacenes, y nos pegábamos hasta las doce de la noche empaquetando o, si había mucha campaña, toda la noche. Teníamos nuestros camiones, encargados de almacén, de cultivo, del agua, de los muelles, etc.

Luego iban a Inglaterra, ¿qué temporada pasaban allí?

Siete meses. Llegábamos, nos establecíamos y vendíamos en los mercados, supermercados o en el muelle. Viví en el Hotel Saint Margaret ocho años y después en pisos del centro. Me gustaba, porque los ingleses eran serios y buenos pagadores. Todas las semanas hacían el talón con diez mil libras o las que fueran por lo que debían de la semana.

¿Qué edad tenía cuando comenzó en este comercio?

Tenía 18 años, y dejamos el negocio hace 15. Cuando llegué tuve la fortuna de encontrarme con grandes amigos como Tomás López, José Benítez, Moisés Rodríguez, Tonón Gómez y Ramón Chesas, con los que todavía me sigo reuniendo tres días a la semana.

¿Era muy valorado el tomate canario por tierras inglesas?

Mucho. Siempre fueron muy buenos son nosotros y pagaban bien. A veces nos adelantaban el dinero para la próxima campaña, que podían ser uno o dos millones de pesetas, con la única condición de mandar a sus tiendas las frutas el siguiente año. Te ayudaban con la próxima cosecha, te daban un talón con el dinero y, una vez empaquetado, pagabas con fruta.

¿Se ganaba mucho?

¡A palas! Era una época en la que los cultivos daban muchos tomates, el coste de producción era bajo y no había competencia.

¿Se exportaba sólo tomates?

Empezamos con los tomates, después también lechugas, papas, habichuelas, pepinos y pimientos. Inglaterra siempre ha sido el mercado más consumidor, y destaca el tomate porque hacen mucha sopa con esta fruta y el plato preferido para un desayuno inglés es el huevo frito con beicon y tomates.

¿Había competencia entre los canarios en el territorio inglés?

Para nada, éramos una familia. Veníamos juntos de vuelta, y había muy buena relación entre Tenerife y Gran Canaria. Cada uno tenía sus transportes, sus tiendas y sus espacios, había para todos.

¿Cómo lo ve en la actualidad?

En los años 60, habían unos 120 exportadores, ahora quedarán doce, cinco cooperativas y alguna firma aislada, porque hay mucha competencia de todas partes del mundo. Los costes de producción aquí son caros, lo que obliga a subir el precio y tener más competencia. Las mejores firmas de Canarias se han retirado, y sólo queda Juliano Bonny como empresa grande.

¿Recuerda alguna anécdota?

Cuando habían nevadas, nadie compraba tomates, porque sólo los consumían para hacer sopa, así que llamábamos a conventos o instituciones benéficas y les mandábamos camiones de tomates gratis. También, cuando alguna monja pasaba por nuestro puesto, le regalábamos cestas llenas. Cuando hacía mal tiempo y los barcos se retrasaban, ocurría lo contrario, y se vendía tanto que el mercado quedaba vacío. Fue una historia bonita de buenas vivencias, donde la gente se quería y se respetaba. El dinero entraba, lo que daba seguridad.

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