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Entrevista

Rosa Henríquez: "En el cultivo del tomate ya existía la brecha salarial entre hombres y mujeres"

"Durante la aparcería, las féminas se llevaban a los niños a trabajar a las tierras para conciliar con la vida familiar", asegura la licenciada en Ciencias Políticas y Sociología

Rosa M. Henríquez, en las jornadas en Telde. JOSÉ CARLOS GUERRA

En el periodo de aparcerías en la Isla, ¿cómo eran los contratos de los trabajadores?

En los contratos no se vinculaba sólo al contratado, sino al conjunto de la familia, aunque la consideración legal de trabajador sólo la tenía quién firmaba. Cuando se iban a las zonas de cultivo, algunas normas recogían la obligación de que el dueño del terreno transportara al empleado con su familia, animales y enceres desde su domicilio. No se recoge un contrato familiar, pero todos trabajan en las tierras. Los hombres asalariados, podían trabajar también en otras actividades de la empresa, lo que hacía que las obligaciones diarias del cultivo cayeran en las esposas aunque estas no tuvieran derechos laborales.

¿Qué labores llevaban a cabo las féminas?

Se dedicaban a todo, pese a que el modelo de familia que socialmente se defendía se correspondía con que el hombre iba a trabaja a las tierras y la mujer se quedaba en casa. Sin embargo, en mi tesis doctoral recogí testimonios en los que se asegura que la mujer, en época de aparcería, llevaba a cabo labores en los terrenos participando en todas las tareas.

Además de la labor en el cultivo, se encargaban de las tareas en el núcleo familiar.

Por supuesto, la doble jornada que tenían era muy clara. A parte de cuidar de la tierra y la cuartearía, lo hacían de sus maridos e hijos. Encima, las condiciones no eran buenas cuando comienzan las aparcerías y, por ejemplo, había que ir a buscar agua a la acequia para después lavar o cocinar. Ahí todavía no eran titulares de los contratos, pero cuando lo son siguen realizando esas tareas igual, es algo que no cambia.

En esa época no habían escuelas en la zona, ¿asumían también la educación de sus hijos?

Sí. Además, cuando decimos que es trabajo familiar, significa que no sólo las mujeres trabajan las tierras, sino que contribuía desde el más pequeño hasta la más grande. Los niños también trabajaban en el cultivo en la medida de sus posibilidades, sobre todo amarrando y recogiendo tomates. Las cuartearías estaban situadas muchas veces próximas a las tierras, y esa proximidad hacía que estuvieran alejados de otros servicios como las escuelas o la atención sanitaria. Esto significaba que les correspondía a las mujeres las tareas de asistir y cuidar a sus hijos o llevarlos al médico, también.

¿Qué ocurrió a partir de los años 80?

Hubo un cambio provocado por un conflicto a la hora de la firma de convenios colectivos. Entre esos conflictos se reclamaba que las mujeres, que eran quiénes mayormente colaboraban con el titular del contrato, constara en estos para que, en caso de fallecimiento o invalidez, pudieran sustituir al trabajador oficial. Esto hace que comiencen a aparecer sus nombres como colaboradoras, aunque no como titulares, y empieza a verse, a nivel contractual, el papel de las mujeres.

¿Alcanzó el colectivo femenino ser titular en los contratos y no sólo colaborador?

En los años 90 se produce otra transformación debido a que gran parte de los varones pueden trabajar en los sectores del turismo y la construcción, entre otros. En el 85, las mujeres representaban el 75 por ciento de los colaboradores, pero tras esta transformación ya no aparecen como tal y se hacen con la titularidad del contrato. Ya entre los años 90 y 91, representan el 75 por ciento de la mano de obra como titulares.

Entonces, el hombre empezó a abrirse a otro campo.

Claro. Los hombres, al principio, cuando se inicia el cultivo del tomate, trabajan normalmente como asalariados, pero estaban muy vinculados a la empresa que los contrata. Posteriormente, con el desarrollo del turismo y la construcción, muchos se van a trabajar en esos sectores.

¿Cree que sin la mujer no se hubieran logrado los objetivos fijados en este régimen?

Evidentemente. El papel de la mujer fue fundamental para que se pudiera desarrollar el sistema de aparcería. Cuando se hacía por este sistema, el contrato dependía de la producción, y cuanto más producción había, mayores eran los ingresos, lo que hacía que toda la familia tuviera que contribuir. Para que se diera el cultivo del tomate cuando se hacia con jornaleros, fundamentalmente se requerían mujeres, entre otras cosas también porque su salario era diferente, se les pagaba menos que a los hombres, por lo que mano de obra era mucho más barata. Existían grandes diferencias, como podemos hablar hoy de la brecha salarial entre hombres y mujeres.

Ha pasado el tiempo y la situación ha cambiado, pero aún existe desigualdad entre hombres y mujeres.

Sí, es evidente. Hoy utilizamos términos para referirnos a estas desigualdades en el ámbito del trabajo, de la política, etc. Actualmente se utilizan conceptos para denominarlo que son cada vez más comunes, como techo de cristal, brecha salarial o conciliación de la vida familiar y laboral. Antes, estas mujeres conciliaban llevándose a sus niños a las tierras y poniéndolos, cuando eran muy pequeños, a un lado del cultivo mientras trabajaban. Hoy hay otros conceptos, pero se traduce en que las diferencias aún persisten entre hombres y mujeres.

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