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El huerto de las verduras solidarias

Vecinos de Las Remudas cultivan hortalizas y plantas aromáticas para ellos y otros residentes

El tiempo estaba inestable, con algo de bochorno, pero la meteorología no intimidó a los estudiantes para recibir una lección sobre ecología y botánica en vivo y en directo. No había ilustraciones ni una proyección, sino una parcela donde predomina el color verde y en vez de blanca tiza o una pizarra negra, sachos, semillas y otros objetos para cultivar la tierra.

En este espacio, situado junto al centro cívico de Las Remudas-La Pardilla, un grupo de vecinos mima a diario un huerto urbano que no solo se ha convertido en u n orgullo para el barrio, sino en la prueba de que es posible la reinserción social si se da una oportunidad a quienes deseen aprovecharla. La XII Semana de la Salud propició ayer este acercamiento entre las aulas y la naturaleza real.

Un espacio verde donde se plantan papas, calabazas, tomates cherri, pimientos, fresones, fresas, calabacines o planta aromáticas o medicinales como el cilantro, perejil, menta poleo o hierbaluisa, un listado de productos totalmente ecológicos que estos residentes se afanan en sacar adelante con esfuerzo, pero también con mucha ilusión y ganas por colaborar con el entorno y sus habitantes.

Mario García Curbelo es uno de estos agricultores aficionados que cada día, junto a sus compañeros, cogen el sacho, se agachan a plantar o a regar el huerto. Lo hacen, como cuenta Mario, "porque no solo me sirve de entretenimiento, sino también para relajarme y, por supuesto, para ayudar a las personas que necesiten llevarse un plato de comida a su casa", expone.

García se muestra satisfecho y entusiasmado con la labor que él y sus compañeros, otros improvisados agricultores, hacen no solo para llevar alimentos a sus casas, sino también porque "pasan mujeres y nos piden cilantro o alguna verdura o personas a las que les damos los ingredientes para hacer un potaje. No cobramos, solo pedimos la voluntad para comprar semillas y seguir con el huerto".

Tampoco hay signos de gamberradas, nadie ha destrozado el huerto y los hurtos han sido escasos. "Son las propias madres las que ya le dicen a sus hijos que no se les ocurran dañar el huerto, que si quieren algo, que lo pidan", apunta Mario García, quien recuerda las caras de sorpresa de los alumnos que no han visto una calabaza u orégano salvo en los supermercados.

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