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Gerardo, 71 años llenos de música

Residente en Telde podría ser la persona con síndrome de Down con más edad de España

Gerardo, 71 años llenos de música

Mirar a Gerardo Alonso equivale a sonreír. Si hubiera que describirlo con una palabra, sin duda, sería música. Este niño en cuerpo de mayor y con alma de bebé cumple hoy 71 años, todo un milagro para la esperanza de vida que le dieron teniendo en cuenta su patología crónica y los tiempos en los que vino al mundo. El prodigio musical tiene síndrome de Down y, aunque las personas con el cromosoma 21 alterado como él no suelen pasar de los 60 años, este teldense ha visto morir a sus padres y a su hermano diez años mayor que él. Jugaba con su sobrina Ana Alonso de 34 años, como si de dos hermanos se tratase y, ahora, es esta quién lo cuida, llegándole el turno de ocio a su hija Cristina Gil con quien Gerardo comparte sus días entre inocencia y amor, mucho, muchísimo, amor.

Con su pantalón fucsia y polo de colores, del que presume, Alonso deja entrever lo presumido que es y lo que le gusta estar guapo. Con su pelo blanco de puntas y una sonrisa sincera como mejor complemento, ve llegar gente y, casi sin pensar, mete la mano en su bolsillo derecho. Con alguna dificultad, saca un instrumento plateado que reluce entre sus dedos como un tesoro. Su armónica, una de las seis que tiene distribuidas entre su hogar, el centro de día al que acude y la casa de otra de sus sobrinas, se acerca poco a poco a sus labios y, dejando sin habla a los presentes, el tiempo se para con su música.

El himno nupcial, el de España, canciones canarias u otras reconocidas. Para Gerardo no hay límites cuando de sacar melodías con su instrumento se trata. Con el arte que lo caracteriza, tiene la capacidad de dejar a todos boquiabiertos con su soltura para ejecutar esos sonidos sublimes, que se convierten es más espectaculares cuando se conoce que es autodidacta. "Él aprendió solo, escuchaba mucho la radio y se fue quedando con las canciones", explica su sobrina y tutora Ana Alonso. En cuanto al himno nacional, asegura que se trata "de lo que le gustaba ver los desfiles de la legión".

Pero no sólo su forma de tocar la armónica es lo que lo hace destacar. El prodigio deleita también con el pandero, los bongós, las castañuelas y "todo lo que se le ponga por delante", asegura su tutora. Así, el timple es un instrumento que "le encanta", pero que, aunque entona un ritmo monótono, "no sabe tocarlo del todo". Aún así, lo maneja con gran soltura y gracia, llegando a subirse a un escenario durante una boda, en la que llevó los anillos hace unas semanas, para acompañar a la banda. "Para los Reyes Magos me pidió un timple, fuimos a la tienda a comprarlo días antes, le dije que eligiera y le pidió al chico que le bajara uno, porque él lo iba a afinar", comentó entre risas Ana Alonso.

Risas y sonrisas a cara completa es lo que produce su esencia. Así, tanto sus cuidadoras del centro de día de Taliarte como sus compañeros, se lo rifan para pasar tiempo con él. Nieves Yánez, una de las trabajadoras, suele llevárselo sus días libres, junto a su marido y mejor amigo de Gerardo, Agustín Morales, "para que su sobrina descanse". La pareja lo lleva de paseo y lo cuidan como si de un hijo se tratase. De esta forma, lo eligieron para que llevara los anillos en su boda.

Para ambos es una gozada disfrutar de la felicidad plena que transmite, una alegría que contagia en forma de cánticos en casa o en medio de la calle, donde los círculos para escucharlo son de lo más común en el municipio. "Vamos a ver", llama la atención Gerardo, "una isa", sentencia antes de ponerse a cantar temas del Archipiélago, de Alfredo Kraus, Antonio Machín o alguna folía. "Olé y bravo", grita el artista mientras aplaude.

Le encanta recibir aplausos y no solo aplaudirse a sí mismo. Tanto, o incluso más, como le alborotan los bollos de azúcar o un buen café a media mañana. "No sabes cómo le gusta comer", afirma su sobrina, mientras el protagonista escucha el verbo y ya pregunta si es la hora. Ante la negativa, saborea el intenso sabor procedente de su taza de café, convirtiéndose primero en un payaso para exagerar sobre lo caliente que se lo han servido.

Pasión por salir de paseo

Cuando lo termina, mira hacia la puerta y los ojos se le iluminan. "Yo te llevo", comenta, con ganas de salir a dar un paseo, otra de sus pasiones. Aunque una silla de ruedas le acompañe de vez en cuando, "porque ya le cuesta un poco andar mucho tiempo", explica su tutora legal, Gerardo adora salir de paseo y, además, está hecho un roble. "Los médicos se asombran cuando lo ven por el hospital no sólo por la edad que tiene, que me han hecho mirar el récord guinness, sino por lo bien que está", añade.

Sin ser el tiroides, los problemas de visión y las anomalías en el corazón usuales en personas con síndrome de Down, este amante de la vida está completamente sano. Lo que es una suerte para él, porque lo único que no le gusta, además de un remojón, son los médicos. "No se deja mirar", explica su sobrina.

Esta, al observarlo, ve el paso del tiempo. Recuerda cuando vivía con sus abuelos y, tras la pérdida de estos, pasó a vivir en casa, dónde jugaba con ella y sus tres hermanos como si de cinco se tratase. "Estaba siempre con mi madre, porque ella no trabajaba, e incluso se iban de viaje con los pensionistas, y cuando falleció se quedó con mi padre", comenta. Tras el fallecimiento de su progenitor, ella y su marido Santiago Gil se ofrecieron para hacerse cargo de él. Así, adaptaron sus vidas, junto a la pequeña Cristina de 12 años, para que comenzara en un nuevo hogar.

Después de cinco años, la responsable tiene la fortuna de observar como su tío disfruta de una generación más. "Hay que ver cómo se lo pasan mi hija y él juntos", explica, "si él hace algo, la culpa a ella y viceversa, no paran". La ternura con la que lo mira se sale de lo mundano, la forma que tiene de entenderlo es increíble y el cariño que pone en todo lo que hace con él es admirable. Así, enseña las fotos de Carnaval con los más de diez disfraces que Gerardo lució este año durante dos semanas.

Si la música es su vida y el comer se la da, su pasión por las tradiciones canarias pone la guinda en el pastel de su existencia. Ver el programa Tenderete, ir a romerías, hablar como un canario de pura cepa y ponerse la ropa típica cuando corresponde, identifica sus gustos por completo. "Ay Teror que linda está, que bonita está la Virgen en lo alto de su altar", canta sin parar el protagonista mientras enseña, con satisfacción, su foto rezando junto a la patrona de la Isla colgada en la pared, a la que venera tanto como a al pueblo que la representa.

Así, cantándole y cantando a todo el mundo, se pasa "las 24 horas del día". Asegura su sobrina que cuando no va al centro "todo el mundo me pregunta por él, lo echan de menos y hasta se ponen tristes". Hace dos años que acude, "pero nunca antes fue a ningún colegio, siempre lo hemos cuidado nosotros". Un cambio que no le supuso ningún problema por su carácter extrovertido, tanto que "le encanta ser el centro de atención".

De esta manera, cuando rara vez se enfada "y hace que llora" porque algo no es de su agrado, se amula durante escasos segundos. "Nada que no quite un beso y un abrazo, porque es como un bebé", añade su tutora, que apoya que la felicidad que lo rodea ha podido influir en su larga vida. "Él no tiene preocupaciones, está bien cuidado, es feliz y vive el día a día", afirma, a la vez que recalca la ilusión eterna que lo acompaña. "Para los Reyes Magos", repite Gerardo constantemente.

Cumpleaños feliz

Aunque los cambios hayan estado presentes en el transcurso vital de este guerrero, el amor de su familia ha hecho que gane la batalla que, afortunadamente, ha sido más larga de lo esperado. "Hemos modificado nuestras vidas, pero ha valido la pena", dice su sobrina con cariño.

Hoy, suma un años en su historia, acercándose a los 76, dónde está el récord mundial. Como regalo, es probable que caiga un instrumento, quizás un violín que tanto simula tocar. Y, al soplar las velas, solo dar las gracias por la familia que tanto lo adora, aunque esta responde a boca llena "que la suerte es de ellos por tenerlo". Una fortuna bidireccional de lo más sincera.

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