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Viaje desde el Valle de los Nueve al desierto africano

Los alumnos del instituto celebran el día del continente vecino con talleres, charlas y música sobre su cultura y tradiciones

Las miradas atentas y oídos abiertos de los alumnos del IES Valle de los Nueve fueron una constante durante la mañana de ayer. Junto a sus profesores se embarcaron en un viaje a África, el continente vecino sobre el que llevan trabajando dos años. A través del proyecto 'Enseñar África', los menores se han metido de lleno en su conocimiento, estudiando su cultura, arte y tradiciones entre otros muchos aspectos. De esta manera, la extraordinaria jornada del viernes se convirtió en un circuito por las diferentes aulas del centro que transportó a cada uno de los espectadores a los distintos rincones africanos. Siendo el Magreb el lugar elegido para desarrollar en esta ocasión, alumnos, docentes e invitados se pusieron los cinturones de seguridad para iniciar un viaje único "a través de los sentidos".

Desde primero hasta cuarto de la ESO, cada uno de los menores intervino en el acontecimiento. Para comenzar, temprano en la mañana, nada como un noticiero para contar un poco de historia, geografía, religión, población y lenguas. Un repaso ameno guiado por los jóvenes periodistas que con una vara señalaban, en las imágenes proyectadas en la pared, lo que explicaban. El resto observaba con entusiasmo y, sin darse cuenta, se fueron adentrando en las costumbres africanas.

"¿Cómo se juega al alquerque del nueve?", preguntó uno de los presentadores con gafas y tirantes a modo de uniforme. El juego medieval africano ha sido uno de los puntos aprendidos a lo largo del curso. Así, a través de un vídeo explicativo, los alumnos mostraron no sólo su estrategia, sino su elaboración artesanal. Paso a paso, desde el corte con la cierra hasta los movimientos ejecutados para jugar, todo captado en la reproducción audiovisual editada por ellos mismos.

Con la sensación de que el tiempo no había pasado y con los bolsillos cargados de nuevos cotilleos africanos, sonó la sirena indicadora de que la hora de cambiar de actividad había llegado. Compartiendo sensaciones sobre lo vivido y con caras de estar teniendo un agradable vuelo, los adolescentes bajaron las escaleras hasta la biblioteca. En su interior ya aguardaban los protagonistas del acto. El ambiente decorado, las luces tenues y la variedad de colores gritaban sin voz una parada en un espacio sublime.

Xilófonos preparados junto a un órgano con dedos ansiosos, comenzaron a sonar dando como resultado melodías del continente protagonista. Los narradores, vestidos de negro y responsables también de hacer sonar el instrumento de percusión, se fueron levantando uno por uno para introducir a su público en los aromas, la gastronomía y las costumbres más íntimas de la comunidad del Magreb.

"Las comidas del norte de África son diferentes a las que hay en Occidente", aseguró una de las ponentes. A su vez, otra compañera entregó cuencos de madera llenos de dátiles, pistachos y almendras para pasar entre los asistentes, una forma de saborear de cerca el gusto de África. Acto seguido, y hablando de té y aguas de rosas y azahar, el contenido de los recipientes se convirtió en plantas aromáticas, especias y flores. Así, además de saborear, el continente se hizo oler.

Olvidando los libros redundantes presentes en cada esquina, la magia se apoderó del espacio, en el que la música fue clave para centrar la atención y acaparar las ganas de saber, más y más, sobre la maravilla visitada. Detrás de los narradores, una pantalla mostraba rostros de africanos, platos de comidas ingeridas por los ojos, ropas coloridas y paisajes en su mayoría de color marrón. Entre el dulce de los dátiles y la sintonía resultante de la mezcla entre voces e instrumentos musicales, los viajeros despegaron, de nuevo, diciendo "hasta siempre" a las lecciones aprendidas en esta parada para sentir.

Tren de aterrizaje puesto y las ruedas rozaron el suelo del aula de idiomas. Allí, la profesora de música, Laura Angulo, esperaba paciente para recibir a los invitados a su pequeño concierto africano. Con su violín en mano y acompañada por su marido y su laúd, la banda improvisada creó un ambiente de emociones, donde el sonido de ambos instrumentos fusionados y acompañados por la voz de la docente y las palmas de sus alumnos fueron más que clave.

Historia conocida, costumbres aprendidas y música disfrutada. Un turismo rápido pero tan enriquecedor como la labor que los impulsores del proyecto llevan realizando dos años. Así, Laura Angulo junto a sus compañeros César Morales, María del Carmen Hernández, Clara Ramírez, Nicodemus Medina, Fernando Báez y Eulalia Delgado se dieron por satisfechos al ver las ganas puestas por los menores, el entusiasmo presente y los resultados de un plan creado para conocer un espacio que casi podría ser hermano de la comunidad canaria.

La concienciación con la temática, no sólo del equipo docente sino del centro al completo, se palpaba a simple vista. Los adolescentes comentaban entre ellos lo que escuchaban, así como mostraban seriedad y compromiso. Alexia Trujillo, alumna de cuarto de la ESO lo reafirmó con su visión sobre el proyecto en el que participa. "Me gusta mucho lo que hacemos, porque es una forma de aprender a ver más allá del entorno cercano, cosas que no sabes", asegura la menor. Involucrada en el taller de juegos tradicionales e historia con la edición de vídeos, explica que con lo que se queda es con la enseñanza de vivir sin prejuicios. "No todos los que viven en África son musulmanes o terroristas, hay que conocer primero las cosas para entenderlas, hay que saber antes de juzgar", añade con seguridad.

Al instante se reúne con sus compañeros para, después del recreo, dirigirse al "zoco", un mercadillo típico africano montado en el patio del instituto. Talleres de danza fusión oriental y de henna, circuito de juegos tradicionales, degustación de té, acampada veloz en una jaima, tiendas solidarias resultantes de la donación de ropa por parte de los alumnos, y libros que serán entregados a un proyecto saharaui. Además, disfrutaron de distintas charlas relacionadas con el tema en boca de aquellos que han vivido África en primera persona o expertos.

Así, tras pasar por los pasillos decorados con exposiciones dedicadas al evento, en el patio se podía divisar los diferentes puestos. Juegos de mesa elaborados por los alumnos, hierbas aromáticas del huerto escolar, puesto para ver el ciclo vital de los gusanos de seda o de cremas de caléndula en recipientes elaborados con materiales reciclados, entre otros, para que el final del viaje dejara rostros con sonrisas dibujadas. Las mismas que los profesores lucieron durante la jornada, preparada para trabajar la solidaridad, la salud y la sostenibilidad con los menores.

Una manera de formar haciendo sentir en primera persona, alzando el vuelo y descubriendo que fuera de la zona de confort hay más mundo y, en ocasiones, puede ser tan mágico como África.

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