"Bueno, bonito y barato, por sólo tres euros una cajita artesanal o, por dos, una libreta", gritaba ayer David Martel por la plaza de San Gregorio como si de un rastrillo se tratara. Junto a sus compañeros Javier Santana, Bentejuí de la Torre, Juan José Hernández y Darío Mera, del colegio Don Benito de la capital y formando la cooperativa Gaminstar, "idea de nuestra profe de Francés, porque gamin es niño en esa lengua y star estrella en inglés, y somos los Niños Estrella", paraban a cada transeúnte que se les cruzaba para intentar venderle uno de sus artículos hechos a mano y de precios marcados de acuerdo a la ley de oferta y demanda que han aprendido. "Todo con materiales reciclados", asegura Martel, con afán de dar valor a lo que vende como buen profesional. "Pasen por el puesto 35, allí podrán ver todo lo que tenemos", añade con gracia y espíritu emprendedor.
Parecía un mercadillo y, sin duda, es el clima que el grupo, junto a los casi 600 alumnos de 20 centros diferentes entre primaria y secundaria, crearon durante la mañana de ayer por las calles del barrio teldense. Cada puesto representaba una cooperativa, hecha "paso a paso" mientras se adquirían los conocimientos necesarios para sacarla adelante. "Llevamos dos meses haciendo los productos que vendemos", explica Bentejuí de la Torre a la vez que enseña, con orgullo, la funda para móviles hecha con goma eva de colores.
El niño, de quinto de Primaria, explica, junto a su compañero David Martel, que tanto la decoración de su negocio, como la fijación de precios o la creación de los artículos puestos a la venta "lo hemos hecho nosotros, todos hemos hecho de todo", afirman. En cuanto al dinero recaudado al final de la jornada, comentan que "nos reuniremos toda la clase para contarlo y decidir qué hacer, pero una parte irá a una ONG y otra, según lo que quede, para el viaje de fin de curso o para una excursión todos juntos".
Estos empresarios de Gaminstar, como los menores de las otras 29 empresas presentes en el simulacro mercantil, experimentaron ayer todas las responsabilidades que conlleva tener un negocio propio, "incluso tuvimos que entrar media hora antes al colegio para prepararlo todo", sentencian.
Una vez en Telde y con el chiringuito montado, los niños no dudaron en sacar megáfonos y carteles con el eslogan apropiado para atraer al mayor número de compradores posible. Con un mensaje claro de lo ofrecido y la mayor de las sonrisas en sus rostros, se pudo observar un éxito rotundo en cada uno de los negocios. "Nos va bastante bien, una madre se gastó 23,50 euros y ya tenemos casi 70", cuenta con emoción de la Torre.
Servicios de peluquería, reciclaje, clases de zumba o venta de plantas y verduras también se añadieron en la actividad, incluida en esta sexta edición de Enseñar para Emprender impulsada por la Fundación Universitaria de Las Palmas. Sin duda, Telde se convirtió en el corazón de los negocios de estos pequeños grandes empresarios de la Isla, que quién sabe qué imperio crearán el día de mañana.
