El miedo por perder las tradiciones canarias en Telde brilla por su ausencia. Las faldas pequeñitas, con sus delantales a juego y gorros casi diminutos para las niñas, así como mini chalecos con fajines para cinturas bien estrechitas para los niños, fueron protagonistas durante la tarde de ayer en la romería de las fiestas de San Juan en el municipio. De esta manera, mientras las gemelas Valeria y Celia Suárez disfrutaban, por primera vez, de su vestimenta típica de la mano de su abuelo Francisco Navarro, el pequeño Carlos Sánchez, con timple a cuestas, marcó el ritmo de su parranda ante la mirada de asombro de los asistentes.

"Campesina, campesina", cantaban las hermanas de tres años y con rasgos bien diferenciados. Sin parar de correr y reír cerca de las carretas preparadas para comenzar el jolgorio, mostraban sus dotes de canarias auténticas con cánticos tradicionales.

Vestidas de marrón y amarillo, exactamente iguales, exceptuando el color de la cinta del gorro de paja, se mostraban ilusionadas en su primera romería, aunque no tanto como su abuelo Francisco. Luciendo también la ropa típica y con su bota de vino colgada del cuello, gozaba feliz al recorrer, por primera vez, el camino hasta la iglesia del barrio con sus nietas de la mano. "Son las únicas que tengo y es un gran orgullo para mí", asegura.

El jubilado de Telde, aunque nacido en San Mateo, las miraba con ilusión y admiración. Junto a su mujer Onelia Suárez y su hija, con el mismo nombre, se disponía a salir junto al carro de la Asociación de Vecinos Roque Azucarero cargado de alimentos para la ofrenda.

"Hemos aportado calabazas de la pequeña huerta familiar que tenemos", comenta. Mientras, su mujer reparte pan con chorizo de Teror a las gemelas. "Ella si es de Telde de toda la vida, la conocí, me enamoré y aquí me quedé", cuenta con una sonrisa.

Aunque acudir a esta romería de la ciudad para la familia sea "normal", este año será inolvidable por las pequeñas canarias que ayer se sumaban a la tradición. "Es verdad que hago más cosas con ellas que con mis hijos. Ahora entiendo por qué tengo más recuerdos con mis abuelos que con mis padres", se sincera Navarro sin perderse detalle de ellas, "la alegría de la casa".

Con intención de "cansarlas para que duerman por la noche", las hermanas tuvieron libertad para disfrutar "sin parar" de su primer, "pero no último", festejo por San Juan. Así, mientras no se perdían ni un segundo del buen tiempo, salieron desde Arnao por la calle León y Castillo abarrotada de vecinos con niños. Muchos niños.

Con prendas típicas o ropa de calle. Con bailes o cantos. Detrás de los grupos musicales o delante de las vacas para hacerse fotos. Fuera de la manera que fuese, los pequeños del municipio fueron mayoría. Atentos a la música creada por los mayores, a los pasos de los bailarines o a las sardinas repartidas desde una barca con ruedas a lo largo del recorrido, sus ojos curiosos no quisieron perderse ni un detalle de lo acontecido.

Pero para miradas destacables, las del público incrédulo con la actuación natural y pasional de Carlos Sánchez. El timplista, de cuatro años, precedió la parranda Tajea, que animó con su música por el camino hasta la plaza. Con un fajín color mostaza y sus pequeñas gafas de pasta de color azul, deslizaba sus dedos por las cuerdas del instrumento canario. Su semblante serio y profesionalidad a simple vista lo hicieron protagonista de la tarde. "Lo heredó de su primo y le encanta. Desde los dos años sale con el grupo", aseguran algunas de sus compañeras.

Sin duda, la jornada, de cielo celeste y ambiente insuperable, estuvo marcada por la gracia de los menores, sin olvidar la contribución de los más mayores y su reflejo de la tradición. La alcaldesa de Telde, Carmen Hernández, y sus concejales, también vestidos de típicos, mostraron su alegría y complicidad con los vecinos hasta el final de la ruta que, una vez más, acabó con la entrega de la ofrenda en la basílica y el baile de taifas habitual. La ciudad lo tiene claro: aquí el folclore no se pierde, lo mantendrán vivo los más pequeños.