¿En qué consiste el pleito insular religioso?
El pleito insular siempre se ha visto como un enfrentamiento político, económico o deportivo, pero también ha existido a lo largo de la historia de Canarias un pleito religioso iniciado hace más de dos siglos por la creación de los obispados, que ahora con la futura constitución de la Archidiócesis de Canarias puede volver a recrudecer.
¿Cuándo empiezan estas discrepancias?
En las Cortes de Cádiz un grupo de diputados tinerfeños propusieron que se creara un obispado independiente en San Cristóbal de La Laguna, pero el temor al entonces obispo de la Diócesis de Canarias, el obispo Verdugo, un hombre con gran personalidad, les hizo dudar y querían esperar a su muerte. Al final, gracias al apoyo del confesor tinerfeño de Fernando VII lograron que en 1916 se nombrara un obispo, pero con categoría de auxiliar del propio Verdugo. Pero la muerte del obispo de la Diócesis de Canarias dio la oportunidad a Tenerife de reclamar la creación de su propio obispado en La Laguna, fundado en 1819.
¿Cómo han sido las relaciones entre ambos obispados en estos dos siglos?
El primer obispo de La Laguna no llega hasta 1825 y durante ese tiempo hubo vicarios, hasta que se nombra al obispo Folguera, con un carácter muy fuerte, que mantiene duros enfrentamientos con el obispo de la Diócesis de Canarias, Romo, porque aseguraba que no quería ser solo obispo de La Laguna porque el de Canarias había perdido la mitad de su anterior poder. Estas manifestaciones externas llegaron hasta el pueblo y desde la Archidiócesis de Sevilla se tomó una decisión: a Folguera lo destinaron a Granada y a Romo a Sevilla. Se nombró a Codina obispo de la Diócesis de Canarias y no nombró obispo en Tenerife, lo que derivó en una psicosis entre los tinerfeños de haber perdido su obispado, pero no fue así.
¿Cuál es la actual relación entre las dos Diócesis?
En la actualidad la situación es que desde la Archidiócesis de Sevilla, que se convertirá región eclesiástica en 2020, se considera que Canarias debería tener la suya propia. No es nada nuevo, ya que desde 1913 en una reunión entre obispos andaluces y canarios, al que no asistió el de Tenerife, ya se habló de esta idea y siendo papa Pablo VI se veía lógico la creación de nuevas archidiócesis en España. Incluso cuando el obispo Infantes Florido fue trasladado a Sevilla se pensó que podría constituirse en esa época, pero finalmente se crearon otras, quedándose Canarias a la espera. El cardenal Tarancón, en la transición a la democracia, opinaba también a favor, pero con la efervescencia política de la época con la creación de autonomías, consideró que no era el momento de unir el proceso político con la organización territorial de la Iglesia y no se hizo nada.
¿Y ahora, sería factible?
En mi opinión, la creación de la futura Archidiócesis de Canarias es necesaria, no tiene vuelta atrás, pero ahora vivimos una etapa muy centrada en la política, con asun-tos como la doble autonomía, la reforma de la ley electoral y otros temas y no es el momento oportuno. La Iglesia no debe bajar al terrero de la lucha política porque sería fatal, sino tomar la decisión cuando sea más adecuado. El problema que podría ocurrir, aunque ambas Diócesis elaboran la pastoral conjunta, es la pretensión de cierto sector del tinerfeñismo de construir una concatedral en Santa Cruz para celebrar en 2019 el bicentenario de la Diócesis y solicitar la sede. Ello podría enrarecer el buen clima existente ahora, donde nadie parece dudar que la sede debería estar aquí. El problema es que para convertirse en Archidiócesis, deberíamos tener tres diócesis y solo hay dos. Habrá que crear otra en su momento.
