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La profesora y el arte de enseñar

Ana Rosa Fleitas impartió Historia e Historia del Arte durante más de cuatro décadas en los institutos José Arencibia Gil e Isabel de España

La profesora y el arte de enseñar

Su proverbial prudencia y modestia, características con las que define su personalidad un familiar, harán que no entienda a qué se debe que su trayectoria profesional se refleje en un medio de comunicación. Porque para ella, como recuerdan personas que la conocen, lo único que ha hecho es intentar cumplir todos los días con su trabajo y obligaciones, nada más que eso. Sin embargo, los méritos académicos, profesionales y personales de Ana Rosa Fleitas Padrón (Telde, 10 de mayo de 1933), la primera licenciada y profesora del entonces Instituto Laboral, hoy instituto José Arencibia Gil, la convierten en una referencia educativa en el municipio, donde miles de alumnos estudiaron Historia e Historia del Arte en sus clases.

Licenciada en Filosofía y Letras con nota de sobresaliente en la Universidad de La Laguna, Ana Rosa Fleitas fue una excelente estudiante, no solo del ciclo superior, sino que ya de pequeña apuntaba maneras de alumna brillante. El ambiente familiar le era propicio para desarrollar una incipiente pasión por la lectura que hoy en día aún conserva y que tiene como principales referencias dos temáticas: la novela y los textos de historia del arte, su asignatura preferida y a la que más se dedicó a impartir a sus alumnos de Telde y luego de Las Palmas de Gran Canaria.

Una pasión que también se llevaba en su maleta de viajes, ya que para ella la visita a museos como el del Prado o la Academia de Bellas Artes de San Fernando eran paradas obligatorias -must dicen hoy en día las agencias de viajes- cuando estaba en Madrid, bien de estancia, bien de paso a otros destinos. A sus allegados les confesaba que sus visitas a París o a Roma la impresionaron bastante, ya que pudo ver en personas las grandes obras artísticas que durante años enseñó a los estudiantes en diapositivas y en fotografías, tanto las de color como en blanco y nuevo. En su tiempo de docente, el proyector de diapositivas era lo último en tecnología, pero lo que hoy consideramos obsoleto no mermaba la capacidad de Ana Rosa Fleitas de transmitir sus amplios conocimientos a los alumnos.

Ese amor por la lectura y el arte siempre lo intentó transmitir a los miles de estudiantes que tuvo en sus aulas durante más de cuatro décadas y esa dedicación, junto a su orden y metodología para impartir las clases son peculiaridades que todavía recuerdan antiguos alumnos cuando se refieren a "doña Ana Rosa" en su etapa de profesora. Un importante legado para quienes aprendieron con ella los estilos artísticos o los grandes genios de la pintura, escultura o arquitectura universal. Y también cómo estudiarlos.

Más conocida por todos por su faceta profesional durante sus muchos años en el instituto José Arencibia -antes llamado Instituto Laboral- y posteriormente como catedrática en el Isabel de España, la biografía de esta profesora, madre de cuatro hijos, va más allá del mundo académico y es aquí donde quienes la conocen consideran que su carácter modesto y disciplinado no ha permitido que llegue al resto de la ciudadanía sus otros méritos.

Así, Fleitas Padrón también es la primera mujer nombrada concejala de Cultura en el Ayuntamiento de Telde, bajo el mandato del alcalde Agustín Florido, en 1968. La gran capacidad de trabajo y eficiencia de esta profesora decantaron su elección para el cargo, una función que, como el resto de su forma de actuar, se tomó con dedicación y disciplina. De su labor como responsable municipal de Cultura, Ana Rosa Fleitas impulsó la celebración del primer Festival de la Canción de San Juan, donde sale premiado un entonces jovencísimo Joselillo Velázquez, hoy el afamado José Vélez; se restauraron las fiestas de invierno, unos carnavales encubiertos con amplia tradición en la ciudad; organizó actos aún recordados como la exposición de pintores de la escuela italiana del Museo del Prado en depósito por el Cabildo de Gran Canaria y mostrados en el salón de actos del instituto José Arencibia Gil o la exposición de cuadros de Picasso, Dalí y Miró en la iglesia de San Francisco.

Durante su etapa también se instaura el premio de investigación León y Castillo por el Cabildo y el premio Ciudad de Telde de Fotografía. Esta labor se extiende en su interés por recuperar el interior de la iglesia de San Francisco y se llega a un acuerdo con dos restauradores del Museo del Prado para hacerlos y también en el mismo barrio, contacta con el polifacético artista José Arencibia Gil para realizar un proyecto de recuperación de San Francisco, en aquellos tiempos con deterioro en su pavimento de piedra.

Además, es recordado el discurso que preparó para el alcalde Florido con motivo de la visita de los entonces príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía al municipio. El texto, con apostillas para que el ponente supiera cuando debía subir la voz o esperar los aplausos, causó tanta sensación que incluso desde la Casa Real solicitaron una copia, según conocieron después miembros de la corporación municipal y del mundo académico. Un discurso que tuvo como anécdota que se leyó en la plaza de San Gregorio por empeño del alcalde, vecino del barrio, pese a que desde el Gobierno Civil se le aconsejaba que lo hiciera en San Juan porque era más fácil de vigilar que en el centro del barrio comercial de Los Llanos.

Un entonces niño en esos años recuerda que escuchó la intervención del regidor local "desde la azotea de mi casa, en medio de dos guardias civiles con metralleta", tales eran las medidas de seguridad adoptadas por la presencia de los príncipes de España.

El cometido de esta profesora metida en labores de la cosa pública le supuso en su despedida del cargo un reconocimiento por el resto de los miembros de la corporación municipal, testimoniado en un Voto de Gracias concedido en la sesión plenaria del 3 de febrero de 1974. Su carrera política, a la que llegó sin afán de permanencia ni notoriedad, acabó ese día con esa fugaz faceta de su vida en la actividad política.

Sin embargo, más desconocido incluso que su breve experiencia municipal, es su tesina sobre Alonso Quesada, nunca publicada, pero que sacó de las tinieblas a un poeta que hasta ese momento, era el año1957, se le veía de calidad y altura intelectual menores que el teldense Saulo Torón o el moyense Tomás Morales. En este sentido, la futura licenciada en Filosofía y Letras en junio de ese año, recién cumplidos los 24, ya había escrito este ensayo que muestra el altísimo nivel de la obra sobre el poeta. De hecho, Alfonso Armas Ayala, que fue su guía en la tesina, le pidió que la publicara para sacar del páramo literario a este autor, pero fue ella, "siempre con su proverbial prudencia, modestia y honestidad", como afirma un allegado, "quien no quiso porque creía que tenía que mejorarla y que no quería que dinero público se gastase en la publicación de su tesina". Casi 60 años después, sigue en el cajón.

Su estancia en la Universidad de La Laguna fue otra experiencia que luego marcará su devenir profesional. Interna a pensión completa en la residencia de las dominicas, la joven estudiante aprobó curso por curso -con notas mínima de notable y sobresaliente- y en junio de 1957 ya era nueva licenciada. En esta estancia en La Laguna hubo dos catedráticos, según han explicado antiguas compañeras y también se lo ha comentado a algunos de sus familiares, a los que admiró: Elías Serra Rafols, un académico cultísimo y al que se le puede considerar el impulsor del interés por el estudio de la Historia de Canarias, pero desposeyéndola de mitos y relatos inexactos para buscarla a los propios documentos históricos; y a Juan Régulo, un experto esperantista que creía en la raza universal frente al concepto nazi.

Su periplo en el instituto de Telde finalizó una vez obtuvo por oposición a nivel nacional la plaza de catedrática y animada por Alfonso Armas Ayala y otros profesores del instituto Isabel de España, terminó sus últimos años de docente en ese centro. Sin perder de vista su Telde natal, donde permanecía los meses de verano y que se ha convertido después de su jubilación en su retiro en la zona de Clavellinas. Ha sido el retorno años después a uno de sus lugares preferidos para vivir.

Allí, con su novela, su libro de Historia del Arte o un periódico mantiene su interés por la cultura, siempre acompañada, como destaca uno de sus familiares, con un buen diccionario de la lengua española. Probablemente un ejemplar del Diccionario de María Moliner, una autora que siempre le gustó.

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