La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

'Madera' de carpintero

Lomo Magullo homenajea mañana a varios profesionales del sector en las fiestas de Las Nieves

Orlando Gil, padre e hijo, muestran una nuevo y viejo cepillo carpintero. LP/DLP

La madera ha moldeado sus vidas o parte de ellas y con sus recuerdos evocan cómo se iniciaron en el oficio de carpintero y cómo ha ido evolucionando con los tiempos. De hacerlo todo prácticamente a mano, incluso las herramientas con las que trabajaban, Orlando Gil (Valsequillo, 68 años) y Juan López Martín (Lomo Magullo, hoy cumple 60 años) rememoran la dureza de un trabajo que les dio para vivir sin mayores lujos. Ambos ya están fuera del oficio, Orlando disfruta de su jubilación desde hace tres años, después de 41 en el tajo, y Juan se pasó al mundo del taxi y espera acabar su trayectoria profesional al volante.

El caso de Orlando Gil, hijo, de 40 años, es distinto. Ya desde niño aprendió con su padre los manejos del oficio. En su carpintería la madera está por todas partes, junto a maquinaria de otros tiempos que conviven con otras más modernas y no se queja de su situación. Explica que la tan nombrada crisis económica no le afectó para mantenerse en activo y eran más las dificultades de los clientes por pagar que las suyas por tener encargos. Forma parte Orlando Gil, hijo, de una generación de carpinteros que hallan en el mercado herramientas y materiales que no tuvieron sus predecesores, pero prefiere el trabajo calidad, no de cantidad.

Juan López empezó con 15 años de aprendiz de carpintero y durante otros 15 trabajó como autónomo, hasta que dio un giro profesional hace 12 años para ser taxista. Recuerda el oficio como muy duro, de "trabajar, trabajar y trabajar y terminé muy cansado".

Este excarpintero se dedicó a la madera, participó en la fabricación del mobiliario del salón de plenos de las Casas Consistoriales de Telde e hizo mucho mueble por encargo para particulares: desde puertas y ventanas hasta cocinas, dormitorios o roperos empotrados. Ahora no tiene tiempo para la carpintería, pero admite que "el olor a madera, a serrín siempre llama".

Orlando Gil, padre, evoca "que todo antes se hacía a mano, incluso hasta las herramientas de trabajo", mientras muestra con su hijo varias de ellas. Metido desde niño en el oficio, Gil alega que muy poca gente pagaba al contado y era todo fiado, "aunque los clientes pagaban, yo casi nunca tuve que ir a sus casas a cobrar, sino que venían ellos a pagarme a la mía y como tenían mucho dinero pagaban poco a poco".

Sillas de madera a 30 pesetas, el mobiliario de una cocina, 1.500 pesetas o un ropero por 700 eran los precios que se estilaban en su época, donde en sus comienzos tuvo que alquilar la maquinaria en Telde para hacer sus muebles. Aprovecha la jubilación para llevar una vida sosegada, después de años de mucho trabajo y pocas vacaciones.

Su hijo, Orlando, que ha tomado su testigo, lo tiene claro: "Si no te gusta este oficio, no puedes trabajar en él porque es muy duro". Lo dice alguien que aprendió el oficio recogiendo virutas y oliendo el olor de las distintas maderas. Por eso, la sigue trabajando y desiste de los prefabricados.

Compartir el artículo

stats