La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Felo Monzón me dijo que me pusiera a dibujar y desde ese día no he parado"

Recibió clases en la escuela Luján Pérez y, desde entonces, no ha soltado sus herramientas

Jerónimo Maldonado delante de una de sus obras expuestas en Telde. LP / DLP

¿Cuándo empezó a pintar?

Mi padre pintaba y cuando era niño veía sus dibujos y me gustaban mucho. Después, mi hermana estudió Arquitectura y también me quedaba mirando cómo trabajaba, lo que despertó mis ganas de pintar e hizo que fuera a la escuela Luján Pérez, donde me formé en pintura y dibujo. Tengo 53 años y 33 en esto.

¿Qué siente cuando dibuja?

Es una sensación que me viene desde niño, un impulso natural. Me explico mejor dibujando que escribiendo, porque de pequeño tenía dislexia y antes en los colegios no habían pedagogos como los hay ahora. Hice formación profesional porque mi padre quería que fuera soldador y chapista, pero no me gustaba, lo dejé, me metí en el garaje de mi casa y empecé a dibujar.

¿Y ahora?

Ahora creo en silencio y a puertas cerradas. He pintado en la calle, en guaguas o murales como el de San Bernardo o el que tiraron en Mesa y López. Siempre he creado con mi impulso y corazón.

¿Qué le supone la pintura?

Es mi salvaguarda, la que lo limpia todo. Creo con seguridad que el arte cura, aunque no sé cuánto hay que consumir para sanarse plenamente. A mí me cura día a día.

¿Qué técnica utiliza?

Una técnica mixta porque al conocer tantas, a lo mejor empiezo con acrílico y acabo los retoques con óleo. Mis cuadros están hechos con combinación de técnicas.

¿Prefiere alguna temática?

Me gustan los retratos a los amigos y la naturaleza, porque esta es la que me ha enseñado.

¿Cuántas piezas tiene expuestas actualmente en Telde?

Son nueve cuadros imaginativos que muestran el siglo XXI.

¿Cómo recuerda su escuela?

Recuerdo cuando me llevaron por primera vez y, al llegar, estaba Felo Monzón pintando. Mis amigos me acercaron, porque soy muy tímido, y al estar frente a él me dijo que volviera al día siguiente con un lápiz del número dos. Cuando regresé, a las cinco de la tarde que llegaba Monzón, estaba yo allí con el lápiz en la mano, se lo mostré y me dijo que a qué estaba esperando y que me pusiera a dibujar. Empecé y desde entonces no he parado. Allí me lo pasaba muy bien y hacía amigos, creaba empatía y lo disfrutaba. Cogía la línea dos de guagua, que paraba en Vegueta, y allí estaba todos los viernes. La pintura me salvó.

¿Aprendió de Felo Monzón?

Nunca me dijo pinta así o de otra manera, porque éramos autodidactas, pero me enseñó trucos con el lápiz para degradar tonos.

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